Momento en que el comandante de la Vta. Brigada de Montaña, Cnel. Mayor Juan Manuel Pulleiro, a la cabeza del desfile (en el mismo campo en el que fueran agraviados con la destrucción del monumento que los recordaba) rinde y hace rendir honores a los combatientes de Manchalá.

Por Mauricio Ortín.-

¡GRUPO ESCUELA, RÍNDASE!

Un 28 de mayo de 1975, cuarenta y un años atrás, poco más de una docena de soldados salteños de la Compañía de Ingenieros de Montaña 5 se encontraba en la localidad tucumana de Manchalá. La presidente de la Nación, señora María Estela Martínez de Perón, les había ordenado defender con la vida si fuera necesario el gobierno que presidía y las instituciones de la república. No tenía opción. El Ejército Revolucionario del Pueblo había elegido el monte tucumano para hacerse fuerte y, desde allí, avanzar hacia la toma del poder por las armas. El país se hallaba en una inequívoca situación de guerra civil. El 19 de enero de 1974, un año antes de firmarse el decreto que ordenó el Operativo Independencia en Tucumán, el ERP atacó la Guarnición militar de Azul. En la defensa fueron ultimados el soldado Daniel González, el jefe de la guarnición coronel Camilo Arturo Gay y su esposa, y secuestrado el teniente coronel Jorge Roberto Ibarzábal, asesinado diez meses más tarde. El 21 del mismo mes, el general Juan Perón, presidente de la Argentina y comandante en jefe de las FF.AA. envió un radiograma a todas las unidades castrenses haciendo expresa su voluntad de procurar todos los medios a su alcance para “… que el reducido número de psicópatas que va quedando sea exterminado uno a uno para el bien de la República.”

Serían las cinco pasadas de la tarde. A la vera del camino los soldados Rodolfo Demayo, Ricardo Carranza y Juan Villalba, en medio que pelan caña de azúcar y hablan de bueyes perdidos, hacen menos largas las horas de Rubén Segura, el centinela de los que estaban adentro reparando la escuela de Manchalá. En ese estar, una camioneta tras doblar en la esquina pasa mientras otra la sigue. En esta, un individuo armado en la compuerta de la caja, al mismo tiempo de al grito de “grupo escuela”, dispara una ráfaga de ametralladora. La primera bala secciona 15 cm del fémur derecho de Segura. Otra hiere a Villalba en una rodilla. En un acto reflejo, contestan el fuego con fuego. De Mayo maldice a su fusil que se traba en el tercer disparo. Los que están dentro de la escuela, que no son mancos, aprietan los gatillos y el combate, al decir de Demayo, se hace “atroz”. El guerrillero chileno Domingo Villalobos (sargento Dago) cae herido de muerte. Irurzún, el que abrió el fuego, se aleja cojeando. Quejidos de dolor, balas silbando, humo y acre olor a pólvora revelan la presencia de la muerte. El cabo primero Gerardo Lafuente se hace cargo del mando y mientras hace un recuento de municiones calcula que los subversivos son, por lo menos 80. No le erra por mucho, son cerca de 120 ¡Hay que rescatar a Segura!, ordena (el soldado que herido y desangrándose está afuera a merced del enemigo). Arrastrándose, Demayo llega hasta él y le ata una soga. César Pardal y Osvaldo Alcalá, en medio de la balacera, lo arrastran hacia el aula. José Romero los cubre con su FAP y luego hace un intento de subir al techo, el fuego enemigo se lo impide. Rubén Flores y Dardo Rojas eligen sus blancos para ahorrar munición. En el fragor del combate, de repente, un diálogo:

El enemigo: -¡Grupo escuela, ríndase!

Los salteños: -¡Vengan a buscarnos!

El enemigo:- Están rodeados, ¡Grupo escuela, ríndase!

Las fieras: – ¡Avancen hijos de puta!

