Por Jorge Azar Gómez.-

130 muertos, más de 359 heridos, es, hasta el momento, el saldo del criminal atentado de los terroristas internacionales en París. No murieron en batalla, no murieron manifestando por una causa, murieron en el ejercicio de sus derechos como libres ciudadanos, murieron trabajadores, murieron estudiantes, murieron amas de casa, murieron niños que recién conocían la vida, murieron mujeres embarazadas, murió gente como nosotros; lo único que querían era que se les respetara su primer derecho, o sea, el derecho a la vida.

Más allá de las ideologías y de las posiciones políticas, el terrorismo internacional puede conducir a la humanidad al caos más inimaginable.

Aumenta todavía más la conmoción, cuando grupos terroristas informan de su suicida pretensión de desatar en el mundo un plan de atentados basados en armas bacteriológicas.

Ante esta alocada carrera de atentados sin control, llevados a cabo con una demencial y fría planificación, nos preguntamos:

¿Quién está a salvo de la demencia individual o grupal si se utiliza este tipo de recursos de destrucción masiva incontrolable?

¿Qué régimen o qué doctrina o qué sistema político puede permanecer al margen de situaciones como las indicadas?

Es muy difícil la lucha contra el terrorismo internacional porque, actuando normalmente dentro de una sociedad de masas, cualquiera puede escudarse en ella mientras hace detonar un artefacto destructivo o difunde la muerte a través de agentes químicos.

Pero más difícil se hace esa lucha si los terroristas cuentan con el apoyo logístico y la protección jurídica de Estados cómplices.

La presencia brutal del terrorismo internacional niega y rompe con el sistema democrático y destruye el ambiente para la vigencia de los derechos humanos, la seguridad y la libre circulación, por lo que surge la necesidad de hacer un compromiso entre los gobiernos para prevenir y erradicar ese mal, no sólo en el marco de los convenios de la ONU y la OEA, sino también a nivel bilateral.

Uruguay, que vivió tempranamente los efectos del terrorismo, debe adoptar una firme actitud en la Asamblea General de ONU, reclamando el más firme cumplimiento de todas las resoluciones y recomendaciones emanadas de ese organismo, a nivel de comisiones que tratan el terrorismo internacional y en las cuales Uruguay a tenido una activa participación.

Uruguay debe reclamar a la Secretaría General de ONU que regularmente transmita información a la Asamblea General y a sus miembros, sobre como atienden los países miembros las resoluciones del Consejo de Seguridad -y otros organismos- relacionadas con medidas para combatir a los terroristas.

Uruguay debe comprometer a la Asamblea General a realizar el mayor esfuerzo dentro de sus atribuciones, para prevenir y combatir este fenómeno que amenaza la paz, la estabilidad y la seguridad nacional.

Es necesario que Uruguay proponga establecer a nivel de ONU, un sistema mundial de información y una red de recopilación y transmisión de datos para hacer más eficiente el combate contra el terrorismo.

Para ello se propondrán ante ONU todos los instrumentos legales a nuestro alcance para recuperar la seguridad de las naciones y de sus ciudadanos.

Todos los aspectos del terrorismo constituyen crímenes contra la humanidad, el terrorismo es la forma más brutal de la anulación de los derechos humanos, por lo que no debemos ser cómplices silenciosos de las actividades de la más triste y aberrante profesión de nuestro planeta.

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