Por Malú Kikuchi.-

Nada se puede asegurar cuando recién han pasado escasas 48 horas del cambio de gobierno. Pero  los indicios del cambio parecen ser más que auspiciosos. Por supuesto que habrá que esperar por lo menos hasta marzo, para empezar a opinar.

Hasta el momento, lo visto, escuchado y actuado por el gobierno de Macri, da la sensación de una Argentina distinta. Una Argentina que intenta desterrar el enojo, las antinomias, el odio, la crispación, el miedo, el pensamiento único, la corrupción institucionalizada, porque se desconocieron las instituciones.

El tono de los discursos, el llamado a la unidad, la intención de trabajar en equipo, el reconocimiento de la falibilidad, la virtud del diálogo, la inclusión del “otro”, el maravilloso descubrimiento que el “otro”, existe, ya que todos somos el “otro” del “otro”.

El gabinete aparenta ser un seleccionado ganador. Esperemos que lo prueben, pero dan la sensación de que son idóneos, algo que exige la Constitución y que el gobierno anterior había ignorado por completo. Le bastaba con la obediencia absoluta, debida a Cristina.

Este nuevo gobierno no se queja por lo menos públicamente “de la pesada herencia recibida”. De la Rúa, en la puerta del Colón, (función de gala del 10/12), ante los movileros, reconoció que la herencia actual es mucho peor que la que recibió él.

El gobierno de Macri recuperó la tradición de los granaderos, las banderas, la marcha de San Lorenzo, el Te Deum, las juras ortodoxas, la entrega de los símbolos de mando en la Rosada, la gala en Colón, y las buenas maneras, todo ello totalmente olvidados en la era K.

Trabajan desde el primer minuto, contestan todas las preguntas de los periodistas, convocan a la oposición, la que no es FPV, que se supone ya se sumará. Es cuestión de tiempo. La consigna de la Argentina hoy, es sumar. Algo muy difícil para los argentinos.

Además del individualismo que nos caracteriza, hay que tener en cuenta los difíciles 12 años y medio K, donde aquel que osaba pensar distinto pasaba a ser un leproso medieval. De ahí la grieta, los familiares y los amigos que quedaron en el camino, porque la bronca hizo que se dejaran de hablar. O se era K, o no se era K.

Eso no lo puede arreglar ningún gobierno, por buena voluntad que ponga y dé el mejor de los ejemplos. Eso es un arduo trabajo, inspirado por la actitud amable y pluralista de la nueva política, que debemos asumir nosotros, los ciudadanos. Si nosotros no cambiamos, no hay cambio de gobierno que alcance.

La historia de nuestro país nos enseña algunas cosas que pueden servirnos en este momento. Se aprende de los aciertos y de los errores. Dos momentos clave de nuestro pasado, uno muy exitoso, el otro terriblemente equivocado. Ambos válidos hasta hoy.

Después de la batalla de Caseros, 3/2/1852, Urquiza, el vencedor, pretendió darle una Constitución a la Confederación Argentina, la gran deuda de Rosas con el país. Se invitó a las 14 provincias a que cada una de ellas enviara a la constituyente, 2 diputados. Sin preguntar filiaciones.

No se exigió que los constituyentes no hubiesen sido rosistas. Lo que enviaban las provincias estaba bien. Se los necesitaba lúcidos, patriotas y dispuestos a trabajar por algo que todavía no tenía forma definitiva, y que a través de sus decisiones, iban a dársela.

Así fue que el 1/5/1853, la Confederación Argentina se dio a sí misma una extraordinaria Constitución, el pacto social que todavía nos rige y cuando se la cumple (esperemos que este gobierno lo haga), hace que la vida de los argentinos tenga la posibilidad de un futuro mejor que el presente.

La Revolución Libertadora del 16/9/1955, que derrocó el 2° gobierno de Perón, en vez de mirar a largo plazo, en vez de levantar vuelo como el cóndor, tuvo el vuelo cortito de la perdiz. Con una grieta fenomenal en la sociedad, no se permitió que los medios nombraran a Perón y prohibieron al partido justicialista.

El PJ era el partido mayoritario del país y, aún prohibido, ganaba elecciones hasta votando en blanco. La Libertadora fue la madre, quizás la abuela de los 70. Mientras la generosidad pluralista de 1852/3, dio nacimiento a una república, el cortoplacismo de la Libertadora nos propició a futuro, una bestial guerra civil, cuyos resabios todavía sufrimos.

Hoy, la propuesta es sumar. Aceptar a todo el que quiera sumarse al proyecto de reconstrucción de la república. Sin preguntar de donde viene, ni cómo piensa. Con que quiera trabajar por la recuperación de la nación, la amistad entre sus ciudadanos, cada cual con sus propias ideas, bienvenidos sean. El único límite son los corruptos.

Corruptos no se aceptan. De esos que se ocupe el poder judicial, a través del debido proceso, ateniéndose a la ley y haciendo justicia, sin  ejercer venganza. Los demás, todos los demás, a partir de ahora, sin preguntas, a trabajar juntos. Argentina nos espera. Y de nosotros depende.

¡Se puede!

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