Por Juan José de Guzmán.-

«Hasta el último tren», interpretado por un soberbio Jorge Sobral, es el título del vencedor, por sobre «Balada para un loco», del «Primer Certamen Iberoamericano de la Danza y la Canción» celebrado en el Luna Park en noviembre de 1969.

Dos tangazos, sin dudas, pero claro, fue el tiempo el que les dio el lugar que hoy ocupan en el cancionero popular, no el jurado.

Aquella noche (cuándo no en Argentina), se desató una puja entre los asistentes que finalizó con abucheos, insultos y una lluvia de monedas sobre los autores y la intérprete de la inmortal “Balada para un loco” (Piazzolla, Ferrer y Amelita Baltar).

Aquella noche el jurado decidió que el ganador no fuera el que se convertiría en un ícono del tango, en Buenos Aires y en el mundo con el tiempo.

Hoy tras el Oscar que la Academia del Cine le otorgó a una remake (mejorada) de una película de 1979 sobre la guerra) por sobre nuestra «Argentina 1985» confieso que, aun coincidiendo con la crítica de los puristas de la historia (que señalan las omisiones en que incurre esta adaptación al cine de los años 70/80 el mensaje que nuestra Justicia le envió al mundo es mucho más profundo y potente que la buena «Sin novedad en el frente», una remasterización sobre la primera guerra mundial, que no deja de ser una película más de «guerra».

El tiempo, convertido en el gran jurado, muy probablemente, ubicará en el lugar que le corresponda a cada una y nos dirá, a quiénes sentimos decepción por el no premio en los Óscar, si tal como sucedió con la Balada de Piazzolla y Ferrer» el jurado, tal vez, haya cometido una gran injusticia.

Coincido también con quienes objetaron la iluminación con escasa luz por la que transita el film de Mitre. El final del histórico alegato del Fiscal Strassera necesitaría una remasterización para darle la luz, el brillo y la sonoridad que aquel histórico momento merecen.

Nunca antes sucedió que los autores de «crímenes de Lesa humanidad fueran juzgados (con todas las garantías constitucionales de legítima defensa), condenados y castigados por las autoridades del mismo lugar donde sucedieron los hechos, por fiscales y jueces naturales.

Lo hecho por la Justicia Argentina sumado al incansable trabajo realizado por la CONADEP no tiene parangón en el derecho internacional. Jueces que trabajaron durante la dictadura dieron muestra de su integridad moral al no sucumbir ante las amenazas y advertencias recibidas desde vastos sectores militares (incluso familiares). Porque todos ellos fueron consecuentes con sus ideales, esos que los llevaron a decidir estudiar Derecho.

El Fiscal Moreno Ocampo fiel a los mismos no vaciló en acompañar el pedido de condena del fiscal Strassera (a pesar de venir de una familia militar que presionaba en favor de los acusados pero que terminaron comprendiendo su posición).

Ese hito que marca la Justicia Argentina dentro de los Derechos Humanos Universales se funde con la histórica advertencia del Fiscal Strassera en el final de su histórico alegato (que es el momento a “remasterizar” en mi opinión) cuando anticipa que renuncia a cualquier intento de originalidad, porque la frase que va a pronunciar no le pertenece sino a todo el pueblo argentino. Esas palabras, que son 4, tienen un peso inusitado en el juicio; “Señores jueces… nunca más”, y podríamos agregar que se convierten en el leitmotiv de la película.

La enseñanza para las nuevas generaciones merecería un capítulo en todos los libros de texto de enseñanza secundaria (que debería ser de obligatoria lectura y comprensión para los alumnos).

Estos son los verdaderos valores que la escuela debe transmitir, como necesaria desintoxicación de esas cabecitas influenciadas por varios manuales bonaerenses donde se observa un insano método de adoctrinamiento político en las escuelas.

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