El conflicto interno latente en Libia, país en el que se concentran refugiados de Etiopía, Eritrea, Siria, Somalia, República Centroafricana, Sudán del Sur, Malí, Congo, Chad y Níger, ha impulsado la salida de flujos gigantescos de personas en dirección a la ansiada Europa, al amparo de la falta de control sobre la partida de estos buques desde el país africano, inmerso en el desgobierno. La cercana Italia está hoy desbordada por un flujo migratorio enorme e imparable, forzado por el hambre, la guerra, los conflictos sectarios y en el que el terrorismo del Estado Islámico juega un rol creciente. El drama humanitario es terrible. Según los datos que maneja Amnistía Internacional, más de 3.000 personas murieron en 2014 en el Mediterráneo, buscando refugio en Europa y se calculan en unos 2.000 los muertos desde enero.

Si bien, y la relación de España con Marruecos es buena prueba de ello, los países de ambas orillas del Mediterráneo vienen recurriendo a la inmigración como moneda de cambio en sus políticas exteriores, la aplicación de esta mecánica en Libia dista de cualquier triunfo. En Libia, como en Irak, se ha visto falso aquello de muerto el perro, Gadafi, se acabó la rabia. Simplemente empezó y se expandió otra, a la postre de mayor calado. Por las enormes fisuras de este estado fallido se han ido colando los terroristas de la yihad, otro escenario en el que se expanden como las larvas en los cadáveres. De su asentamiento inicial en Derna, cerca de la frontera egipcia, con el paso del tiempo y en un marco favorable han ido extendiéndose hacia Sirte y Bengasi, acercándose a Trípoli y en esta expansión los refugiados que esperaban en Libia su salto a Europa, entre ellos los muchísimos que allí ya recalaron huyendo de sus hordas desde otros países, precipitan ahora su salida alejándose de esta plaga.

Un 90 por ciento de los inmigrantes que llegan a Italia han partido de ese país, cuya parálisis administrativa ha permitido a los traficantes crear un lucrativo negocio cuyos réditos alcanzan a los extremistas de la Yihad. Y ahí está Italia, cuya Marina y Guardia Costera se ven desbordadas por una avalancha migratoria de tremenda magnitud. La sustitución de la operación Mare Nostrum, gestionada por esa nación, que abría ese operativo en 2009, por la actual Tritón, liderada por la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex) se revela a todas luces insuficiente y claramente no ha conseguido reducir el número de inmigrantes irregulares que intentan llegar a Italia, en un entorno cada vez más amenazante para quien quiere escapar. Muy por el contrario, ya en el cuarto trimestre de 2014, cuando Tritón se puso en marcha, Frontex detectó un incremento del 160 por ciento en el número de inmigrantes irregulares, frente al mismo periodo de 2013, en el que Mare Nostrum, suspendida el pasado mes de octubre, estaba aún activa.

Como alertó la propia canciller alemana, Angela Merkel: La influencia del Estado Islámico está aumentando de forma perceptible ahí. Libia está en nuestro patio. Y si los problemas no se resuelven en Libia, la Unión Europea tendrá un enorme problema. Cuatro países constituyen el área más expuesta, son las propias puertas de ese patio: Italia, Grecia, Malta y, por supuesto, España. Una patata caliente que el Norte no puede pasarle al Sur. (defensa.com)

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