Por Hernán Andrés Kruse.-

La derecha más intransigente, retrógrada y racista que quepa imaginar se ha adueñado del poder en el sufrido país del Altiplano. La senadora Jeanine Añez es la presidente interina y el “hombre fuerte” es el flamante Ministro del Interior, Arturo Murillo, un poderoso empresario hotelero que odia visceralmente al indigenismo y fundamentalmente al ex presidente Evo Morales. El objetivo de la flamante dictadura bendecida por Washington y Brasilia es “purificar” al pueblo boliviano, extirparle el peligroso cáncer que contrajo en aquel lejano 22 de enero de 2006, cuando Evo Morales llegó a la presidencia. Para Añez y sus secuaces los partidarios de Evo Morales que protestan con justa razón por el incalificable atropello del que fue víctima el presidente constitucional el pasado domingo, son peligrosas células cancerígenas que deben ser destruidas sin compasión. De esa forma se logrará lo que la derecha cavernícola boliviana tanto ansía: domesticar a casi la mitad del pueblo boliviano que ama al ex presidente. Cree que la sociedad boliviana se puede regenerar por la fuerza de las balas, por la imposición del terror. Jeanine Añez es la Torquemada boliviana del siglo XXI. Así como el histórico inquisidor creyó que la mejor manera de erradicar las herejías era quemando a los herejes, su émula boliviana está convencida de que los “herejes” de su país deben quedarse calladitos de aquí en adelante o atenerse a las consecuencias.

No hay que ser un fino analista político para predecir el futuro, al menos inmediato, de Bolivia. El flamante gobierno “de transición” iniciará una feroz cacería humana a lo largo y ancho del país para detectar todas y cada una de las células cancerígenas que tanto daño han hecho al “cuerpo social”. Los grandes medios de comunicación brindarán todo su apoyo a la flamante “cruzada” que está en el gobierno, al igual que la oligarquía boliviana y las “fuerzas del orden”. La flamante dictadura gobernará exclusivamente para aquellos bolivianos que odien a Evo Morales y a su fuerza política (Movimiento al Socialismo). La cultura indígena será combatida sin piedad. No fue casualidad que el primer blanco de la ira conservadora haya sido la Wiphala, la bandera símbolo de la comunidad indígena.

Carl Schmitt, desde el más allá, debe sentirse pleno y exultante. Su conocida teoría política basada en la relación amigo-enemigo está más vigente que nunca. Para la flamante dictadura Evo y sus seguidores son el enemigo y, ya se sabe, “al enemigo ni justicia”. Se ha instaurado en Bolivia un régimen político elitista, xenófobo, racista y profundamente antiliberal. Los valores fundamentales del liberalismo como filosofía de vida-derechos humanos, libertad de expresión, pluralismo ideológico, antidogmatismo, consideración del hombre como persona-serán pisoteados sin piedad. Para “el nuevo orden” llegó la hora de hacer tronar el escarmiento. El largo período de Evo Morales en el gobierno será barrido de los libros de historia. El nuevo régimen hará todo lo que esté a su alcance para que “nunca más” Bolivia vuelva a caer en las garras de alguien como “el primer presidente boliviano que se parecía a los bolivianos” (Alberto Fernández).

Jamás se le permitirá al ex presidente participar en política. En consecuencia, el MAS será proscripto. Si ello llegara a suceder la mitad del pueblo boliviano quedará huérfana de liderazgo político. Si decide rebelarse será molida a palos por “las fuerzas del orden”. En materia económica el nuevo régimen impondrá sin anestesia un feroz plan ortodoxo, bendecido por Estados Unidos y financiado por el Fondo Monetario Internacional. La educación y la salud pasarán a ser servicios exclusivos para una élite. En materia internacional Bolivia pasará a ser la nueva mimada de las naciones más desarrolladas del mundo. Es muy probable que la usurpadora de la presidencia viaje prontamente a Brasil o Estados Unidos para rendirle pleitesía a sus amos, Bolsonaro y Trump.

La oligarquía boliviana está feliz. Por fin se fue del gobierno el indígena que tanto escozor le provocaba. Con su derrocamiento se restableció el “orden natural”. Ahora mandan los que tienen que mandar y obedecen los que tienen que obedecer. En la vereda de enfrente los sufridos bolivianos que con Evo supieron lo que era la ciudadanía, verán con estupor cómo el nuevo régimen arremete con fiereza contra todos los derechos conquistados en los últimos años. Retornarán a la ancestral invisibilidad, a la histórica irrelevancia. La pétrea e inconmovible estratificación social quedó plenamente restablecida.

