Por Guillermo Cherashny.-

Si hace 20 años los argentinos decíamos que nuestro destino estaría atado a la lejana Persia de los reyes Ciro y Darío en la Mesopotamia de Asia, no lo hubiéramos pensado nunca. Pero a partir de los atentados a la embajada israelí en Buenos Aires y a la sede de la AMIA, nuestro destino quedó marcado por esa relación.

Este destino se profundizó en 2013, con el memorándum de entendimiento, que firmó la ex presidente con la República Islámica de Irán, que hasta hoy no tiene una explicación racional, ya que intentar averiguar la verdad con el estado que propició esos salvajes atentados no tenía ningún sentido.

Se habla de la influencia de Hugo Chávez, el ex presidente de Venezuela, de excelente relación con Irán, hasta de lazos comerciales, como el suministro de material nuclear por parte de nuestro país.

Este destino común se intensificó con el asesinato del fiscal Nisman, de la Unidad de Investigación de la AMIA, y la posterior negativa de un sector de la justicia a investigar su denuncia de encubrimiento, que surge con claridad porque se sustituyó a la justicia argentina por una Comisión de la Verdad que nunca se constituyó, pese a lo cual la negativa del colectivo Justicia Legítima a investigarla tuvo un nuevo episodio esta semana, cuando se produjo una recusación masiva de jueces de casación para intervenir en esa investigación que hoy permanece trabada, que suma a las actividades de un sector político como el cristinismo, que sigue fiel a que no se conozca la verdad sobre las relaciones oscuras con la República de Irán.

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