Por Luis Américo Illuminati.-

El Papa Francisco rechazó la baja en la edad de imputabilidad que impulsa el Gobierno

El pontífice deslizó que cualquier reforma del Régimen Penal Juvenil debe enfocarse en la “reinserción” y la “educación”. Su postura coincide con la planteada por la Iglesia local.

La iniciativa del oficialismo para modificar el Régimen Penal Juvenil pretende bajar a 13 años la edad de imputabilidad. En ese marco, el papa deslizó la importancia de considerar la “educación” y la “reinserción” a la hora de llevar a cabo una reforma penal, opinión que deslizó en la audiencia celebrada el pasado lunes con representantes de la Justicia federal, encuentro en el que participaron la jueza Capuchetti (la que instruyó el intento de homicidio contra Cristina Kirchner) y los camaristas Borinsky y Petroni. El papa aprovechó la ocasión para dejar ver su rechazo al proyecto oficialista impulsado por los ministros Patricia Bullrich y Mariano Cuneo Libarona. Por su parte, la Iglesia argentina redactó «un pronunciamiento» en concordancia con la idea de Francisco. A principios de mes, la pastoral carcelaria, expresó: «Consideramos que es necesario un nuevo régimen penal juvenil, que acompañe y promueva integralmente el desarrollo de los menores, pero sin bajar la edad mínima de imputabilidad”.

Con todo el respeto que se merece el Papa, la pregunta que forzosamente se impone -teniendo en cuenta que el Dr. Eugenio Zaffaroni, padre del garantismo de los criminales es Asesor del Vaticano- es cuál es el camino correcto que él sugiere que hay que seguir para evitar que mueran todos los días numerosas víctimas asesinadas por menores que son fríos delincuentes. Es muy fácil decir «educación» y «reinserción», meras palabras, conceptos vacíos que nada significan en un medio donde la inseguridad es moneda corriente. Rige la ley de la selva. Nadie está a salvo. ¿Acaso el Papa se solidariza con los hijos huérfanos de las víctimas de estos asesinos, los cuales trabajan con bandas peligrosísimas de adultos? ¿Existe una pastoral para esos niños? Con estas desafortunadas declaraciones Francisco está haciendo «acepción de persona» (discriminación), dando prioridad a unos sobre otros. Con su actitud realiza una injerencia paralegal en la política criminal argentina amparado en la influencia y peso que su dignidad eclesiástica le brinda y así entorpece la labor de un gobierno que intenta acabar con el delito como plaga social. Por el contrario, debería apoyar la iniciativa como una forma de demostrar que le interesa toda la sociedad y no la conveniencia de temibles «fieras» humanas que ni él ni ningún cura podrá convertirlos en buenos ciudadanos o fieles cristianos. A decir verdad, eso es pura hipocresía demagógica. Además, Bergoglio desde que asumió como máximo pontífice de la Iglesia ha tenido dos listas. Una de réprobos y otra de «amigos». Desde su asunción ha estrechado relaciones con líderes totalitarios (de Cuba y Venezuela), y toda la runfla de sinvergüenzas del peronismo desde Cristina y demás sátrapas, sus hijos, entenados y militantes aliados de la izquierda. Hasta Lijo lo visitó hace unos años. En unos días recibirá a la CGT, corporación peronista y golpista por naturaleza cuyos líderes y dirigentes son vitalicios, multimillonarios enriquecidos a costa del sacrificio de los trabajadores. Lo que menos les interesa a ellos es el bien común o la «justicia social», caballito de batalla que vienen usando en sus proclamas, marchas y conspiraciones. Abusos estos que Bergoglio no desconoce. Por lo cual debería tomar cierta prudente distancia, y si no lo hizo hasta ahora es porque esa runfla es de su simpatía. Su antecesor Benedicto XVI dijo en una ocasión: «Pronto tendremos sacerdotes reducidos al papel de trabajadores sociales y el mensaje de fe reducido a una visión política. Todo parecerá perdido, pero en el momento oportuno, precisamente en la fase más dramática de la crisis, la Iglesia renacerá. Será más pequeña, más pobre, casi catacumba, pero también más santa. Porque ya no será la Iglesia de los que buscan agradar al mundo, sino la Iglesia de los fieles a Dios y su ley eterna. El renacimiento será obra de un pequeño remanente, aparentemente insignificante pero indomable, pasado por un proceso de purificación. Porque así es como obra Dios. Contra el mal, un pequeño rebaño resiste».

