Los caprichos de la presidente Cristina Kirchner pueden llegar a límites impensados. La gran mayoría de las personas que conocen a la mandataria piensan que su ego no podía llegar a terminar con una “guerra” que se extendió por casi todo su mandato. El acuerdo Clarín-AFSCA para terminar con un capricho de Cristina: su molestia con las imitaciones.

Comenzaba el año 2015 y la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman partía la agenda de los medios de comunicación. La actriz Fátima Florez imitaba como los dioses a Cristina Kirchner pero, tras la muerte de quien fuera el titular de la causa AMIA, decidió no realizar más ese personaje. «Vamos a dejarlo descansar por unos días hasta que se aclare todo», argumentó en su momento, pero nunca más lo volvió a hacer. ¿Cuál es la verdadera trama secreta?

La imitación de Fátima mostraba a la presidenta como una mujer frívola, con gastos estrafalarios: fanática de los zapatos, perfumes y joyas. Una madre que le daba de comer hasta en la boca a su hijo Máximo. Todas estas descripciones hacían que Cristina odiara al personaje que salía en el programa de Jorge Lanata (su enemigo público).

El AFSCA había sido creado para destruir a Clarín. Con Sabbatella a cargo, el Gobierno aceptó el plan de adecuación del Grupo Clarín. Preveía la creación de seis empresas audiovisuales independientes e iba a haber 180 días para concretar la transferencia. Esto nunca pasó y tampoco hubo un gran reclamo de parte del Gobierno para que ocurra. Ahí está la respuesta.

Cristina, cansada de esta performance de la actriz, decidió terminar con la guerra con Clarín para que no la imite más. A cambio dejaron que esto no sea un tema central de agenda para el Gobierno. Fátima lo sabía pero por seguridad habría decidido callar.

Todo termina en el fin de la guerra y hasta se puede ver un apoyo de Clarín al candidato del oficialismo, Daniel Scioli.

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