Por Jorge Azar Gómez.-

Si alguna cosa positiva tienen las crisis políticas, sociales o económicas, es que muestran claramente la calidad de nuestros gobernantes. Los hay que esconden su cabeza como un avestruz para que no se note su incompetencia. Los hay también que desvían la atención con falsas ilusiones y desmesurados eventos. Pero también los hay que afrontan de cara las dificultades convencidos que la política es algo más que la ostentación de subirse a un coche oficial y posar en las fotos empuñando un vaso de whisky, cuando tantas personas están pasando dificultades.

Algunas veces perplejos y otras muchas indignados, asistimos al lamentable espectáculo de Tabaré Vázquez, viendo el autismo con que afronta la crisis política que vive su partido y el país.

Inmerso en una crisis política e institucional sin precedentes, el presidente Vázquez en apenas unos meses ha pasado de ser el adalid de la izquierda vernácula uruguaya a ser la representación exacta de la parálisis, el desconcierto y la desconfianza. Nunca un gobierno como el de Vázquez ha gozado de tanto descrédito, acorralado y avasallado por los sindicatos. Y las consecuencias las pagamos todos los uruguayos.

A la ya conocida nula sensibilidad a las políticas sociales, ahora se añade la dudosa capacidad política de quien tiene que liderar el Poder Ejecutivo en tiempos de crisis política sindical.

Ni una sola medida social, ni una sola iniciativa legislativa y ni un solo impulso político ha surgido de él. Ya sabemos que bastante tienen con lo suyo que, por cierto, aún les queda un largo y tortuoso camino por delante. La regeneración social, política y económica es necesaria y es posible pero, para ello, Tabaré Vázquez debe ser dueño del poder y no sólo del gobierno. La receta de la izquierda y de Vázquez para salvarnos de la crisis ya no sirve porque es la de siempre, propaganda, mentiras y culpar a la oposición y a la prensa de su fracaso.

El Presidente Vázquez, deberá recuperar el poder y arrebatárselo a los sindicatos, elaborar estrategias y no sólo tomar medidas aisladas, que le imponen las circunstancias.

Presidente Vázquez, una modesta sugerencia de un humilde ciudadano de a pie, use más seguido la banda presidencial, único y romántico símbolo que le queda del poder y nombre un vocero presidencial que disimule su agravado autismo.

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