Por Oscar Dufour.-

Carlos Manuel Acuña, un grande del periodismo y la vida, coherente con sus principios y férreo defensor de las libertades y la verdad histórica. 

Hace dos años, en la mañana del lunes 14 de octubre de 2013 a la edad de 76 años, nos dejaba el querido Carlos Manuel Acuña. Había nacido en 1937 y desde muy joven abrazó el periodismo, lo ejerció ininterrumpidamente por más de medio siglo, contándolo el diario La Nación en sus comienzos de la profesión como una prestigiosa pluma, que luego se extendió a radio y televisión.

Entre los ’70 y los ’90 el diario La Prensa lo refirió entre sus columnistas más destacados y valerosos, fue allí donde tuve el gusto de conocerlo hace muchos años, en su despacho abarrotado de papeles y fuerte olor a tinta, donde primó una extensa charla que jamás olvidaré, y que fue además un canto a la libertad, a la diversidad y tolerancia, con una frontalidad que no dejó de estar nunca exenta de una amabilidad que lo caracterizaba y un fuerte compromiso con sus ideas, lo cual no le impedía estar abierto al diálogo, con quienes pudieran disentir con él. Me impactó entonces sobremanera, su visión de la realidad y la habilidad con que lograba traducirla en sus notas y artículos periodísticos.

Nos dejó a las nuevas generaciones, la mejor ofrenda que un periodista puede legar, sus editoriales en las distintas plataformas periodísticas que tuvieron el honor de tenerlo como integrante, fue un gran maestro de maestros. También nos dejó un valioso tesoro, elemento de permanente consulta y lectura, sus libros, los que escribió con tanta precisión y pasión, “Por amor al odio” -dos tomos-, donde describe y analiza a las organizaciones terroristas que acosaron al País; “Verbitsky de La Habana a la Fundación Ford “, y “Los traidores” , con los que pretendió no solamente transmitir al lector el contenido doloroso de los años de plomo en la etapa que los analistas denominamos “violencia política”, sino que también deseaba preparar a las futuras generaciones para enfrentar el proceso revolucionario que a su mirada continuaba; decía “sólo la Justicia y la concordia podrá ser la vía que permita alcanzar esa meta”.

En “Por amor al odio” enseñó el setentismo del marxismo y de las organizaciones terroristas infiltradas en el Peronismo, es un verdadero manual que no debe faltar en las bibliotecas de quienes amamos dentro de un revisionismo la verdad histórica. Precisamente en estos Libros y sus Editoriales periodísticas, Carlos reflejó su versión de la “amenaza guerrillera en la Argentina, la autodefensa de parte del Estado, el desenlace de los años recientes, y cuando los revolucionarios de los ’60 y ’70 según su visión, lograron enquistarse en el poder a través del Frente para la Victoria”, y la mejor forma de honrarlo quienes pretendemos ejercer la profesión que nos unió, es ser sólidamente honestos con nosotros mismos.

En una época de nuestra querida Argentina, donde no pocos de distintos signos políticos -dicen que los extremos se tocan- quieren hacernos creer que pensar distinto es conspirar, tanto en el oficialismo como en algunos sectores de la oposición, la “paradoja” es que “hoy” unos y otros pretenden la misma receta de instalar cuando los salpica, que hay “corrupción buena y corrupción mala”, cuando la “podredumbre” es eso y solo eso “podredumbre”, donde los periodistas tenemos la obligación ética y moral de denunciarla sin importarnos como se llame el portador de turno. Cuando les toca, la mayor de las veces un manto de silencio es la respuesta, intentando irresponsablemente con ello desaparecer los hechos del imaginario colectivo, o replican sin sentido su “relato” intentando convencer a la sociedad. Pero si no lo logran, y la inconsistencia es muy evidente, muchas veces pretenden vulgarmente cercenar la libertad de expresión con el “argumento ad hominem”, sin importarles que si te quitan esa libertad, y esto es central, parecería acabarse el espíritu democrático de la República, intentando una y otra vez, la falacia de descalificar la persona del denunciante o adversario, en lugar de refutar sus argumentos, burlándose de este modo groseramente y con total impunidad de toda la opinión pública, actitudes que en muchas sociedades del mundo, son sancionadas duramente en cada acto eleccionario. Ejemplos sobran, y de cuando no son honrados ni siquiera con sus pensamientos, más.

En conclusión: En tramas muy similares en la política vernácula, tan parecidas unas de otras pero con distintos actores en estos últimos 50 años, emergió y se distinguió alzando su voz Carlos Manuel Acuña, un hombre con una valentía digna de imitar, de convicciones firmes y lealtades profundas, jamás detuvo su actividad periodística en defensa de las libertades; su último respiro lo alcanzó aunque enfermo en plena actividad, era el Coordinador General del informadorpublico.com y también dirigía el portal especializado El Tábano. Siempre lo recordamos con mucha emoción y afecto, fue un grande del periodismo y la vida, coherente con sus principios y férreo defensor de la verdad histórica.

Descansa en paz con la bandera de nuestra Patria como insignia.

Te extrañamos Carlos.

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