Lamentablemente, con el golpe de Estado perpetrado el pasado domingo Bolivia dejó de ser una patria porque, como bien lo señaló José Ingenieros en “El hombre mediocre”, “Una patria es…sincronismo de espíritus y de corazones, temple uniforme para el esfuerzo y homogénea disposición para el sacrificio, simultaneidad en la aspiración de la grandeza, en el pudor de la humillación y en el deseo de la gloria. Cuando falta esa comunidad de esperanzas, no hay patria, no puede haberla: hay que tener ensueños comunes, anhelar juntos grandes cosas y sentirse decididos a realizarlas, con la seguridad de que al marchar todos en pos de un ideal, ninguno se quedará en mitad del camino contando sus talegas. La patria está implícita en la solidaridad sentimental de una raza y no en la confabulación de los politiquistas que medran a su sombra. No basta acumular riquezas para crear una patria: Cartago no lo fue. Fue una empresa. Las áureas minas, las industrias afiebradas y las lluvias generosas hacen de cualquier país un rico emporio: se necesitan ideales de cultura para que en él haya una patria. Se rebaja el valor de este concepto cuando se lo aplica a países que carecen de unidad moral, más parecidos a factorías de logreros autóctonos o exóticos que a legiones de soñadores cuyo ideal parezca un arco tendido hacia un objetivo de dignificación común”.

Anexo I

Montesquieu y la virtud republicana (*)

Montesquieu hizo un aporte muy importante al desarrollo del pensamiento político con su distinción entre “naturaleza” y “principio” de cada gobierno. Por “naturaleza” de cada gobierno entiende Montesquieu “lo que le hace ser” (“Del Espíritu de las Leyes”, p. 15) y por “principio”, “lo que le hace obrar” (p. 15). Como distingue entre gobierno republicano (democrático o aristocrático), monárquico y despótico, dedica parte de su libro a analizar la naturaleza y el principio de la república (democrática o aristocrática), la monarquía y el despotismo. En este escrito nos ocuparemos única y brevemente de la naturaleza y el principio de la república en su vertiente democrática.

Para Montesquieu el gobierno republicano “es aquel en que el pueblo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano” (p. 8) Vale decir que se está en presencia de un gobierno republicano cuando el ejercicio del poder está a cargo del pueblo o de un sector del mismo. Si ocurre lo primero el gobierno es una república democrática. Si acontece lo segundo el gobierno es una república aristocrática. He aquí la naturaleza del gobierno republicano en sus dos variantes.

Para que un gobierno sea una república democrática no basta con que el pueblo sea el titular del poder. Para que el gobierno sea verdaderamente una república democrática es fundamental que esté vigente el principio que la hace obrar. ¿Y cuál es el principio de la república democrática? Para Montesquieu ese principio no es otro que la “virtud”. Sin virtud es imposible la existencia de una república democrática. Cuando la virtud desaparece la república democrática se corrompe inexorablemente. Dice Montesquieu: “cuando la virtud desaparece, la ambición entra en los corazones que pueden recibirla y la avaricia en todos los corazones. Los deseos cambian de objeto: se deja de amar lo que se amó, no se apetece lo que se apetecía; se había sido libre con las leyes y se quiere serlo contra ellas; cada ciudadano es como un esclavo prófugo (…) La república es un despojo, y su fuerza no es ya más que el poder de algunos ciudadanos y la licencia de todos” (ps. 16/17).

Sin virtud, sentencia Montesquieu, la república es un despojo. ¿En qué consiste entonces, la virtud? La virtud “es el amor a la patria y a las leyes. Este amor, prefiriendo siempre el bien público al bien propio, engendra todas las virtudes particulares, que consisten en aquella preferencia” (p. 26). El principio de la democracia republicana es el amor del pueblo por sus instituciones, sus leyes y sus costumbres. Es el amor por los principios y valores consagrados por la constitución. Si ese amor se quiebra la república democrática se corrompe ya que “para conservarla es menester amarla” (p. 26).

En estas horas de turbulencia política es bueno recordar a Montesquieu, un intelectual que dejó para la posteridad este concepto de “virtud republicana”, valor que hace, a mi entender, a la esencia de todo régimen político respetuoso de la dignidad del hombre.

(*) Publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 21/4/09.

Anexo II

El inmenso Immanuel Kant (*)

El 22 de abril de 1724 nació en Könisberg (Reino de Prusia) el más relevante exponente del idealismo alemán y uno de los filósofos más importantes de la historia: Immanuel Kant. Su padre se dedicó a la artesanía y su madre era hija de un fabricante de sillas de montar oriundo de Escocia. Kant, que siempre vivió en su ciudad natal, lejos estuvo de ser un estudiante brillante. Sin embargo, la constancia fue su signo distintivo. Desde su más temprana edad el espíritu religioso, la humildad y una devoción inquebrantable por la Biblia ejercieron una profunda influencia sobre su personalidad. La disciplina y el castigo fueron para el joven Kant pilares fundamentales de su formación como ser humano.

