Por Carlos Fara.-

Siguiendo las reflexiones de la semana pasada vertidas en la nota “El Triunfo de la Política”, quedan más líneas de análisis para desgranar.

Si efectivamente triunfó la política y el ajuste será una versión más light de la deseada al principio por el equipo de Macri, cabe pensar prospectivamente los próximos 3 años y medio, a través de varios escenarios.

Escenario 1: el gobierno logra ganar la elección de 2017 gracias a un ajuste más light. Dado que salvo De la Rúa, desde 1983 ningún presidente perdió la primera legislativa, sería un gran aliciente para el nuevo gobierno, y un premio a la moderación.

Escenario 2: el gobierno pierde la elección de 2017 pese a haber morigerado el ajuste. Caerán rayos y centellas respecto a un fuerte debate interno de haber sido blandos en el ajuste. Ahora estarían en el peor de los mundos: deslegitimados y sin haber podido al menos avanzar en lo económico con el cuchillo al fondo.

Por supuesto que ganar en 2017 es complejo, ya que será una elección de 24 distritos. ¿Se puede ganar el país sin la provincia de Buenos Aires? Muy difícil. ¿Se puede ganar la provincia sin ganar en la sumatoria nacional? Eso es perfectamente posible. De hecho el kirchnerismo perdió el distrito número 1 en 2009 y 2013, pero no resignó el primer lugar nacional. De modo que se trata sobre todo de ganar en territorio bonaerense. Lo demás es lectura política, pero sin el impacto mediático del resultado en la PBA.

Vayamos unos pasos más allá: si el gobierno pierde 2017, ¿ya se debe despedir de 2019? No necesariamente.

Escenario 3: el gobierno sacrifica políticamente 2017 convencido que las reformas tardarán en lograr su cometido, pero apuesta a que 2018 y 2019 serán mejores, y “el que ríe último, ríe mejor”. Acá la cuestión es si el sistema de poder en la Argentina -política, medios, empresarios- soporta con paciencia y naturalidad un escenario así.

Escenario 4: el gobierno apuesta a comprar tiempo y legitimidad en 2017 con un ajuste light, pero compromete 2019 por no haber ido a fondo con el cuchillo: la inflación no termina de bajar, el déficit tampoco y la economía vuelve a padecer uno de sus clásicos estrangulamientos, que lleva a pensar en la necesidad de nuevos ajustes.

Un galimatías complejísimo, digno de reflexión shakespeariana que lleva a pensar cuál debería ser el rol histórico que quiere desempeñar Macri. Y esto trae a la mente la antológica pregunta sobre el papel de Adolfo Suárez y el de Felipe González en el post franquismo.

Suárez administró la transición eficientemente, y terminó quemando su capital político, al punto de darle al PSOE una continuidad de 14 años en el poder, hasta que las huestes de centro derecha se recuperaron. Suárez nunca más fue considerado para gobernar España, pero quedó en la memoria como el gran artífice de esta etapa democrática.

Existe un consenso mayoritario político y social respecto a que la Argentina necesita grandes reformas que llevarán mucho tiempo. Además de los ítems económicos, están el funcionamiento de las instituciones, la seguridad, la educación y el sistema de salud, entre otros. Lo ideal para el gobierno será consolidar e incrementar su capital político, mientras hace las reformas necesarias. Eso requiere de comprensión amplia del electorado para ir extendiendo el crédito. Si la sociedad no comprende y dispensa, se requerirá de 1) una estrategia política de suma habilidad para atravesar la tormenta, y/o 2) de grandes acuerdos políticos para que las reformas se hagan, más allá de quien gane las elecciones venideras.

En realidad, el desafío es más para el país que para el actual presidente. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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