Por Carlos Pissolito.-

Hay cuestiones que a fuerza de ser machaconamente repetidas pueden adquirir la apariencia de una verdad. Cuando, en realidad, no lo son.

Por ejemplo, se dice y se repite que la guerra contra el narcotráfico está perdida de antemano y que no se puede ganar. Citan en su apoyo, especialmente, el caso de México al que asocian a la proximidad de los EEUU.

Si la verdad es la adecuación de nuestra inteligencia a una situación real. Hay que empezar reconociendo que, efectivamente, la lucha contra las drogas en México es un fracaso. Es más, se podría argumentar que su estudio nos serviría para saber todo lo que no habría que hacer para ganarla.

La estrategia mexicana se basa en la idea muy norteamericana del «descabezamiento». Una que los EEUU viene aplicando desde hace tiempo con cierto éxito. La idea central es muy sencilla: para eliminar una insurgencia, y el narcotráfico lo es, lo que hay que hacer es privarlo de su conducción, mediante el simple expediente de eliminar físicamente a su conducción.

Si bien esta estrategia es vieja y reconoce como su antecedente más lejano a la seguimiento de Emilio Aguinaldo por parte de los ocupantes norteamericanos durante la insurrección filipina a fines del siglo XIX. Es mejor conocida por nosotros por la persecución y muerte de Osama bin Laden y sus lugartenientes tras los atentados del 11S.

Decimos que la estrategia les ha funcionado a los norteamericanos con cierto éxito, porque efectivamente, han conseguido la módica ventaja de no volver a sufrir atentados catastróficos en su propio territorio.

El problema está en sus daños y consecuencias colaterales. En el caso citado, la necesidad norteamericana de eliminar a los líderes de al´Queda los llevó, por ejemplo, a incentivar a liderazgos terroristas rivales como el del Estado Islámico. Con las consecuencias que todos conocemos.

Salvando las distancias esta es la estrategia que emplean los EEUU contra el narcotráfico. Ellos no quieren combatirlo en sus ciudades, donde hay millones de adictos. En función de ello lo hacen mediante sus aliados en los territorios de esos mismos aliados; se lamen éstos Sinaloa,  Caquetá o Rosario.

La primer premisa para ganar una guerra contra las droga es empezar por reconocer que conceptualmente que no se trata de una guerra. Por lo menos en los estrictos cánones establecidos por Carl von Clausewitz. Y que hacerlo es reconocerles a los narcotraficantes y a sus aliados el status legal de combatientes, el cual no se merecen.

Por otro lado, es fallar en la caracterización de la amenaza y, consecuentemente, en su remedio.

Lo segundo es saber de antemano que la nuestra no puede una estrategia «Made in USA». Pues, si a ellos les puede llegar a servir, a nosotros no.

Nosotros necesitamos una estrategia propia basada en nuestra realidad y en nuestras necesidades. Dicha estrategia se debe conjugar a través de los siguientes verbos:

1. Detener: El ingreso y la salida por nuestras fronteras de droga, precursores, personas, aeronaves, barcos, camiones, etc. y de toda cuestión vinculada al narcotráfico.

2. Investigar: La ruta del dinero producto de la compra-venta de drogas ilícitas, pero también de otras actividades diversificadas del narcotráfico como la trata de personas, el tráfico de armas, el trabajo ilegal y la falsificación de productos comerciales.

2. Restablecer: La plena vigencia del Estado y del imperio de la ley en aquellos territorios ganados por el narcotráfico; a saber: villas de emergencia y otros asentamientos ilegales; pero, también, en reparticiones oficiales como la política justicia y las fuerzas policiales y de seguridad, además del querido mundo del fútbol.

4. Recuperar: a los adictos mediante su tratamiento médico y su reeducación.

Lo aquí expuesto dista de ser un plan estratégico. Solo pretende dar una visión inicial de los lineamientos generales de uno efectivo.

Share