Por Jorge Azar Gómez.-

Estimado Presidente;

Leyendo su libro ‘Retratos de la Memoria’, encuentro en él muy oportunos análisis sobre las figuras que fueron y son referencias en nuestro Uruguay.

Concuerdo -en general- con sus conceptos pero, en los referentes al Presidente Pacheco Areco, con todo respeto, debe permitirme Usted discrepar.

En relación al Pacheco Areco, lo califica Ud. de »reo oculto de buena familia’ y ‘personaje gardeliano’. Dijo que encarnaba la dicotomía de ser un ‘hombre de los muchachos y la noche’, pero también el profesor de idioma español que escribía sus propios discursos en un ‘lenguaje castizo, extraordinariamente pulido’ -recuerdo que echa mano Ud. de esta descripción. Solo le faltó exponer el colorido sentido del humor que caracterizaba a Pacheco, su firmeza a la hora de tomar decisiones, y su destacable patriotismo -que lo llevó a poner su experiencia y su fuerza política a las órdenes del conjunto de los presidentes asumidos luego de 1985. Sin embargo, y más importante, olvidó Usted de mencionar fue su honradez inmaculada: recuerde que Pacheco falleció dignamente y en la pobreza, viviendo exclusivamente de su jubilación, sin propiedad alguna, sin ‘chacras’ y, ante cada oportunidad en que debió trasladarse al exterior, lo hizo para poder vivir con más holgura de la que podía tener en Uruguay.

Pacheco fue investigado por los militares que asumieron el poder tras la caída de Bordaberry, y también estuvo bajo la lupa de los ‘expertos’ que asesoraban a los tupamaros; ninguno de ellos encontró algo para poder señalar la honesta gestión de Pacheco, honestidad que Ud., Dr. Sanguinetti, puede avalar. Conforme ejerció Usted como Ministro de Educación y Cultura de aquél.

Incluso he de coincidir con Usted en los conceptos sobre el presidente Pacheco Areco; mas no me es posible hacerlo cuando afirma: ‘Si no hubiera habido ni tupamaros ni secuestros, Pacheco no hubiera existido nunca. Hubiera sido otro presidente muy distinto. Pero los presidentes que les toca la guerra quedan marcados por una guerra’.

Entiendo, Doctor Sanguinetti -y le recuerdo que me expreso con el mayor de los respetos- que llegó Usted a ser Presidente de la República en dos oportunidades gracias al legado de Pacheco y, de no haber sido por la acertada y firme política de Pacheco contra los tupamaros, los robos, asesinatos y secuestros ejecutados por la organización terrorista, Usted, Dr. Sanguinetti, jamás se hubiese convertido en el encumbrado referente político que hoy es. De no haber sido por Pacheco -pocas dudas quedan-, los tupamaros hubiesen tomado el poder por vía de las armas, y otra sería su historia, estimado Doctor, y la de la República Oriental del Uruguay.

En definitiva, Ud. pudo alcanzar la Presidencia porque Pacheco derrotó a la guerrilla tupamara; supo conducir el país con firmeza y haciendo gala del más elevado espíritu democrático; se negó en forma permanente a las propuestas que recibía de gobernar por fuera de la Constitución y de no llamar a elecciones. A tal efecto, habremos de recordar que fue el presidente Pacheco quien determinó la prerrogativa de jamás negociar con el terrorismo.

Asimismo, Doctor Sanguinetti, entiendo que el Partido Colorado jamás valoró apropiadamente la figura de Pacheco, quien supo ser graviado y agredido verbalmente por cuanto aspirante colorado aparecía en una tribuna; desconociendo los valores de aquél. Un lector desprevenido puede rescatar de sus expresiones que Pacheco fue obra de los tupamaros, que él los inventó y, al decir de la izquierda, era un ‘boxeador’ (reo, gardeleano y hombre de la noche) que había llegado al poder por conspiraciones ocultas y que los tupamaros finalmente contribuyeron a engrandecer su figura.

Esa suerte de ‘caricatura’ de Pacheco que Usted presenta en su trabajo ha sido, la que hizo que un pueblo lo votara y que se haya convertido -en la opción de su reelección- en el candidato más votado en la rica historia de nuestra Nación.

Acaso debiera analizarse, de no haber sido acertada la reelección de Pacheco y el error del grupo político (que Usted integraba en su momento), de no apoyarla. Nos hubiésemos ahorrado muchos dolores de cabeza, y no pocas muertes y desapariciones.

Presidente Sanguinetti: reafirmo que enumero estas discrepancias con el mayor de los respetos por su integridad intelectual, sabiendo que Usted, como hombre de bien, como gran colorado y como antiguo ministro de Pacheco Areco, jamás intentaría denostar su figura. Aunque nunca sobra aclararlo ante la opinión pública.

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