Por Germán Gorraiz López.-

Entre los “perdedores de la globalización” en EEUU, además de afroamericanos y latinos aparecen por primera vez jóvenes universitarios endeudados y adultos blancos de más de 45 años sin estudios universitarios y con empleos de bajo valor añadido que tras quedar enrolados en las filas del paro, habrían terminado sumido en un círculo explosivo de depresión, alcoholismo, drogadición y suicidio tras ver esfumarse el mirlo del “sueño americano”, lo que habría tenido como efecto colateral la desafección de dichos segmentos de población blanca respecto del establishment tradicional demócrata y republicano. Así, según una encuesta de la NBC, el 54% de la población blanca estaría “enfadada con el sistema”, frente al 43% de los latinos y el 33% de los afroamericanos que siguen confiando en el sueño americano, lo que habría llevado a los votantes blancos a apoyar las posiciones políticamente incorrectas y refractarias a los dictados del estabishment tradicional republicano de Donald Trump, simbolizado en el apoyo de los indignados blancos mayores de 45 años a Trump y de los partidos neonazis y supremacistas blancos que siguen controlado los ámbitos de poder de la “América profunda”.

Paranoia y síndrome de hybris en Donald Trump

El psiquiatra español Enrique González Duro, en su libro La paranoia (1991), afirma que “los factores desencadenantes de esta enfermedad se encuentran muy activos en individuos que presentan un acusado narcisismo y que se han visto expuestos a serias frustraciones, hallándose consecuentemente dotados de una baja autoestima”. La personalidad de Donald Trump encajaría plenamente en la descripción medica del trastorno conocido como psicosis paranoica pues su pensamiento es rígido e incorregible: no tiene en cuenta las razones contrarias, sólo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción y aunque esté aquejado de dicho trastorno delirante sería bastante funcional y no tiende a mostrar un comportamiento extraño excepto como resultado directo de la idea delirante (léase la construcción del Muro con México). En el caso concreto de Trump, estaríamos ante un caso típico de paranoia megalómana, delirio de grandeza que provoca que el individuo se crea dotado de un talento y un poder extraordinarios debido a que las deidades le han elegido para una alta misión (restaurar el White Power en una sociedad en la que la evolución demográfica provocará que la población blanca será minoritaria en el escenario del 2043).

La paranoia de Trump se habría agravado al verse afectado por el llamado “sindrome de hydris” citado por el médico y político ingés David Owen en su obra “The Hybris Syndrome: Busch, Blair ant the Intoxication of Power”. Dicho término procede de la palabra griega “hybris” que significa desmesura y en su obra, Owen lo define como “la autoconfianza exagerada de los políticos cuando alcanzan el Poder lleva aparejada la excesiva confianza del Sujeto en sí mismo, un orgullo exacerbado y el desaire ante los demás, pudiendo derivar en un abuso de poder (autocracia) y en la tentación de perjudicar la vida de los demás”. Otro rasgo sería el histrionismo que le impele a “llamar la atención pública y ser temerario en sus afirmaciones sin importarle la opinión de los demás debido a su evidente falta de moralidad”, de lo que sería paradigma sus consejos de emplear desinfectante para curar el coronavirus.

¿Podrá el COVID-19 acabar con la distopía Trump?

La teoría del Cisne Negro fue desarrollada por Nicholas Taleb en su libro “El Cisne Negro (2010) en el que intenta explicar “los sesgos psicológicos que hacen a las personas individual y colectivamente ciegas a la incertidumbre e inconscientes al rol masivo del suceso extraño en los asuntos históricos”, lo que explicaría la frivolización del coronavirus por parte de Trump y su dilación en la adopción de medidas quirúrgicas en los principales focos de transmisión del coronavirus de EEUU. Ello habría agudizado los efectos de la pandemia en EEUU en forma de reguero de muertos, colapso de los servicios médicos, paralización de la actividad productiva y entrada en recesión de la economía estadounidense.

Asimismo, el hundimiento del precio del petróleo habría provocado cerca de 200 declaraciones de quiebra de empresas dedicadas al shale con una deuda acumulada de cerca de 120.000 millones $ que afectará posteriormente a la cuenta de resultados de grandes bancos como JP Morgan, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo y que podría desembocar en un futuro mediato en una nueva crisis financiera. Por otra parte, la inacción de las empresas habría desencadenado un incremento estratosférico del paro (26 millones de parados), lo que aunado con el crash bursátil de Wall Street podría diluir los efectos benéficos de la política económica de Donald Trump y provocar la desafección del segmento poblacional de sus votantes (40% del electorado) en las próximas elecciones Presidenciales de Noviembre.

Así, el shock traumático que generará en la sociedad estadounidense la pandemia del coronavirus y la posterior entrada en recesión de su economía obligará a una profunda catarsis y metanoia de la sociedad en su conjunto que hará revisar los fundamentos que lo sustentan. La metanoia sería transformar la mente para adoptar una nueva forma de pensar, con ideas nuevas, nuevos conocimientos y una actitud enteramente nueva ante la irrupción del nuevo escenario pandémico lo que implicará la doble connotación de movimiento físico (desandar el camino andado) y psicológico (cambio de mentalidad tras desechar los viejos estereotipos vigentes). Ello tendrá como efectos benéficos el redescubrimiento de valores como el respeto por el medio ambiente, la solidaridad y la igualdad de derechos en una nueva etapa que desembocarán en la implementación de nuevas energías renovables, la renta básica, prestaciones por el desempleo así como una sanidad pública universal, etapa que simbolizará el final de la distopía Trump y la reedición del “New Deal” rooseveltiano.

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