Por Israel Rabinowicz.-

Cuando aún, por las diferencias horarias, en gran parte de los países que son receptores de mis comentarios se estaban levantando copas con whisky, champagne, vino o simplemente zumo de frutas festejando el fin de un año y el comienzo del otro, cuando los buenos deseos que acompañan a los brindis y los especiales menús estaban en su plenitud, aquí en Israel, en el corazón de Tel Aviv, en plena calle Dizengoff, internacionalmente la más conocida, no existe turista que no la haya recorrido y la recuerde como su punto de referencia de sus visitas a Israel, quién no disfrutó de un tradicional falafel en alguno de sus numerosos restaurantes y cafés que bordean dicha calle, ya se había concretado el primer ataque terrorista del año, tres muertos y más de 30 balas dejó desparramadas en la zona.

Lo insólito, el atacante logró escapar, luego de su identificación, un ciudadano árabe israelí a quien su propio padre denunció antes las autoridades policiales cuando su foto fue expuesta por la televisión, se conoce que, junto a su arma automática, es portador de otras varias decenas de balas.

Es obvio que las reacciones son inmediatas, un terrorista asesino circula suelto en Tel Aviv o alrededores, hasta que su detención se produzca más del 50% de los padres no envían a sus hijos a los jardines de infantes y colegios, la actividad comercial está reducida drásticamente, el que no tiene necesidad obligada de llegar a la capital comercial y financiera de Israel no lo hace, el temor es válido y entendible.

Son ya más de 110 días que comenzó ésta intifada de los cuchillos, de los jóvenes y de las mujeres, aunque desde el gobierno se nieguen a utilizar la palabra intifada para reflejar la ola de atentados, los efectos son iguales o peores que las anteriores, a nivel turístico las bajas son muy significativas, en ése aspecto Jerusalém es una ciudad fantasma, no menos lo son Nazareth y otros tradicionales puntos del clásico circuito turístico. En el sur, en el punto extremo de Israel tampoco escapa Eilat a esta atmósfera negativa, con las amenazas de ataques desde el Sinaí por beduinos que actúan en nombre de algunos de los diferentes grupos terroristas, los hoteles con menos del 30% de ocupación cuando años anteriores para las mismas fechas triplicaban dicho porcentaje, los reclamos por compensaciones económicas ya llueven sobre las oficinas responsables.

Este último atentado puso a todos los canales de televisión y demás medios de comunicación a trabajar a full en directo con cientos de horas de transmisión, el desfile de analistas para todos los gustos, ministros, militares en actividad y retirados, generales y especialistas en seguridad que circulan por los diferentes platos para lanzar teorías que nada concreto dicen, para el firmante de éstas líneas hay algo seguro, aunque no haya sido la intención original, ya nacieron otros cientos de potenciales terroristas dispuestos a inmolarse, el contagio es rápido, para el que está dispuesto a inmolarse todo éste ruido periodístico es una gran triunfo personal que intentarán repetir o mejorar.

A las anteriores intifadas había hilos conductores que llegaban a determinadas organizaciones, ésta es mucho más difícil y complicada porque son reacciones individuales casi imposibles de detectar con anticipación, luego que se producen aparecen comunicados de muchos grupos asumiendo la autoría y llamando a nuevos atentados.

Hasta ahora Hamas y Hisballa competían por ganarse los laureles, por incitar a que se produzcan masivos ataques suicidas, ahora para sorpresa de muchos apareció en persona el propio líder del Daesh, del Estado Islámico, Abu Bakr al Baghdadi llamando y advirtiendo a Israel sobre fuertes ataques que lanzarán sobre su territorio, según fuentes de inteligencia extranjeras son casi 1000 los integrantes de dicha fuerza que desde Siria merodean y se acercan cada vez más a las fronteras en el Golán.

El calendario indica que enero es en Israel pleno invierno, todo indica que el calor se adelantó para quedarse…

Hasta la próxima.

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