Por Luis Américo Illuminati.-

La magna lección de Jesús el Mesías. Pudiendo nacer en un Palacio de Oro, nació en una gruta donde duermen los animales y pudiendo hacer que todo el mundo viera su gloriosa Ascensión a los cielos, para que nadie dudara de quien era, quiso que sólo lo vieran unos pocos testigos: sus discípulos. Así es Dios y así debe actuar el hombre sabio. Sin estridencias ni grandes boatos. La misión y acción de Jesús actuó lentamente como la levadura que va leudando la masa. Su fermentación es un proceso que tiene varias etapas hasta lograr el horneado. Así crece el Pan Divino en la Tierra. Así lo dijo Jesús en la parábola de la levadura: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado.” (Mateo 13:33). Si bien el hombre tiene metas que cumplir en su camino por la vida terrestre no debe olvidar que su meta final no está aquí abajo. El reino de Dios y su justicia está más allá de las metas humanas. Jesús durante su inicuo proceso que lo llevó a la cruz, le dijo a Pilato: «Mi reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos». Esta reflexión nos lleva a plantear la cuestión si la Argentina tuvo una previa fermentación como necesita la masa, porque hace setenta y cinco años que las horneadas de hogazas vienen saliendo mal. Sale la masa cruda. Y eso es lo que ha prevalecido en el horizonte social y político hasta ahora. El reino del revés. La república anómica, bananera, chabacana. La masa sin levadura. La masa ciega, en tropilla, una estampida de brutos y haraganes que atropellan los derechos ajenos. Sólo valen sus derechos. Una masa pagana, irreligiosa, nihilista, ensoberbecida. El P. Leonardo Castellani (1899-1981) ya lo decía sobre la religión de los argentinos que en su conjunto son una nación «católica-mistonga» -un cuadro que requeriría escribir un libro- que es una especie de cristianismo de tango, un misticismo vulgar que adolece de una incultura religiosa cuya religiosidad frisa la superstición y el fetichismo [San Perón y Santa Evita], practican un cristianismo tan adulterado que frisa la herejía naturalista (deísmo, protestantismo, modernismo) y el clero tan poca fe sobrenatural y formación teológica que su religiosidad es puro fariseísmo y «funcionalismo». La proporción de sacerdotes «funcionales» comparados con los sacerdotes «carismáticos», aunque no se pueda reducir a estadísticas, sabemos que es muy grande. «Intelligenti pauca» (inteligencia pobre). El libro sobre el «catolicismo mistongo» que debiera escribirse, tendría que ser un libro irónico o humorístico. La base podía ser la noticia que trae la «Historia Eclesiástica», cuyo traductor -un botarate ingenuo- que redactó el Apéndice «Argentina» hizo grande ironía sin saberlo, porque cada una de sus eufóricas proposiciones, que pintan el catolicismo argentino como una Jauja sudamericana, pueden leerse irónicamente con gran provecho y no es una cargada. El estado del catolicismo mistongo de nuestro país se parece al estado del cristianismo luterano en tiempo del filósofo danés Sören Kierkegaard, quien tuvo la valentía y la misión de decir en su patria que el «cristianismo» que se practicaba no era verdadero cristianismo. En definitiva, ¿la Argentina es un país católico? Católico mistongo. ¿Quién tiene la culpa de esta regresión religiosa, «neopaganismo» como lo llamó San Pío X. Los malos pastores y los malos gobernantes principalmente. La Argentina es una nación «anómala», es decir, informe. Y cuando un ser es deficiente en su «forma», la culpa la tiene la causa eficiente, no la materia que de suyo es inerte. La causa eficiente de toda sociedad es la autoridad, enseñan los filósofos («Canciones de Militis», Ediciones Dictio, págs.334 a 338). Esto lo decía el P. Castellani en 1954 en carta al Nuncio Apostólico. Han transcurrido 70 años hasta hoy. Y no sólo que las cosas han empeorado, sino que como lo suponía el P. Castellani el colmo sería que tuviésemos un papa argentino. Y ya vemos que no se equivocó, ni siquiera visita su país. Ha dividido más que nunca a los argentinos, ha recibido los corruptos más grandes de la Argentina. Y a los que lucharon para salvarla, defenderla de la guerrilla apátrida, como la dramática frase del historiador Tácito que repite el P. Castellani: «Res servabitur publica, servatores non servabuntur». Se salvará la república, los salvadores no se salvarán (ibid., pág. 94). Si volviera Cristo a la Tierra es probable que echaría a latigazos de la Casa de su Padre a los mercaderes del Templo. Y volvería a rechazar los Palacios de Oro y los bancos internacionales. Y les diría a los sacerdotes y cardenales opulentos: «El que quiere seguir en pos de mí niéguese a sí mismo» (Mateo 16:24). Hay muchos «católicos» que no están enterados que Cristo prometió una Segunda Venida al mundo (la Parusía).

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