Por Guillermo Cherashny.-

La candidatura de la canciller Susana Malcorra a la Secretaría General de la ONU ya trajo problemas con la oposición venezolana y, además, la paralización del Palacio San Martín. En efecto, Malcorra viaja por todo el mundo promocionando su candidatura y para lograr sus objetivos hace concesiones permanentes a lo que se puede denominar el tercer mundo. De ahí que plantee hacer la vista gorda con Nicolás Maduro, que no quiere respetar la Constitución Bolivariana que impuso su propio partido, a diferencia de Luis Almagro, el Secretario General, que pide gatillar la cláusula democrática, como pasó con Honduras en el 2013, excluyéndola del sistema americano. Pero Malcorra teme perder los votos de Venezuela, Cuba y sus satélites y modificó en 180 grados lo anunciado por el presidente Macri.

A fines de la semana pasada, la DAIA criticó duramente a Malcorra por apoyar una declaración de la UNESCO que califica al Estado de Israel como potencia ocupante, siendo Jerusalén un gran amigo de nuestro país.

Pero la cuestión no termina ahí sino que Marcos Peña, el jefe de gabinete, en su visita a la Casa Blanca el jueves pasado, se comprometió a recibir a 3.000 refugiados sirios que le pidió el gobierno de Obama dos días antes de que se produjera el atentado del lobo solitario del ISIS en la disco de Orlando.

El problema se agrava porque esos 3.000 sirios ya están en el Líbano y son los que Hezbolah les dejó cruzar la frontera. Y existe el grave peligro de que el Hezbolah nos meta nuevamente el huevo de la serpiente.

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