Por Juan Manuel Otero.-

“…con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.”

¿Consolidar la paz interior? ¿Proveer a la defensa común?

“Hacían falta armas para Tucumán, nosotros queríamos formar una fuerza militar capaz de derrocar al poder real.” Enrique Gorriarán Merlo, Oficial del ERP reconociendo el motivo del ataque a la guarnición de Azul en enero de 1974.

¿Cuántas veces habrán pasado por la mente de nuestras autoridades los nobles deseos de los padres fundadores de la Patria?… ¿Cuántas veces habrán meditado sobre las difíciles decisiones que debían tomar para hacer respetar la Constitución en aquellos tiempos de sangre y fuego, de traición a la Patria?

La Provincia de Tucumán, el jardín de la República, estaba en peligro. Hordas de terroristas asesinos se habían aposentado en el mismo suelo donde dos siglos atrás, congresales de las Provincias Unidas del Río de la Plata nos habían dado la independencia.

¿Constituir la unión nacional?

La bandera celeste y blanca había sido reemplazada por el rojo pendón, la muerte acechaba en las calles, las proclamas de aquellos forajidos amenazaban tomar el poder y lograr la “independencia” de la Provincia en absurda y perversa traición a la Patria.

Desde 1970, liderados por Roberto Mario Santucho -el de la frase: “Creo que para lograr la patria socialista vamos a tener que matar a no menos de un millón de personas”-, los guerrilleros del RTP-ERP, se habían asentado en los montes tucumanos con dicho objetivo. Fue el comienzo de una terrible sucesión de sangre y fuego. Innúmeros son los atentados y muertes, basta recordar el asesinato del Capitán Viola y su hija María Cristina (3 años) emboscados un domingo al volver de misa, frente al domicilio de sus suegros. Miles de inocentes víctimas le siguieron.

Otros recuerdos nos ilustran sobre las “hazañas” de aquellos traidores a la Patria, como por ejemplo la voladura del edificio del Jockey Club en el año 1971 o el asesinato del esposo de una operaria de Grafanor, de Famaillá, a quien el ERP condenó a muerte por sospecha de delación, luego de lo cual ataron el cadáver a un Renault Gordini y lo arrastraron por el pueblo de Ingenio Santa Lucía como escarmiento, completando esta criminal conducta repartiendo panfletos de “Estrella Roja” en los despachos de los Jefes y Gerentes para mostrar su impunidad. (Se comprobó posteriormente que el Jefe de Personal era un infiltrado militante del ERP).

Los tribunales populares estaban en su apogeo.

Parece un cuento surrealista recordar hoy que, en los ’70, para ir de Tucumán a Catamarca por la Cuesta del Totoral había que mostrar documentos e identificarse ante unos forajidos fuertemente armados que, con el brazalete rojo del ERP, controlaban el tránsito. El terror en su máxima expresión.

La pesadilla finalmente terminó.

El Operativo Independencia dictado mediante Decreto Nº 262/75, del gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, ordenaba al Ejército Argentino y a la Fuerza Aérea Argentina el aniquilamiento del criminal accionar de la Compañía Ramón Rosa Jiménez y del ERP.

¿Afianzar la justicia?

Y hoy, aquellos mismos soldados que cumplieron las precisas órdenes de quien ejerciera la Comandancia y Jefatura de las Fuerzas Armadas, los mismos que protegieron a la sociedad de los vándalos, aún a riesgo de sus propias vidas, que no pocos de ellos cayeron defendiendo la celeste y blanca, esos mismos soldados se encuentran privados de su libertad, muchos de ellos entregaron su alma a Dios dentro de las cuatro miserables paredes de la estrecha e injusta prisión, luego de años sin acusación, sin sentencia, sin pruebas, sólo por borrosas delaciones jugosamente compensadas con dineros públicos.

Una fábula llamada “Política de Derechos Humanos” tergiversó la historia y, en ancas de un corrupto negociado, condenó a nuestros soldados de la cinta celeste y blanca y premió a los traidores de la Estrella Roja.

¿Afianzar la justicia?

Hoy un nuevo circo judicial se avecina en Tucumán. Los actores -jueces prevaricadores, fiscales corruptos, testigos mentirosos- se encuentran abocados al ensayo de sus respectivos papeles, jugosos cachets compensarán sus actuaciones. Faltan pocos días para el estreno.

Los invitados al festival, militantes mercenarios, preparan los bombos y el papel picado, la función será completa con su enfervorizada presencia, sus aullidos y cánticos tribuneros resonarán en la sala para regocijo de jueces, fiscales y testigos.

Los libretos están escritos desde tiempo atrás, el final de esta comedia se conoce de antemano. Los asesinos traidores a la Patria asumirán el carácter de fiscales como si fueran representantes de la Sociedad y quienes nos defendieron estarán en el banquillo de los acusados sin posibilidad alguna de defensa. Su suerte está echada.

¿Afianzar la Justicia? ¿Consolidar la paz interior?

¡Cuánta tristeza me embarga! En mi querida Patria no hay justicia ni paz interior. ¡Qué penoso homenaje brindaremos a los patriotas de Tucumán en el bicentenario de la proclamación de nuestra Independencia! ¡Qué página de vergüenza legaremos a nuestros herederos!

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