Por Germán Gorraiz López.-

La nueva doctrina geopolítica de Erdogan pretende dejar de gravitar en la órbita occidental y convertirse en potencia regional, lo que implicaría que la lealtad a los intereses anglo-judíos en Oriente Próximo estaría en entredicho.

Erdogan, el último sultán otomano

Hasta ahora Turquía ha vivido polarizada entre un nacionalismo laico, propio de los sectores urbanos más desarrollados, y un islamismo tradicional en el que se ha refugiado la población rural más desfavorecida.

Erdogan, nuevo “padre de la patria” (Atatürk), tendría como objetivo inequívoco la implementación del Estado Islamista-Erdoganista, lo que supondría el finiquito del Estado Secular que en 1923 implantó el Padre de la Turquía Moderna, Mustafa Kemal, quien creía que “el secularismo y la europeización de Turquía eran los medios más aptos para transformar su país en una nación industrial moderna”, con lo que el kemalismo dejó como herencia una crisis de identidad en la sociedad turca: europeizada pero no integrada en las instituciones europeas y musulmana pero extraña al mundo islámico.

¿Doble juego de Erdogan?

Erdogan se negó a participar en las sanciones occidentales contra Moscú y compró a China misiles de defensa antiaérea HQ-9 y manifestó su deseo de integrarse en la Nueva Ruta de la Seda permitiendo inversiones del Banco Industrial y Comercial de China (ICBC). Asimismo, Turquía ha solicitado formalmente su entrada en los BRICS, estructura económica integrada inicialmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica y a los que se han adherido recientemente Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes. Ello sería un misil en la linea de flotación de la estrategia económica de EEUU de aislar a Rusia y China y asimismo, habría prohibido a EEUU utilizar su espacio aéreo para lanzar una ofensiva contra Irán, con lo que Erdogan sería un obstáculo para el diseño del nuevo Gran Oriente por parte de Israel y EEUU.

En efecto, la nueva doctrina geopolítica de Erdogan pretende dejar de gravitar en la órbita occidental y convertirse en potencia regional, lo que implicaría que la lealtad a los intereses anglo-judíos en Oriente Próximo estaría en entredicho debido al apoyo de Erdogan a la facción palestina Hamas y el consiguiente enfrentamiento con Israel, así como la guerra sin cuartel declarada contra el PPK kurdo y su aliado sirio el PYD que chocaría con la nueva estrategia geopolítica de EEUU para la zona.

¿Golpe de mano contra Erdogan?

Erdogan se habría ya convertido en un aliado inseguro para EEUU así como un obstáculo para el diseño de la nueva cartografía del Oriente Próximo. Ante esta situación y sin el paraguas protector de la UE (al posponer “sine die” la incorporación de Turquía miembro de pleno de derecho de la UE), la suerte de Erdogan ya estaría decidida por el Pentágono por lo que a pesar del intento fallido de asonada militar en Ankara y Estambul, el ejército turco (TSK) podría protagonizar un nuevo golpe “virtual” o “posmoderno” que acabará con el mandato de Erdogan (rememorando el ‘golpe blando’ de 1997). Dicho golpe contará con las bendiciones de Washington al haber dejado Erdogan de ser un peón útil para EEUU en el marco del nuevo escenario geopolítico mundial surgido tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre EEUU y Rusia, quedando Siria y Turquía como portaaviones continentales de Rusia y EEUU respectivamente.

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