Por Carlos Tórtora.-

Ayer, el principal adversario con poder institucional que tiene el gobierno, el presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti, dejó trascender que planea poner a disposición de sus colegas su renuncia a un nuevo período como presidente del tribunal, el que comenzará en enero del año próximo. Lo haría el martes de la semana próxima, en la reunión plenaria de la Corte. La lectura política que trascendió en tribunales es que el jurista, que viene demostrando hace rato su cintura política -y sus ambiciones- habría organizado un “operativo clamor”. Esto es, que sus escasos colegas en la Corte, Elena Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda, se nieguen a aceptarle la renuncia y le pidan que la retire. Como es sabido, con la renuncia de Eugenio Zaffaroni y el fallecimiento de Carmen Argibay y Enrique Petracchi, el tribunal quedó reducido a cuatro miembros. El que falta mencionar es el nonagenario Carlos Fayt, cuyo débil estado de salud es justamente la base de una grave acusación que Horacio Verbitsky deslizara en su columna del domingo pasado en Página 12. Concretamente, el ideólogo mayor del kirchnerismo escribió: “se sostiene que la reelección del presidente de la Corte fue firmada por sus ministros el martes 21 (de abril), “en la Sala de Acuerdos del Tribunal” y “frente a la próxima conclusión del mandato”. El mandato recién terminaba a fin de año, y el débil trazo parecido a la que fuera la firma de Carlos Fayt no fue hecho en la Sala de Acuerdos sino en su domicilio de Recoleta, hasta donde le llevó la resolución el titular de la Secretaría 5ª de la Corte, Cristian Sergio Abritta. Dado su deterioro cognitivo, Fayt no está en condiciones de estudiar ningún expediente, tarea que delega en sus colaboradores. Nadie en la Corte ignora esta situación, que Lorenzetti admite en diálogos privados pero oculta del escrutinio público”. En otras palabras, Verbitsky plantearía que Fayt firmó su aprobación a la reelección de Lorenzetti no estando en pleno uso de sus facultades mentales. Todo un tema, teniendo en cuenta que las circunstancias de esta reelección no arrojan un saldo favorable para el jurista de Rafaela. No existe explicación política ni jurídica que justifique que la elección del presidente de la Corte para el período 2016 se realice en abril del 2015 y no a fin de año como es de práctica. Este método anticipatorio fue aprovechado por Aníbal Fernández para censurar a Lorenzetti. Para colmo de males, éste se encuentra ejerciendo la presidencia del alto tribunal desde el 2007. O sea que va por su tercera reelección, lo cual no se compatibiliza con la idea republicana de la necesidad de alternancia en el poder para evitar el personalismo al cual es tan afecto el gobierno.

A esta vulnerabilidad política se le agregó que trascendió días atrás que el presidente de la Corte podría ser convocado como compañero de fórmula de Sergio Massa. El episodio de la reelección se dio en el marco de una victoria importante de Lorenzetti sobre la Casa Rosada al declarar la Corte inválida la lista de conjueces elegidos por el Gobierno, y desbaratar así el intento oficial de ampliar de cinco a nueve el número de integrantes del tribunal. Ante la falta del apoyo de los dos tercios del Senado, el Gobierno se proponía ocupar las vacantes con conjueces. Actualmente, está vacía la silla que dejó con su retiro en enero Raúl Zaffaroni y el oficialismo suspendió el tratamiento en el Senado del pliego del candidato de CFK, Roberto Carlés, ante la perspectiva de que éste no contara con los dos tercios de los votos necesarios.

Equilibrio muy inestable

Así las cosas, un análisis estricto de la situación interna de la Corte señala que, aparte de la situación particular de Fayt, Highton se encuentra con serios problemas de salud y que Juan Carlos Maqueda debería cuidarse de una afección cardíaca, lo que hace aún más notorio el rol dominante de Lorenzetti.

El caso es que éste habría efectivamente sondeado sus posibilidades de integrar una fórmula presidencial. El crecimiento de Mauricio Macri en las últimas semanas desvalorizó la importancia de una oferta de Massa. Pero la hipótesis de una fórmula de Lorenzetti con Macri es por ahora prácticamente inviable, ya que la aliada de este último, Elisa Carrió, es una denunciante crónica del primero, al cual acusó de haber realizado varios pactos espurios con Cristina. Una aproximación entre el jefe de gobierno y el titular de la Corte podría producir entonces una crisis inmediata en la triple alianza que componen el PRO, la UCR y la Coalición Cívica.

Con estas limitaciones a cuestas y el cronograma electoral a toda máquina, la estrategia de Lorenzetti pasaría por fortalecerse como presidente de la Corte. De ahí que el adelantamiento de su reelección fuera la forma de arrebatarle al presidente que asuma el 10 de diciembre la posibilidad de influir para que haya otro presidente de la Corte. Mientras mantiene su pulseada con el gobierno e intenta conservar su poder con el próximo gobierno, Lorenzetti dedica buena parte de su tiempo a dar conferencias sobre el nuevo Código Civil y Comercial, de cuya reforma fue el principal impulsor. Su Código comentado es, desde ya, de compra obligatoria en el mercado jurídico. En cuanto a la entrada en vigencia de la reforma, el jurista está tratando de apurar los tiempos.

En este panorama, cuenta decisivamente la campaña electoral, que sería una caja de resonancia potenciada en caso de que el cristinismo y Lorenzetti entren en crisis. Daniel Scioli, consciente de que la reanudación de la guerra entre ellos perjudicaría electoralmente al oficialismo, estaría tratando de que la Casa Rosada congele sus conflictos con la Corte hasta las elecciones del 25 de octubre. Algo que depende de la extrema sensibilidad de CFK, que percibiría cada vez más que su estilo aguerrido conspira contra la necesidad del gobierno de recuperar votos moderados, para poder soñar con un triunfo en primera vuelta o, en última instancia, en el ballotage. Si se diera esto último, la clave estaría en atraer al grueso de los votantes peronistas que siguen a Massa y que, en caso de ser Macri el contendiente del gobierno, se resistirían visceralmente a votarlo.

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