Por Elena Valero Narváez.-

El totalitarismo está en la puerta de Venezuela y a punto de entrar para dominar a la sociedad civil que heroicamente se le resiste.

El ex presidente Chávez y luego Nicolás Maduro iniciaron el camino hacia una sociedad totalitaria cuyos rasgos distintivos podemos vislumbrar ya en ése país. Se ha querido imponer una doctrina nacional a toda la población. Se ha controlado la educación para difundirla y se intenta hacerlo con la familia y la mente de los venezolanos.

Una extensa fuerza de seguridad tiene el poder necesario como para forzar, secuestrar, encarcelar y asesinar si es necesario para lograr los fines del gobierno. También se intervienen todos los medios de comunicación para silenciar completamente a la opinión pública. No termina allí la cosa. Como en todos los totalitarismos ha destruido la economía de mercado. La propiedad privada tiende a desaparecer en los hechos.

El partido del gobierno actúa como partido único que transmite y custodia la doctrina ultra nacionalista y forma a la oligarquía burocrática dominante. También ha manejado la farsa de las elecciones. El Gobierno está por encima de la juricidad, su voluntad es la ley. Es por ello que el mundo observa las arbitrariedades de un presidente que llegan al ridículo en sus declaraciones.

Y el método para desmayar la defensa psicológica de las personas es la represión y el terror. Se ha implementando en Venezuela: los últimos pasos para que la dictadura lleve al totalitarismo o sea “todo dentro del Estado, nada fuera de él”.

Pero todavía hay reservas para intentar el retroceso del Estado a niveles tolerables que permitan abrir una senda hacia la libertad. Esa reserva son los líderes democráticos que unieron a la oposición para rechazar al régimen y conseguir ayuda del mundo democrático para evitar la pérdida total de la libertad y con ello la dominación de la sociedad civil.

El gobierno ha respondido convocando a una Asamblea Nacional Constituyente sin el voto universal con el fin de evitar las elecciones y modificar la Carta Magna según le parezca.

Todos los días la gente sale a la calle, sin armas, pero unidas por un sentimiento común: la libertad de elegir su destino personal. No se ha olvidado en Venezuela qué significa vivir en democracia.

También las necesidades más elementales la han movilizado. La economía dirigista e intervencionista del socialismo del siglo XXI ha fracasado, como en todas partes del mundo; las consecuencias son las que sufren los venezolanos: hambre, miseria, falta de lo elemental para vivir.

Los gobiernos democráticos tienen la obligación de ayudar a quienes están arriesgando sus vidas en Venezuela a instaurar instituciones democráticas. Y los venezolanos debieran aprender de la experiencia evitando en el futuro dictaduras electivas, y confiar más en las instituciones que en los hombres.

Ya se debiera estar pensando en el día después. Tienen problemas difíciles de resolver. Hay que cambiar el rumbo. Les esperan sacrificios que solo con un buen plan de gobierno, que contemple volver a amigarse con el mundo y reconstruir los pilares de la democracia: la opinión pública, el sistema de partidos, y el mercado del voto, podrán solucionarse. Este sistema a pesar de sus imperfecciones, permite fuerzas sociales que ponen vallas al avance del Estado y conduce a mecanismos democráticos para regular los conflictos que inevitablemente se producen.

La situación venezolana refleja la necesidad de educar en colegios y universidades sobre el veneno que insuflan los populismos con sus cantos de sirena que promueven políticas antiliberales y condenan el individualismo, concepción de la vida que incentiva a la persona autónoma, responsable y libre, aunque no niega una conducta cooperativa y participativa.

Esperemos que el mejoramiento de la justicia y el desarrollo de la acción electiva lleguen pronto y permita salir de la retrogradación trágica en el plano político, económico y ético a Venezuela.

Share