Por Luis Américo Illuminati.-

«La verdad pare o engendra odio» (Terencio).

«La verdad engendra odio; por esto algunos, para no incurrir en el odio de los demás, echan sobre su boca el manto del silencio. Si predicaran la verdad tal como es y la misma verdad lo exige y la divina Escritura abiertamente lo impone, ellos incurrirían en el odio de las personas mundanas que acabarían de excluirlos de sus entornos, pero como caminan según la mentalidad de los hombres del mundo, temen escandalizarlos. Jamás se debe dejar de decir la verdad, aun a costa de provocar escándalo» (San Antonio de Padua, Doctor de la Iglesia).

La intervención del actor y comediante Alfredo Casero en la mesa de Mirtha Legrand anoche hizo historia en la trivial televisión argenta. Se enfrentó a todo el periodismo pautero y les dijo a los otros tres invitados lo que todos pensamos. Le cantó las «40» a Ruckauf, alias Don Zapatilla (https://www.informadorpublico.com/opinion/carlos-ruckauf-presente-y-pasado), a Mónica Gutiérrez, la periodista remilgada, semiactriz y dramática y al gallo alzado de Baby Etchecopar, un tipo más que arrogante que, si bien dice verdades contra el kirchnerismo, es petulante, rebaja y humilla a sus compañeros y personal técnico de Canal 24. No los deja hablar, y cuando están dando una opinión les dice: Callate vos…!!! Con Casero no pudo. A Ruckauf -gran pico de jarabe- que la va de peronista «mileinista» le recordó que todos salieron de la «matriz peronista». En definitiva, acusó al «periodismo» de ser superficial, cholulo y de callar cosas del poder corrupto, escudándose en razones de oportunidad y conveniencia. Como argentino «de a pie» me sentí identificado con Alfredo Casero, que no tiene pelos en la lengua. Periodismo independiente en la Argentina hay que buscarlo con una lupa. Son los que no usan eufemismos ni medias verdades, motivo por el cual son ignorados, situación que de ningún modo los amilana. Una prueba de que «el periodismo» acomoda la realidad según una óptica uniformista es que la mayoría de los medios dijeron que Casero «explotó» en la Mesa de Mirtha, que se exaltó, que se enojó o que estuvo agresivo, lo cual no es verdad y demostraría como axioma o hipótesis que parecería que, como dice el mismo actor, que los medios de difusión masiva o «mass media» (donde el chisme y lo superfluo es el mensaje), habitualmente se ponen de acuerdo implícitamente e ideológicamente para callar o exaltar injustificadamente una noticia. Casero comparó el maridaje del poder con el periodismo en general, con los malos bomberos a los que se les paga para crear incendios. Una clarísima metáfora y metodología muy usual para situaciones que el poder aplica cuando no quiere que se sepa de un fracaso, un escándalo o cualquier otro vaivén comprometedor. Así se logra distraer la atención general sobre los temas graves que provocarían una reacción en cadena de la gente, como un efecto dominó que pudiera desestabilizar un determinado gobierno. Si pudiéramos comparar la opípara y superficial Mesa de Mirtha -quien sólo atinaba a tocar una campanita- en contraste con «El Banquete» de Platón, tendríamos que decir que, en rigor de verdad, Casero fue el verdadero anfitrión del almuerzo de Mirtha Legrand. Digámoslo sin vueltas, Alfredo Casero, actor cómico, de niño vendedor ambulante de bocaditos «Holanda», en suma, un hombre valiente que, al decir de Michel Foucault, expone la verdad con franqueza sin importarle las consecuencias y aunque le cueste la vida. Esto se llama parresia. Esta clase de comunicadores es lo que está necesitando imperiosamente la Argentina, no un filosofastro o un retórico. Alfredo Casero no es un personaje «políticamente correcto» sino todo lo contrario. Tiene todas las condiciones para decir la verdad desde los tejados y posee el humor irónico necesario «para decir lo que en este país se resiste a ser escuchado». Una ironía casi socrática para dejar mal parados y en evidencia a los papagayos y ramplones que hablan y explican lo obvio, pero que no hablan de verdades que les pueden quemar los pergaminos y se queden sin rating y PNT. Los peronistas (Ruckauf, Romero, Bárbaro y una lista incompleta) que mandaban cuando aún no había aparecido en escena el kirchnerismo, recién ahora se dieron cuenta que Cristina y Alberto nos llevarían a un naufragio; sabían que estaban saqueando impunemente el país, pero miraban para otro lado. Pero resulta que ahora son todos «inocentes» y se quieren diferenciar del kirchnerismo, que es su hijo putativo con el que siempre fueron complacientes. En eso consistió la ironía de Casero dirigida al sonriente y locuaz señor Ruckauf que se quedó sin palabras.

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