Por Germán Gorraiz López.-

La obsesión de George Soros y su Fundación Open Society Foundation (OSF) es conseguir infiltrarse en Rusia para proceder a su balcanización, pues Rusia sería para Soros la “ballena blanca que lleva décadas intentando cazar” (Tyler Durden en el portal Zero Hedge).

El COVID-19 y el colapso de la economía rusa

Con Putin asistimos a la implementación del oficialismo, doctrina política que conjuga las ideas expansionistas del nacionalismo ruso, las bendiciones de la todopoderosa Iglesia Ortodoxa, los impagables servicios del FSB (sucesor del KGB), la exuberante liquidez monetaria conseguida por las empresas energéticas (GAZPROM) y parte del ideario jruschoviano simbolizado en un poder Presidencialista con claros tintes autocráticos, gobierno sustentado en sólidas estrategias de cohesión como la manipulación de masas mediante el férreo control de los medios de comunicación ,el culto a la personalidad y el dogmatismo ideológico. Sin embargo, la implementación de sanciones por EEUU, el colapso del rublo, la caída del precio del petróleo y la subida de impuestos serían misiles en la línea de flotación de la supervivencia económica del Gobierno de Putin pues implicará serias dificultades para conseguir financiación externa y un aumento en las partidas de gasto en la compra de equipos, componentes y electrónica occidentales. Además, la irrupción de la pandemia del COVID habría afectado a un 70% de las pymes rusas y se estima para el 2021 una caída del PIB del 5% que tendría como efectos colaterales el aumento de la tasa del paro hasta el 8%, una pérdida real de ingresos del 7% y una inflación cercana al 9%. Ello agudizará la pérdida de poder adquisitivo de la ciudadanía rusa así como la drástica reducción del sector público y la consiguiente merma de las prestaciones sociales que harán desaparecer a la clase media. Así, los recortes habrían provocado la agudización de la fractura social al quedar amplias capas de la población obligadas a vivir en umbrales de pobreza y depender de los subsidios sociales (20 millones de personas), debiendo destinar amplias partidas de las reservas para subsanar el rampante Déficit del Plan de Pensiones, quedando así diluidos los efectos benéficos de sus objetivos de impulsar la Vivienda y Sanidad Públicas, Reducción de Impuestos y el Cambio de tendencia Demográfica. Asimismo, la estructura económica rusa controla solo 2,5% de las exportaciones mundiales y adolece de una excesiva dependencia de las exportaciones de gas y petróleo a lo que habría que añadir la obsoleta planificación estatal herencia de la época jruscheviana, pues el complejo militar, los proyectos espaciales y las subvenciones a la agricultura siguen acaparando la mayoría del presupuesto ruso condenando a la inanición financiera a la industria ligera y la producción de alimentos.

¿Revolución de colores contra Putin?

Putin estableció como prioridad tras su primer nombramiento como Presidente en el año 2000, la Modernización de las Fuerzas Armadas, Infraestructuras de Transporte y Energéticas y el Desarrollo de Nuevas Tecnologías,(aeroespacial; robótica; bio-medicina; bio-combustibles y nano-tecnología) con un presupuesto hasta el 2020 que alcanzaría la cifra ionosférica de 410.000 millones de euros, lo que aunado con la rampante corrupción de las élites, la carestía de la vida y el militarismo habría provocado una pérdida sensible de la popularidad de Putin. La Administración Biden quiere evitar a toda costa que Putin se perpetúe en el poder hasta el 2036 por lo que no sería descartable una Revolución de Colores alentada por EEUU para movilizar a la sociedad rusa contra la carestía de la vida y la rampante corrupción y que tendría como iceberg las recientes protestas convocadas por el movimiento “Fondo de Lucha contra la Corrupción” tras la detención de su líder Alekséi Navalni, pudiendo reeditarse los disturbios y protestas sucedidas con Jruschov (represión del levantamiento de obreros de Novocherkaask, 1962. Asimismo, se estaría gestando una trama endógena con el objetivo confeso de debilitar el otrora poder omnímodo de Putin en el Partido y en la Administración y posteriormente lograr su defenestración política mediante un golpe de mano incruento. Dicha trama tendría la paternidad del Club de las Islas pilotado por George Soros y del exiliado ex-empresario petrolero Jodorkovski (Rusia Abierta) quien moverá a sus peones estratégicamente situados en puestos claves de la Administración, Mass Media, FSB y Ejército para tras una intenta campaña mediática contra Putin, lograr que el Tribunal Supremo ruso lo acuse formalmente de los mismos cargos con los que decapitó a la camarilla oligarca: abuso de poder, corrupción y delitos fiscales, culto a la personalidad y errores políticos, reviviendo el golpe de mano contra Jruschov y su sustitución por Leoniv Brézhnev (1964).

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