Por Carlos Tórtora.-

Sin duda la agenda del G20 que está recorriendo Mauricio Macri es una oportunidad única para la política exterior argentina. Después del acuerdo con el FMI, la Casa Rosada encuentra más espacio para moverse en los pasillos de Washington y la Unión Europea. Sin embargo, el calendario de la política regional no parece ayudar a que Macri avance en los temas centrales. Emmanuel Macron le contestó al mandatario argentino sobre la firma del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur que había que esperar a la participación del nuevo gobierno de Jair Bolsonaro.

De un modo u otro, la mayor parte de los gobiernos que participan del G20 están a la expectativa de cómo el nuevo presidente de Brasil llevará adelante su plataforma electoral. Sobre todo la promesa de atenuar los compromisos con China y la nueva alianza con Israel. En otro orden, las primeras señales sobre el Mercosur que Bolsonaro diera ni bien ganó no fueron para nada auspiciosas. Esta carga de expectativas que van a marcar en buena medida la dirección futura de la política latinoamericana hacen que Macri vea condicionada su agenda por la conveniencia de sus interlocutores de esperar a ver qué hace Bolsonaro y, sobre todo, cómo lo hace.

Esta situación se ve reforzada por el hecho de que hoy asume la presidencia de México Manuel Lopez Obrador. Y, si bien éste dio abundantes señales de moderación, también las expectativas sobre la política exterior de la segunda potencia económica de América Latina son importantes.

En cierto modo, a Macri le tocó presidir el G20 en un contexto frenado por las expectativas.

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