Por Carlos Tórtora.-

La condena de doce años de prisión a Lázaro Báez por la causa de la ruta del dinero K se proyecta sobre tres expedientes que tienen como principal imputada a Cristina Kirchner: Hotesur, los Sauces y Vialidad. El dinero lavado por Báez y su equipo provendría de esos tres lugares y se puede decir que con esta sentencia CFK se acercó más a una condena, por lo menos en Vialidad.

Pero el fallo tiene diversas implicancias. Desde la lógica del oficialismo, el pronunciamiento judicial le termina dando la razón a la vicepresidenta por lo menos en un punto: ella advirtió que se venía una maniobra judicial en su contra y esto efectivamente ocurrió, aunque no sea en realidad un episodio del llamado lawfare. El gesto de independencia judicial que significa la condena a Báez puede muy bien inducir al gobierno a la conclusión de que hay que endurecer la mano con la justicia. Días atrás se conoció otro fallo ratificando la condena contra Milagro Sala y en este caso fue la Corte la que se pronunció, casi simultáneamente con las críticas de Alberto contra el alto tribunal.

El hablador

En el entorno de Cristina reina el convencimiento de que el presidente habla y critica a la justicia pero no piensa pasar a la acción. La condena a Báez es un excelente pretexto para presionarlo más. Pero la realidad es más compleja: el proyecto de ley llamado pomposamente de reforma judicial, que fuera sancionado por el Senado, duerme ahora en un cajón de la Cámara de Diputados y nadie sabe explicar el porqué, aunque todos miran a Sergio Massa. La hasta ahora frustrada ley crea el fuero federal porteño y diluye en alguna medida el poder de Comodoro Py.

Volviendo a la condena a Báez, la misma también enciende una luz para la oposición. Si siguiera tomando fuerza la mano dura en las causas por corrupción, esto crearía en la opinión pública una ola favorable a Juntos por el Cambio, metiendo a la corrupción en el centro del debate de la campaña electoral.

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