Por Luis Alejandro Rizzi.-

Nadie podría ignorar que se respira un mejor aire en la República y ese clima de tensión y controversia que usó el “kirchnerismo-kristinismo” como método de acción partidaria se diluyó mucho más rápido de lo que la mayoría pensábamos.

El “kristinismo” que en definitiva absorbió al “kirchnerismo” no pudo con el “peronismo clásico” y fue precisamente este sector político el que lo calificó como una patología epidémica de la que había que sanar y desinfectar.

Para los “kristinistas” esa reacción, diría sanitaria o higiénica, fue calificada como “traición” y el peronismo por boca de Diego Bossio respondió que “es hora de debatir, no de obedecer”.

Es evidente que el “peronismo” entendió que también sigue siendo gobierno en varias provincias y que su oposición en cierto modo debería ser “COLABORATIVA”. Sergio Massa fue el primero que lo entendió y luego varios dirigentes podríamos decir que tomaron nota de la tendencia que pretendió imponerle Perón a su partido a partir de 1973 cuando provocó la renuncia de Héctor Cámpora cuando aún no había llegado a los 50 días de gobierno.

Hoy el peronismo intenta vertebrarse como un partido político y el “kristinismo” quedará reducido a ser una mera fuerza de choque sin perjuicio que “ella” aun mantendría un núcleo duro de votantes que oscilaría entre un 20 y 25% del electorado y quizás convoque a lo más rancio y anti-sistema de la izquierda.

“Cambiemos”, ya aclaré antes que obviaré hablar de “macrismo”, en estos 60 días se ha debido hacer cargo de un estado vaciado, inútil, superpoblado, víctima de la korrupción, cooptado por el narcotráfico, amén de una sociedad anómica, hechos que se repiten no solo en el estado nacional sino en el de la Provincia de Buenos Aires que según comentan en la intimidad varios dirigentes, era imposible ganar. Claro era impensado suponer que Aníbal Fernández sería el candidato de Scioli, a su pesar.

El “kristinismo” nos debe servir de experiencia para advertir que la sumisión u obediencia debida, la falta de ejercicio de la crítica, la virtud más excelsa del ser humano como me explicó el padre Leonardo Castellani cuando aún no había cumplido 18 años, conducen al infierno ya que como dicen los Evangelios, “…el camino al infierno esta sembrado de buenas intenciones…”. Por eso muchas veces terminan procesados y presos por su relación con la política mucha gente a la que calificamos de “buenos tipos” que creyeron que “hacer política” era simplemente obedecer.

Es común que los disculpemos diciendo “pobre tipo se quedó sin un mango y mirá lo que se tienen que aguantar…”

Noto en “cambiemos”, en especial en las segundas líneas brotes de soberbia y de complejo de superioridad, y así hay funcionarios de esos niveles que no responden, al igual que los anteriores, que obvian emitir opinión u opinan trivialidades intrascendentes.

Estas observaciones pretenden enderezar el crecimiento del árbol, antes que resulte tarde.

Para terminar con esta cuestión creo que “Cambiemos” debe generar nuevos usos por eso creo que fueron errores groseros, recurrir a las DNU además sin haberlos dictado en Acuerdo de Ministros, como lo exige la constitución, la pretensión de designar jueces de la Corte Suprema por decreto e incluso no convocar a sesiones extraordinarias. Digo esto porque “Cambiemos” debe demostrar “autoridad” que es sinónimo de “ejemplaridad” y “sabiduría”. Las picardías y la prepotencia bastante daño nos han hecho.

“Cambiemos” tuvo aciertos, aunque a veces podría parecer que la dosificación de las buenas decisiones es lenta y ello ocasiona la reacción facciosa de los rivales y alienta la tibieza de los aliados.

Maquiavelo hablaba de la incredulidad de los hombres, quienes “en realidad nunca creen en lo nuevo hasta que adquieren una firme experiencia de ello”.

La lentitud en la toma y ejecución de las buenas decisiones disimula la gravedad de las cuestiones heredades, como el desorden de los precios relativos, la calamidad de las economías regionales, los problemas energéticos, la inflación, el desorden social, la mala calidad de la educación, la precariedad de los servicios de salud pública y tantos otros. De ese modo en la media que la lentitud se prolongue se corre un doble riesgo ya que como decía el mismo Maquiavelo, no sólo que la enfermedad argentina se vuelva incurable sino que los argentinos nos mantengamos convencidos de la necesidad de “cambiar”. El otro riesgo es que se pierda la noción de la magnitud y gravedad de la herencia recibida y se pierda la memoria de los verdaderos causantes de esos males.

De todos modos si realmente es sincera la posición del peronismo en el sentido que desde la oposición se puede contribuir a lo que ahora se llama “gobernanza” y que todos podamos pensar en función del “bien común”, es probable que Mauricio Macri presida aun gobierno que le puso fin a 80 años de decadencia y retraso.

Como decía Moisés Naim en el diario “El País” 80 años de necrofilia ideológica, mal psicológico del que el “kristinismo” fue expresión cabal o de compulsión a la repetición, volver a hacer lo que ya se hizo y saber que las cosas salen mal.

En definitiva se trata de un cambio cultural y para ello los buenos “gerentes” son condición necesaria, pero no suficiente…

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