Para Bergoglio las cosas son blanco o negro cuando le conviene políticamente, y cuando no, su discurso es un prisma multicolor, lo cual puede ser bueno, pero es malo cuando es la excusa para estrechar lazos con el populismo y el comunismo (dos caras de la misma moneda). El rumbo -de corte netamente progresista- que Bergoglio le ha impreso a su ambiguo pontificado debilita la unión de los argentinos y fomenta su división. Bergoglio se niega a asumir un «tertium quid», esto es una posición o punto de vista que no sea la ya apuntada. Un papa tiene que ser imparcial, magnánimo, nunca tiene que premiar y contemporizar con los lobos. No está para nada bien, esto contradice la piedad cristiana y el perdón demonizar a los presos a los cuales unos llaman genocidas y otros los consideran defensores. En tal sentido se pronuncia Oscar García. «La Iglesia y los presos políticos«.

Se supone que la misericordia debe llegar a todos y no a un sector que es de su preferencia: la izquierda y anatematizar a la derecha. El comunismo y el modernismo han sido condenados por varias encíclicas que Bergoglio se empeña en ignorar. Estas ideologías son cantos de sirena que llevan a quienes las escuchan a estrellarse contra las rocas del estrecho desfiladero. Si bien la fe no es enemiga de la razón, Francisco ha colocado a ambas en franca controversia. El buen juicio o sana razón no se aviene con un falso sentimiento de humanitarismo, interfiriendo en el poder del Estado en pro de una delincuencia juvenil, que igual en crueldad a los adultos, poniendo de ese modo en desamparo al resto de la sociedad cuyos miembros tienen que vivir en el peligro y en terror de saber que un pibe de 13 años mate al primer ser humano que se le resista y luego si es aprehendido se lo considere sujeto inimputable por su minoridad. Dejar las cosas así es un despropósito. Con estas excepciones a los menores se les otorga una «licencia para matar». El Código Penal de la Argentina está completamente desactualizado, fue sancionado en 1921(Ley 11.179). Un menor adolescente de 16 años o 14 años de esa época no vivía la tenebrosa realidad criminal del presente. El límite de 16 años para la imputabilidad de los menores data de 1980.

En el proyecto del gobierno libertario se propone la baja de la imputabilidad a la edad de 13 años, lo que no parece irrazonable, en los casos que cometan delitos con pena mayor de 15 años o más. Y a los de 16 y 17 se los juzgará cuando el delito cometido tenga pena de 3 años o más. Se prohíbe la reclusión perpetua. ¿Entonces, ¿dónde está la injusticia? La injusticia reside dejar que fieras humanas, pibes que se drogan y matan a un ser humano sin ningún remordimiento ni conciencia del bien y del mal. Son los signos de los tiempos.

El gobierno argumentó el pedido de bajar la edad de imputabilidad, justificando que «los delitos cometidos por menores de 16 años quedan impunes». Asimismo, sumaron que «esta circunstancia genera una situación de injusticia, que perciben tanto las víctimas como la sociedad en general» y que «es imperativo que nuestro sistema legal asegure que aquellos que cometen delitos sean responsables por sus acciones». Este proyecto lo hacemos colectivamente.

En los fundamentos del proyecto, el Gobierno señala que «la situación de los menores en conflicto con la ley penal es uno de los graves problemas que hoy atraviesa la sociedad argentina y su abordaje requiere una solución integral que contemple no solo la cuestión punitiva, sino también medidas estatales que acompañen al adolescente con el objeto de que obtenga un futuro con integración social y trabajo, comprensión y arrepentimiento por la conducta punible perpetrada». «En este sentido, cabe destacar que la Ley N° 22.278, actual Régimen Penal de la Minoridad, sancionada en 1980, no responde a los principios reconocidos en la Constitución Nacional y en la legislación internacional, respecto del menor que ha infringido la ley penal», agrega. En ese sentido, apunta que «por ello que resulta indispensable sancionar una ley especial que regule la materia e incorpore los referidos principios, adecuada a nuestra realidad social». En tanto, indica que, desde la sanción de la ley penal juvenil, «el mundo, nuestra realidad, los adolescentes, su actuación y la comprensión de la criminalidad de sus actos han sufrido grandes cambios, lo que trae aparejada la necesidad imperiosa de practicar una reforma legislativa que se corresponda con la situación actual de los adolescentes – muchos de los cuales han sido incorporados a bandas criminales- y con las necesidades de la sociedad».

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