Por Luis Alejandro Rizzi.-

Recuerdo que en las reuniones que tenían Horacio Domingorena y políticos amigos con Raúl Alfonsín en las vísperas de las elecciones del 30 de octubre de 1983, terminaban con una suerte de letanía “pobre Raúl, cree que va a ganar”.

Personalmente, participaba en algunas reuniones porque éramos socios con Domingorena en nuestro estudio de abogados, pero en esa época formaba parte de la UCD con el Ingeniero Álvaro Alsogaray, y debo confesar que me conmovía la convicción de Alfonsín que no era compartida por sus compañeros de campaña y menos por mí.

Traje este recuerdo a cuento porque en estos días muchos pensaron que Macri no tenía interés en ganar la elección y gente que estaba cerca de él, me decía lo contrario, “esta convencido que vamos a ganar”. La diferencia podría ser que Alfonsín hablaba en singular y Macri lo hacía en plural.

Personalmente creo que MACRI ganará con relativa holgura el balotaje del próximo 22 de noviembre, por dos razones una es por vicio ajeno y la otra por virtud propia.

El “Kristinismo”, en verdad el “Kirchnerismo” quedó atrás, se agotó en su propio relato al que terminó creyendo como verdad, sin advertir que sin perjuicio de haber concedido algunos beneficios sociales, por cierto y paradójicamente a un alto costo social, como la inflación, el 27/28% de pobreza, y las deficiencias y escasez que tiene que ver con los bienes públicos disponibles a las clases sociales más pobres, han ocasionado en esos presuntos beneficiados un sentimiento de cansancio y desánimo que los impulsó a buscar por otro lado y darle su voto a quien simplemente optó por escucharlos y compartir sus justos deseos o reclamos.

Ese fue el vicio del “kristinismo” y parte de la virtud propia de “Cambiemos” siendo Maria Eugenia Vidal la dirigente que mejor interpretó los dramas de la pobreza. Diría que María Eugenia Vidal entendió lo que es una izquierda moderna o lo que es la política como concepto arquitectónico y estético.

Los otros elementos que conformaron la “virtud” de “CAMBIEMOS” fue que esbozó la necesidad de eliminar restricciones arbitrarias y regulaciones irracionales con un solo golpe, es decir recurrir a lo que se llama “shock”, que en términos de Gramsci sería matar lo viejo y desarrollar lo nuevo evitando ese lapso de morbosidad consistente en aliviar la agonía, bajo la pantalla del llamado “gradualismo” y demorar lo nuevo bajo el manto de la supuesta “prudencia”.

Por otra parte es el modo de terminar con el “ajuste” continuado que hemos padecido por lo menos desde fines de 2006 momento en que comenzó la locura de ocultar la realidad manipulando los datos estadísticos del INDEC.

Si “Cambiemos”, en el futuro intentaré no usar la palabra “macrismo”, cumple con la ejecución de esas decisiones en materia económica en el mismo inicio de su gobierno, mostrará sabia decisión política y generará una ola de entusiasmo que nos ayudará a cruzar este difícil momento consecuencia de ese legado de insensatez, incapacidad y korrupción que nos dejará el “kristinismo” al 10 de diciembre, el que espero no se lo agudice en estos días restantes.

En cierto modo en nuestra nota del pasado domingo esbozábamos los problemas y cuestiones que deberían ser enfrentados por el nuevo gobierno.

“Vivir no es fácil”, obviamente tampoco lo es “gobernar”, más aún en estas épocas en que permanentemente se deben lograr consensos ya que es obvio que las redes sociales han facilitado la comunicación horizontal de la gente y en esos medios no existen los límites naturales que antaño marcaban los partidos políticos.

Esta facilidad que otorgan las redes sociales hace que los tiempos se abrevien ya que todos pretendemos lo mejor en menor tiempo, si fuera posible queremos todo para ayer.

Por ello el consenso permanente debe ser el medio que nos permitirá creer en la “espera” para concretar nuestras esperanzas, o para conservar la paciencia y la prudencia, virtudes que hoy son imprescindibles para creer en un futuro mejor.

Recordemos que el nosotros, las personas somos seres que por nuestra ontología necesitamos saber y esperar para saber qué hacer, la cuestión sería “que espera el argentino, que estamos dispuestos a esperar y por cuánto tiempo”, los tiempos de hoy son mas rápidos que los del pasado.

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