Por Elena Valero Narváez.-

Las Paso fueron un baldazo de agua fría en pleno invierno. El cachetazo que el Frente de Todos dio en las urnas a Juntos por el Cambio resuena todavía y más porque nadie estaba preparado para tanta diferencia.

Los niveles de pobreza explican el triunfo del kirchnerismo, sin embargo, los mercados esperaban otro resultado, por eso reaccionaron con entusiasmo ante encuestas que presagiaban un segundo mandato del Presidente. Es que el contrincante era mucho peor. Doce años fueron más que suficientes para que muchos no desearan volver a un pasado vapuleador.

Lo cierto es que el susto depreció aún más el peso, y como siempre, los agentes económicos corrieron a vender activos, el riego país se fue a las nubes y el escepticismo por el futuro hizo inclinar la cabeza, una vez más, ante otra oportunidad perdida.

Un segundo gobierno de Mauricio Macri permitía la esperanza, aunque sea mínima, de un cambio de rumbo, aunque fuera inducido por el Fondo Monetario Internacional, que no accedería a reestructurar la deuda sin exigirle al Gobierno las reformas necesarias para atraer las inversiones que, urgentemente, reclamaba la economía para despegar.

Con el resultado electoral se nos congeló la foto de los muchachos de antes. La depresión apareció cuando recordamos a los actores de la película: Cristina, Alberto Fernández, Magario, Kicillof, De Pedro, Máximo, Aníbal Fernández, Boudou, De Vido, José Lopez, Cristóbal López, Lázaro Báez, Luis Ricardo Jaime, D’Elía, Roberto Baratta, Milagro Sala, Fernando Esteche, Carlos Zannini, Fabián de Sousa, la Cámpora… Éste es el pasado que representa la coima, el robo al Estado, las relaciones oscuras con Irán, con los dictadores Chávez, Castro, y Maduro. Si esta gente regresa al poder, de una cosa podemos estar seguros, pondrán sus ojos más en el dinero que en los derechos de los ciudadanos.

No hay sustento político más sólido para un Gobierno que la fe y la confianza que en él deposita la gente y eso se logra con la autoridad moral de quienes ejercen las funciones públicas. ¿Son éstos los hombres que lograran la recuperación nacional?

No todos se acordaron, en el momento de votar de las valijas, el convento, la Rosadita, los caminos que no llevaban a ningún lado, las estancias, autos y otros bienes adquirido por funcionarios con el dinero del Estado, la corrupción en gran escala perpetrada desde el Gobierno. Sólo quienes podían llegar a fin de mes. El gobierno no había cumplido con la promesa de disminuir la pobreza y la mayoría se lo hizo sentir.

La película sigue con final abierto. ¿Cómo será el Gobierno de Fernández & Fernández si ganan otra vez el 27 de octubre con amplia mayoría?

Es muy probable que la recuperación de la economía, venga por el lado del gasto público, aumento de la inflación, el control de cambios y de precios. El Gobierno se reservará las decisiones fundamentales de dónde invertir, la producción será dirigida por el Estado por lo cual aumentará la ineficiencia. Por lo tanto, las relaciones con el mundo desarrollado y democrático se tornarán mucho más difíciles, incluyendo a nuestro más importante socio comercial, Brasil.

Los capitales buscarán países más creíbles, donde las empresas se sientan más seguras lejos del saqueo del Gobierno, serán reacios a venir salvo, tal vez, los de China o Rusia, si se le dan pingues negocios.

Se afirmará la inconducta económica: aumento del gasto público y de la burocracia, del déficit fiscal, sustitución de importaciones, no se ajustará la emisión al incremento de la producción de bienes y servicios, dejarán de cumplir los compromisos internacionales para restablecer el crédito perdido. La vicepresidente se animará, una vez más, a hostilizar con palabras y hechos a EEUU y a otros países que apoyaron al presidente Macri, como también a los grandes empresarios, incentivando el odio a los ricos, para poder esquilmarlos alegremente como lo hizo con el campo, el único sector productivo que crece sin la ayuda del Estado, cuando lo dejan en paz.

Los políticos argentinos no han entendido que no se pueden violar las leyes económicas sin sufrir efectos desfavorables. Van a seguir poniendo parches para resolver la crisis sin preocuparse por sus orígenes. Salvo que ocurra un milagro, como sucedió en los 90, cuando un peronista se decidió a encarar el rumbo hacia una economía capitalista, la pasaremos mal. El final de la película puede terminar en una hiperinflación.

La única manera de salir de las medias tintas es decidirse, cuando pase el susto, como lo hizo Menem, a liberar a economía, acabar con el intervencionismo estatal, reducir el déficit fiscal, contener la inflación y estabilizar el valor de la moneda, dando además coherencia y estabilidad a las medidas económicas destinadas a crear las condiciones adecuadas a una economía capitalista donde las empresas no teman las continuas y arbitrarias modificaciones. Lamentablemente, nuestro país, desde 1943, fue modelado por el estatismo, el dirigismo, el socialismo, el corporativismo, no sólo en la ideología, sino también en la práctica, por eso cuesta tanto un cambio enriquecedor.

Las elecciones de octubre debieran, al menos, restar votos al Frente de Todos para evitar que los Frankensteins puedan jugar con los tres poderes. Hay que lograr, con el esfuerzo y la concientización de la gente, elevar el número de legisladores de la oposición, gente con peso político que puedan cuestionar las decisiones presidenciales, de lo contrario, la política, la economía y las instituciones, estarán condicionadas a sus objetivos. No habrá control sobre un Gobierno que hace pocos años fue una mafia dedicada a esquilmar al Estado. Por eso referentes de la oposición, que no apoyen medidas arbitrarias en el Congreso, son indispensables para evitar el autoritarismo.

Recordemos que la sociedad civil, en la actualidad, no está fortificada por la actividad privada. Hay pocos poderes independientes del Estado que puedan oponerse y dar batalla si se deciden concentrar el poder, cosa que nos convertiría en sus siervos, aumentando la regulación y el control sobre la vida y la acción de los ciudadanos.

Salvar la República y la democracia, de la vetusta monarquía kirchnerista, no es poco, si no garantiza la felicidad, ser hombres completos, algo imposible, nos permite ser libres y elegir cómo será nuestra vida.

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