Por Jaime Miguel Ossa.-

El General británico John Whitelocke fue juzgado por su derrota en Buenos Aires en la segunda invasión inglesa del año 1807. El resultado de ese juicio fue su baja con deshonor del Ejército, lo que marcó una gran diferencia con los responsables de otras derrotas militares inglesas.

Esto motivó que el General Whitelocke le comentara a su amigo, el Almirante Ashley: «No existe una justicia única. Todo depende de quiénes sean los jueces, de quiénes ocupen el banquillo de los acusados y de las circunstancias que rodeen a estos acusados».

Tengo un amigo que es marino argentino, quien lamentablemente ha sido juzgado por acusaciones falaces relacionadas con la lucha antisubversiva y a quien se le puede aplicar este dicho del General Whitelocke.

Los jueces han basado la condena, que todavía está sujeta a revisión, en acusaciones de los fiscales que se apoyaban en revistas, libros narrativos, sin ningún sustento reglamentario y sin ningún testigo que lo inculpara.

Por su parte, mi amigo basó su defensa en reglamentos, doctrinas y planes, todos ellos de incuestionable valor documental. Tuve la oportunidad de leer la acusación y la defensa, lo cual me permite emitir estas opiniones sobre el comportamiento de la justicia.

Además, increíblemente, le denegaron la posibilidad de que las cuatro personas (incluidos dos civiles) que trabajaron con él en la época de los hechos declararan en el juicio. Ni siquiera los jueces permitieron que la propia Marina Argentina informara de quién dependía el lugar donde presuntamente se cometieron los hechos.

No soy un experto en leyes pero creo que es elemental permitirle a quien se dice inocente que lo pruebe. Y quién mejor que quienes pasaban todo el día con él para que manifiesten lo que hacía. Pareciera que en Argentina, los más elementales principios del derecho no se aplican a quienes pertenecieron a las fuerzas armadas.

Conozco personalmente desde hace muchos años al Capitán de Navío Enrique de León, y me duele profundamente la injusticia que en su contra se está cometiendo. También me duelen las injusticias que se cometen contra varios de sus camaradas. Y creo que lo peor es el dolor que me produce el comportamiento de la justicia en un país como la Argentina, por el que siento un profundo respeto.

Espero que estas líneas sirvan al menos para que gente que no está en conocimiento de esta tamaña injusticia, la conozca y se preocupe.

No estoy defendiendo a los militares ni reclamando que no se los juzgue. Simplemente quiero poner de resalto que, como ha sucedido reiteradamente a lo largo de la historia, con la excusa de perseguir un fin loable se están cometiendo algunas graves injusticias. Y esto se tiene que saber.

Ni el odio ni la sospecha son razones para negarle la libertad a un argentino.

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