Por Elena Valero Narváez.-

Los sindicatos de la línea de bandera, Aerolíneas Argentinas, paralizaron todos los vuelos, creando un “día de bronca”, en los usuarios que tenían que viajar. Hasta octubre los subsidios a la empresa fueron del doble a los que tenían previstos para éste año. Dijo el presidente Macri al respecto: “Desde que Aerolíneas se estatizó, el Estado tiene que poner, todos los meses para que funcione. Todas las líneas aéreas que funcionan acá y en la mayoría del mundo no requieren que los ciudadanos de ese país, en este caso los argentinos, pongamos plata todos los meses”. Tiene toda la razón, por eso no se entiende que no privatice la aerolínea, cuando además de costarle al Estado, el país no puede darse el lujo de mantener empresas deficitarias.

Pero hay razones de peso para que el Estado no sea empresario: sus empresas no se hallan presionadas por la ganancia y son las que sufren más el fenómeno de la burocratización. No se preocupan por el exceso de personal ni por la eficiencia, salvo que las subsidie el Estado.

La corrupción, que se origina en el poder, acecha permanentemente a estas empresas porque un funcionario puede escaparse fácilmente del control del Estado, derivando en ganancia non sancta para sí mismo, perjudicando a la acción social de la empresa.

Además, los gobiernos las usan para conseguir votos, ofreciendo dádivas a toda la sociedad o a sectores con poder. De ésta forma aumentan el gasto público reduciendo las entradas e inversiones.

Despedir se le hace peliagudo al Estado, porque genera un costo político, muchas veces difícil de afrontar, por lo cual, se deteriora la ética del trabajo. No se presiona a los trabajadores para trabajar, quienes se acostumbran a hacerlo lo menos posible.

Todas estas características se acrecientan porque el control del Estado sobre sí mismo es mínimo. Es autoprotector.

El presidente, vemos por su reciente discurso, que lo sabe. Y, también, como empresario, conoce que las empresas privadas funcionan mejor porque son controladas por los consumidores y las ganancias, sin las cuales la empresa no sobrevive, o sea, desaparecen de la organización, trabajadores, accionistas y directivos. También, está al corriente, que necesitan competir, por lo cual deben producir cuidando la eficiencia y el precio.

En resumen, uno de los controles indispensables del Estado, que siempre intenta avanzar sobre la sociedad civil, es la magnitud de su sector económico privado, como así también, la opinión pública y el sistema de partidos.

Entonces, conocedor del tema, debiera, el presidente Macri, tener el coraje que tuvo hace pocos años, el ex presidente Menem, de desligar del Estado a todas las empresas estatales. Sería una obra de bien a la comunidad, quien lleva sobre su espalda, demasiada carga por las fallas en la política económica, sin olvidar efectuar, la tan esperada reforma laboral.

Share