Por Carlos Tórtora.-

Quienes siguen los pasos de la errática cancillería argentina habrán notado en los últimos diez días la casi ausencia de pronunciamientos argentinos sobre la crisis venezolana. Esto contrasta con la hiperactividad de Javier Milei y su duelo verbal con Nicolás Maduro en los días posteriores a la elección presidencial venezolana.

El silencio se debería en su mayor parte a que la Argentina habría quedado marginada del manejo de la crisis internacional. Esto empezó a ocurrir desde que Brasil, secundado por México y Colombia, tomó la voz cantante de Latinoamérica y le reclamó a Maduro que le diera publicidad a las actas de la elección.

Luego, se habrían intensificado los contactos entre el Departamento de Estado e Itamaraty y este proceso derivó en la siguiente secuencia: días atrás Lula empezó a proponer como salida de la crisis que Maduro convocase a una nueva elección presidencial. Y finalmente ayer, Joe Biden declaró que estaba de acuerdo con la propuesta de su colega brasileño, con lo cual obligó a Maduro a dar una respuesta que sería inminente.

En todo este proceso, la agresiva política argentina contra el régimen bolivariano resultaba más bien una incomodidad para los negociadores de la crisis.

Deslucido

Su actual marginamiento del tema habría frustrado las expectativas de Milei de asumir una especie de liderazgo regional, presentándose ante sus amigos de la ultraderecha europea como el líder del antichavismo en América Latina.

La actual frustración del líder libertario se traduciría en la obvia reducción de su agenda internacional, que casi no tuvo novedades en los últimos días.

Todo esto coincide con el hermético silencio de Donald Trump sobre la crisis venezolana. El líder republicano, que cuenta con la adhesión internacional de Milei, mantiene una cautela asombrosa sobre el fraude en Venezuela, lo que podría indicar un acuerdo con Biden, al menos en este punto.

Share