A pocos kilómetros de Manchalá, en la escuela de Balderrama, los soldados Juan Pucapuca, Luis Peñaranda, Aldo Parada y Juan Sulca advierten el tiroteo. No tienen dudas, sus compañeros están siendo atacados. En eso llega el camión que conduce el soldado Ricardo García con el sargento ayudante Serafín Lastra. Saltan al camión y cortando camino y atravesando ríos y cañaverales ya están llegando; son recibidos por fuego enemigo y Sulca sufre dos tiros en el abdomen. Suerte parecida corren a los que llegan desprevenidos en el camión que lleva el mate cocido. Ahí vienen el sargento Soto, el cabo primero Agustín Arroyo y los soldados Roberto y Hugo Ontiveros. Ahora ya son más de veinte los salteños que combaten. No hay contacto entre los que están en la escuela y los que llegaron pero los guerrilleros tienen dos frentes abiertos. En eso, hieren gravemente a Roberto Mamaní. Suboficiales y soldados pelean a cubierto desde los cañaverales. Luis Arce, que llegó en otro camión con Sergio Oñativia, sabe que Mamaní o recibe atención inmediata o se muere, lo carga en el camión y vuela al hospital de Famaillá donde informa el parte del combate. A más de cuatro horas de iniciado, llegan los refuerzos desde Famaillá. Auguran que la peor de las suertes le ha tocado a los que estaban en la escuela. No esperan encontrarlos con vida. Pifian, no hay muertos en propia tropa y el enemigo se ha desbandado dejando muertos, armas, vehículos e información valiosa. La victoria total que pone fin a la aventura del ERP en Tucumán es sólo la primera parte de esta historia.

La segunda, la infame, cuenta que, con la excusa de la “política de Estado” de Derechos Humanos el gobierno de Cristina Kirchner urdió un plan con el objeto de deshonrar y borrar de la memoria dicha gesta. En función de ello ejecutó una campaña mediática de difamación para justificar la destrucción del monumento que inmortalizaba al Combate de Manchalá. Campaña dirigida y financiada desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación que, a través del concejal justicialista de la ciudad de Salta, Martín Ávila, lanzó la falsedad grotesca de que el monumento homenajeaba al “Plan Cóndor” y no al combate. Según este sujeto, la “prueba irrefutable” de semejante disparate era el cóndor representado en el monumento; y, si esta no fuera lo suficientemente convincente, argüía cínicamente que el combate de Manchalá era una reivindicación del “genocidio” del Operativo Independencia. Con semejantes patrañas por fundamento, el kirchnerismo procedió en el 2013 a demoler el monumento al Combate de Manchalá. Ni un solo gobernador (empezando por Urtubey), intendente, legislador nacional en funciones o miembro del poder judicial manifestó el menor signo de protesta ante semejante acto de agravio e ingratitud. Tampoco hombre alguno de la iglesia (Bergoglio incluido). La misma fracción política que hace cuarenta y un años, desde el gobierno de la nación, envió a esos jóvenes los soldados a matar o a morir al monte tucumano es la misma que, otra vez en el poder, ultrajó a los veteranos soldados destruyéndoles el monumento y llamándolos genocidas por haber cumplido acabadamente con esa orden. Canallada por la que dirigente peronista alguno ha mostrado arrepentimiento.

Una de cal. Este 28 de mayo de 2016, aniversario del Combate de Manchalá, en el mismo campo en el que se erigía el monumento, el comandante de la Vta. Brigada de Montaña, Cnel. My. Juan Manuel Pulleiro, ordenó una parada militar magnífica en la que, junto al Segundo Jefe de la Brigada, el coronel Roberto Ibarzabal, rindió e hizo rendir honores a los allí presentes que combatieron defendiendo la democracia y la patria en Manchalá (En buena hora que, entre tanto Bendini, Balza y Milani, por fin un JEFE).

Otra de arena. En bruto contraste a la rendición de honores que en Salta el ejército argentino hizo a los combatientes de Manchalá y a sí mismo, en San Miguel de Tucumán, el Operativo Independencia no ha concluido (“es la guerra, estúpido”) Porque, paradojalmente, mientras los argentinos estén celebrando el 9 de Julio el Bicentenario de su Independencia frente a la Casa Histórica de Tucumán, a pocos pasos de allí se seguirá celebrando también la farsa legal para condenar a los que pelearon por la independencia en el Operativo Independencia. Cosa de locos la de esta Argentina, la de festejar sus doscientos años de libertad persiguiendo a los que pelearon para ganarla y enalteciendo a los que le demandaban:- ¡Grupo escuela, ríndase!

Share