Por Jorge Azar Gómez.-

Si algo muy malo tuvo Argentina, fue el mal relacionamiento con países de la región y de fuera de la región.

Disputas personales de la Presidenta, ofuscaciones agresivas para con países hermanos, alejamiento de las organizaciones internacionales y regionales, acuerdos secretos para tapar la acción terrorista.

En lo que a nuestro país respecta, siempre las relaciones estuvieron, reguladas por los caprichos, las traiciones, las coimas, los sobre precios y la corrupción.

El electo presidente Macri, dio un primer paso fundamental e inteligente al designar a Susana Malcorra como titular del ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de su país.

Susana Malcorra es una argentina, funcionaria de ONU, con una amplia experiencia internacional, con profundo conocimientos de las situaciones sociales, militares y políticas de ONU y del mundo.

Malcorra fue nombrada en el cargo en 2012 por el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, actualmente Jefa de Gabinete de las Naciones Unidas..

Antes había dirigido misiones de paz de la ONU en distintas partes del mundo. Encabezó 30 operaciones que incluyeron alrededor de 120 mil personas, entre agentes militares, policías y civiles, según el sitio de la ONU.

También trabajó en el programa mundial de alimentos de la ONU en 2004, cuando ingresó a la organización.

La nueva Canciller, también acumuló conocimientos en la actividad privada (IBM Y Telecom), durante 25 años, trabajó en el sector privado, antes de ingresar en ONU en el 2004.

Con este nombramiento, Uruguay se libra del acecho permanente del ex canciller Timerman, que tanto mal nos hiciera con un perverso tratamiento elaborado entre él, CFK y Almagro como «peón de cancha».

Sería oportuno, para el bien de Uruguay, que funcionarios uruguayos en ONU y personas de experiencia que saben como se mueve la gente que se formó y caminó por las Naciones Unidas, se acerquen, ya, a la nueva canciller e inicien una relación elaborada en base a un correcto diálogo diplomático, en todo sentido de la palabra, y que en conversaciones confidenciales, le hagan saber la necesidad de la presencia en Uruguay de un embajador con oficio y con respeto a las situaciones internas de nuestro país, teniendo en cuenta las lamentables y tristes intromisiones de los embajadores Patiño Meyer y Dovena.

En conclusión, así como Macri comenzó a encaminar su política exterior con una experta en el tema, Uruguay debería tomar cuenta de ello y alejar de la función diplomática a todos los improvisados que Mujica introdujo como «embajadores itinerantes» y que al ser cargos de confianza deberían haber sido cesados al finalizar el anterior periodo gubernamental.

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