Por Carlos Pissolito.-

Hay temas relacionados con la Defensa que reaparecen en forma recurrente. El servicio militar es uno de ellos. En esta oportunidad, el Subsecretario Nacional de la Juventud, Piter Robledo, dice que buscará impulsar su derogación. Con ello, afirma, quiere poner fin a la ley 24.429, que indica que el servicio militar obligatorio (SMO) puede ser puesto en práctica en tiempos de guerra, crisis o emergencia nacional.

Para empezar, podemos decir que la forma en que las distintas culturas a lo largo de la historia se han preparado para su defensa ha introducido profundas transformaciones en sus sociedades. Para hacer corta una historia larga, podemos sinterizarla, diciendo que a la hora de elegir cómo defenderse, las diferentes sociedades humanas lo probaron todo. Desde el hacerlo por sí mismas bajo distintas formas hasta la contratación de mercenarios que lo hicieran por ellas.

Fiel a las modas que venían de Europa, nuestro país adoptó el sistema SMO. Lo hizo en el marco de una importante reforma militar que pretendió; y que logró, colocar a nuestras fuerzas militares a la altura de las más avanzadas del mundo. Precisamente, en 1901, el Ministro de Guerra, el Coronel Pablo Riccheri, lo introdujo mediante el denominado “Estatuto Militar Orgánico”, durante la 2da presidencia de Julio A. Roca.

Con su implementación, Roca y los dirigentes de su generación, buscaron consolidar la unidad nacional y darle cierta cohesión social a nuestra sociedad, ante el importante flujo inmigratorio que llegaba a nuestras tierras.

Posteriormente, en la década de 1990, tras un lamentable caso de abuso de autoridad, que derivó en la muerte del Soldado Carrasco. El Presidente Carlos Menem decidió la suspensión, no la derogación, de la antigua ley y puso en funcionamiento, en su lugar, la modalidad del servicio militar voluntario (SMV).

Hasta hoy, el sistema parece funcionar relativamente bien, dadas sus ventajas técnico-militares. Ya que permite educar y entrenar mejor a un soldado raso frente a la complejidad creciente de los sistemas de armas que debe operar. Situación que no es compatible con un adiestramiento que pueda reducirse a unas pocas semanas. Como es la norma en los sistemas de reclutamiento obligatorio.

Sin embargo, comienzan a verse algunas consecuencias no deseadas de tal especialización. Por ejemplo, las de un sistema que tiende a cerrarse sobre sí mismo. Creando cuerpos aislados de la sociedad a la que están llamados a defender. Surgen interrogantes que nadie quiere formularse. Como por ejemplo: ¿No hay peligro de conformar una suerte de guardia pretoriana al servicio del gobierno de turno? Algo ya intentado por la administración anterior. En forma paralela, se comienzan a añorar algunas de las virtudes del viejo sistema obligatorio. Se habla, -entre otras cosas- de contención juvenil, de disciplina, de integración social.

En ese sentido, no son pocos los que añoran las ventajas del viejo sistema del SMO. Claro, ya no se habla de incluir a la oleada de inmigrantes que bajan de los barcos en el puerto de Buenos Aires. Se menciona la necesidad de contener a la juventud para que no caiga en los flagelos de la droga y la delincuencia.

Antes de continuar, habría que definir mejor de qué estamos hablando. Pues, creemos que volver totalmente al antiguo sistema. Dejando de lado, en el camino, lo que se ha mejorado con el actual, no sería lógico, ni económico.

Hacerlo sería, a todas luces, un retroceso. Pero, tampoco, podemos caer en un profesionalismo militar ajeno a las necesidades del país. Respecto a esto último, creemos que una posible solución transita por un camino intermedio. Con unidades especializadas que no tienen más alternativa que nutrirse de soldados profesionales. Tales como, las de paracaidistas, las de blindados, o las de cazadores, etc.

Y con otras, donde la necesidad de una preparación especial no sea tan importante y que pudieran servir para incorporar a los denominados Ni-Ni. También, esta iniciativa podría complementarse con un “servicio cívico voluntario”, una escuela de artes y oficios en la cual ellos podrían adquirir conocimientos tendientes a su salida laboral.

En síntesis, creemos que un sistema mixto completaría al actual sistema en un punto importante. Cuál es la formación de reservas. Ya que hoy tal función no existe. Por otra parte, se podrían recuperar efectos benéficos colaterales, al menos parcialmente, del sistema del SMO; tales como: practicar una revisación médica, con vacunación incluida, a una parte importante de nuestra población.

En conclusión, no estamos de acuerdo con la iniciativa tendiente a la derogación de la Ley 24.429 del SMO. Ya que, nos podría ser de utilidad por todos los fundamentos expuestos. Pues, tal como lo atestigua la historia militar, la mayoría de los ejércitos del mundo, aún los mejores. No están siempre compuestos por la crema y nata de sus sociedades. En sus filas, ha sido siempre más fácil encontrar vagos, atorrantes y mal entretenidos que señores de abolengo.

Sin embargo, por las virtudes propias de la educación militar, muchos de ellos han logrado integrarse a lo que Pedro Calderón de la Barca catalogara como “una religión de hombres honrados.” Creemos que en hacer que esta transformación sea factible, está la clave de todo.

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