Kant comenzó sus estudios en el “Collegium Fridericianum”. Cuando contaba con 16 años se matriculó en la Universidad de Könisberg donde, de la mano del profesor Martin Knutzen, se interesó por la nueva física matemática de Newton y la filosofía de Leibniz y Wolf. En 1746 se produjo un hecho que sacudió al genio: la muerte de su padre. A raíz de ello interrumpió sus estudios y se entregó por entero a la enseñanza en los pequeños pueblos situados cerca de Könisberg. Pocos años más tarde publicó su primera obra de filosofía “Meditaciones sobre la verdadera estimación de las fuerzas vivas”. Su genio le permitió adentrarse en el mundo de la naturaleza. En su libro “Historia general de la naturaleza y teoría del cielo” dedujo que el sistema solar se había formado de una nebulosa (de una gran nube de gas). De esa forma procuró brindar una adecuada explicación del orden del sistema solar, visualizado previamente por Newton como el fruto de una decisión divina. Además, Kant logró deducir que la vía láctea no era más que un gigantesco disco de estrellas (lo que era cierto) constituida a partir de una nube giratoria. Por si ello no hubiera resultado suficiente sugirió la existencia de otras nebulosas similares a la Vía Láctea, sugiriendo que era consciente de que la Vía Láctea no estaba sola (la idea de “universo”).

A partir de 1760 Kant centró su atención en la filosofía. Su cerebro hizo posible la publicación de “La falsa sutileza de las cuatro figuras del silogismo”, “Ensayo para introducir el concepto de magnitudes negativas en la filosofía” y “El único fundamento posible de una demostración de la existencia de Dios”. En 1764 obtuvo el segundo lugar en un concurso de la Academia de Berlín y seis años más tarde fue nombrado profesor de lógica y metafísica en la universidad de Könisberg. Tenía 45 años. Ya era un filósofo por demás conocido e influyente. Durante una década no publicó libro filosófico alguno. En 1781 apareció una de sus obras más famosas: “Crítica de la razón pura”, que en aquel momento fue ignorada. Su densidad hizo de ese libro una meta intelectual inalcanzable para muchos. Decepcionado con las críticas pero sin perder su espíritu de autocrítica materializó su necesidad de clarificar el texto a través del libro “Prolegómenos a toda metafísica futura”. En la década siguiente Kant publicó una serie de obras que no hicieron más que incrementar su prestigio: “Respuestas a la pregunta ¿Qué es la ilustración?”, “Fundamentos de la metafísica de las costumbres” y “Principios metafísicos de la ciencia natural”. En 1787 publicó la segunda edición de la “Crítica de la razón pura” y más tarde aparecieron obras que quedaron en la posteridad: “Crítica de la razón práctica” y “Metafísica de las costumbres”.

Kant falleció en Könisberg el 12 de febrero de 1804 a los 79 años. Fue un filósofo de excepción, “uno de los protagonistas más notables de nuestra historia (…) una suerte de nudo central de la filosofía”, al decir de García Venturini. Fue, además, un gran hombre. Las citas que transcribo a continuación no hacen más que corroborarlo.

-“Actúa como si tu máxima se convierta en ley universal”.

-“¡Atrévete a pensar!”.

-“Como el camino terreno está sembrado de espinas, Dios ha dado al hombre tres dones: la sonrisa, el sueño y la esperanza”.

-“Con el poder viene la responsabilidad”.

-“Dormía y soñé que la vida era belleza; desperté y advertí que es deber”.

-“Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí”.

-“El derecho es el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos”.

-“El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca”.

-“En la vida conyugal, la pareja unida no tiene que formar más que una sola persona moral, animada y gobernada por el entendimiento del hombre y por el gusto de la mujer”.

-“Es absolutamente necesario persuadirse de la existencia de Dios; pero no es necesario demostrar que Dios existe”.

-“La existencia de la Biblia como texto para el pueblo es el más valioso bien que posee el género humano. Todo intento de menospreciarla constituye un crimen contra la humanidad”.

-“Lo único que es un fin en sí mismo es el hombre, nunca puede ser utilizado como medio”.

-“Lo que hagas por otro que ese otro pueda hacer por sí mismo, lo hace inútil”.

-“Obra de modo que la máxima de tu voluntad pueda ser en todo tiempo principio de una ley general”.

-“Obra de tal manera que trates a los demás como un fin y no como medio para lograr tus objetivos”.

-“Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él”.

Fuentes:

-Immanuel Kant. De Wikiquote, la colección de citas y frases célebres.

-Immanuel Kant. De Wikipedia, la enciclopedia libre.

-Jorge García Venturini: Historia general de la filosofía, Tomo 2, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1973, ps. 89/105.

(*) Publicado en el portal rosarino Ser y sociedad el 22/4/010.

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