Por Rodolfo Patricio Florido.-

Drogas y alcohol. No toman ninguna medida o porque son idiotas, cobardes, inútiles o porque son cómplices. Absolutamente todos saben que, así como estamos, la situación seguirá igual y en mayor o menor escala se seguirán enterrando chicos.

Un ejemplo chico de anteayer. En Bariloche, donde acuden y en donde viven decenas de miles de estudiantes, la Policía de la Provincia de Río Negro con la colaboración de la Policía Federal detuvo una banda integrada por una maestra de colegio. El Juez de Instrucción Federal Walter López Da Silva, dispuso muy rápidamente 2 faltas de mérito, tres procesamientos y, según el diario local “El Cordillerano”, la libertad de todos los detenidos mientras se desarrolla el juicio.

Casi como que se les dijo, sigan vendiendo drogas los próximos años y de paso busquen al que los denunció. No se publicaron los nombres, pero gracias a fuentes internas de los tribunales locales, se pudo averiguar que la maestra procesada por tráfico de drogas y posesión de arma de fuego no declarada, es María Paulina Díaz, maestra en la escuela Primaria 315 del Barrio Malvinas. Tampoco se sabe si se tomaron medidas en el Ministerio de Educación y ni siquiera si volvió a dar clases. Los papás de los niños de primaria tienen derecho a saber que sus hijos están siendo “formados” por una traficante de drogas armada.

Todos nos preguntamos: ¿Para qué sirvió todo el esfuerzo policial de meses? ¿Para qué sirvió el ciudadano que llamó al 0-800-Drogas indicando quienes y en donde vendían cocaína y marihuana? ¿Después nos sorprenderemos si más chicos se mueren? ¿Para qué se le pide cooperación a la ciudadanía si después se libera a los narcotraficantes con tanta celeridad?

Seguramente el Juez optó por alguna norma o rincón legal que le permite tomar esa decisión que; aunque pudiese ser ajustada a derecho, genera muchas dudas, especialmente cuando una docente, “formadora” y “educadora” de niños se dedica a una actividad que, por definición, los destruye. ¿Habría hecho lo mismo el Juez si la maestra en cuestión fuese, como dicen los chicos, la “seño” de sus propios hijos. Y las preguntas se amontonan. Algunas de la peor especie.

La hipocresía social y política

Drogas y alcohol internan chicos todas la noches y especialmente de viernes a domingo. Luego empezarán los pseudo especialistas, periodistas incluidos, que saldrán con grandes frases como… “hay que ir por los peces grandes en lugar de andar deteniendo perejiles”. Una soberana estupidez que cualquier profesional especializado en abordar la Inteligencia previa para los delitos, conoce que el camino se desanda de atrás hacia adelante o si prefieren de abajo hacia arriba. El problema es que la jurisprudencia actual hace que cuando se encuentra un minorista repartiendo se lo deba detener en lugar de seguirlo o estimularlo para llegar al intermediario y luego al mayorista o traficante mayor de drogas. Todo una farsa.

Otro tema es el alcohol, las drogas y los jóvenes. La realidad es que no quieren ni se animan al costo político y familiar de controlar a los jóvenes. Y doy un ejemplo concreto de lo que se puede hacer y no se hace. Con solo hacerles soplar la pipeta y asegurarse que los chicos no ingresen alcoholizados a los boliches, ya estarían disminuyendo brutalmente el consumo de alcohol y las llamadas “previas” en las cuales los chicos llegan desbordados a la noche.

Hoy en día, un distribuidor, supuestamente minorista, prácticamente entra y sale de las comisarías entre las 24 horas y los 10 días. Las investigaciones carecen de recursos y no se permite la figura de los confidentes que algunos llaman “buches” o informantes. De hecho, no son pocos los jueces que desalientan esta práctica y desalientan activamente a las Policías a utilizar ese mecanismo. En otras palabras, es casi imposible accionar contra los grandes narcotraficantes porque las condenas a los minoristas son casi inexistentes y su estadía en algún calabozo no pasa de horas a algunos días. Así, no habrá distribuidor minorista que quiera colaborar con la policía y la justicia porque sabe que igual saldrá libre y que es mejor callar ya que no enfrentará ninguna condena de cumplimiento efectivo que pueda siquiera hacerlo pensar sobre mejorar su situación procesal.

De hecho, cada vez son más los jueces que no permiten la interceptación de los teléfonos fijos y celulares de los sospechados por venta de drogas. Dicen, palabras más palabras menos, que; hasta que no hayan más pruebas ciertas, convergentes y concluyentes, no darán la autorización para intervenir los teléfonos de los presuntos narcotraficantes.

Esto, así, es una auténtica locura y en el Interior del país es peor, mucho peor. Las Policías no tienen los recursos ni las autorizaciones para trabajar con “informantes”, en la gran mayoría de los casos no los autorizan a pedir la intervención telefónica y los recursos humanos propios en ciudades medianas o chicas son insuficientes y es casi imposible hacer tareas de investigación con el personal de calle (Brigada) sin que los narcotraficantes no queden advertidos. Así es imposible que trabajen y la ciudadanía después responsabiliza a los uniformados por la falta de respuesta a los ilícitos.

Así, la mala policía tiene abierto el camino de cooperación con el narcotráfico porque los costos en términos de pérdida de libertad son inferiores respecto a las ventajas económicas que provee el tráfico de drogas, la cooperación o la cobertura de éste.

En tanto que la buena policía, muy probablemente la mayoría, ven día a día como todos sus esfuerzos se esfuman en una maraña de impunidades, limando sus vocaciones y sufriendo el rechazo social que no comprende y no conoce que los esfuerzos de los uniformados naufragan entre inútiles, corruptos y una clase política que se resiste a tomar medidas de fondo para luchar contra un negocio multimillonario que solo es expuesto mediáticamente cuando muere un famoso o un grupo de chicos como el caso en Costa Salguero. Así, despiertan conciencias tardías que se apagarán cuando merme el rating hasta que alguna otra muerte importante o numéricamente redituable, vuelva a activar la alarma periodística para repetirse en argumentos superficiales sin tomar las medidas de prevención y represión indispensables si realmente se quiere salvar a los pibes de la muerte y al país de quedar en manos de empresarios nacidos al calor del lavado del dinero del narcotráfico. Eso sí, abundarán las caras adustas y preocupadas que el marketing televisivo exige. Por lo menos… por un ratito.

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