Por Kitty Sanders.-

La vida política transcurre cada día más rápida e intensamente. En Argentina hay una seria limpieza del aparato político. Este mes, Gabriela Michetti anunció el despido de 2035 empleados del Senado, y ordenó la creación de un comité para revisar todos los archivos personales de los empleados permanentes. Ella advirtió que esto dañaría a “La Cámpora”, la organización que en tiempos del kirchnerismo dominó toda la vida política del país.

En Venezuela, la oposición ha tomado la mayoría parlamentaria y se enfrenta al difícil dilema de ¿qué hacer y cómo actuar ahora? Y si pudiesen desplazar a Maduro, ¿qué hacer a continuación? ¿Perdonar a todos y comenzar a reconstruir el país, o mandar al Tribunal de Justicia a los chavistas y corruptos? ¿Perseguirlos o dejarlos en paz?

En relación con las acciones de la administración de Macri en Argentina, oigo cada vez más la pregunta: ¿Debemos actuar duro? ¿Deberíamos eliminar a los kirchneristas del aparato estatal actual cuando ya no están en el poder?

En general, no es tanto una cuestión política como filosófica. Se puede formular de la siguiente manera: ¿Debe interpretarse que las responsabilidades por los crímenes cometidos por las personas mientras permanecían en el poder dejarán de existir y ellas no serán culpables por el solo hecho de pertenecer al “viejo gobierno”?

La ONU, los tribunales internacionales y otras estructuras de la sociedad mundial ofrecen una respuesta compleja y vaga, algo como esto: “en general, sí. Pero a veces, algunos de los que participaron personalmente en asesinatos y torturas o si dieron órdenes o dirigieron, pueden ser llevados a juicio, pero no más. Por ejemplo, no se puede empezar a juzgar o despedir a los funcionarios, o a los policías corruptos que distorsionaron el principio de legalidad y detuvieron o torturaron a la oposición, o a los miembros de las organizaciones juveniles pro-gubernamentales o brigadas de combate…”

Lo curioso es que ese método sólo beneficiaría a las dictaduras y sus sistemas corruptos… ¡y no a sus víctimas!

Si la dictadura es desplazada por un gobierno “normal” (humanista, democrático) éste tendría las manos atadas por sus propios principios, porque no utilizaría contra los miembros del viejo régimen los métodos “malos” antihumanistas, y de este modo, los dictadores y sus amigos se sentirían muy cómodos bajo la protección de los humanistas, que vigilan que no sean lastimados los ladrones y asesinos.

Pero, ¡ojo!, si una dictadura reemplaza al gobierno normal humanista, entonces, esa dictadura empezará a encarcelar y destruir a sus enemigos (gobierno anterior), haciendo caso omiso de las protestas y principios humanistas.

Es posible que alguien pueda expresarme una razonable objeción: si la oposición llegó al poder legalmente, el hecho de suprimir al antiguo régimen automáticamente convertirá al nuevo régimen en el mismo mal. Y así, “el vencedor del dragón se convertirá en un dragón”.

Podrán escucharse otras preguntas: “¿Entonces en qué se diferencia la oposición, si se siente con derecho a perseguir a aquellos empujados fuera del poder?”

Puedo responder las preguntas de este modo:

Cuando en Camboya se derrumbó el régimen sangriento y genocida de Pol Pot, un gran número de los Khmers Rouges permanecieron en el poder. Eran considerados como “moderados”, y vivían muy bien, porque se beneficiaron con las muertes y saqueos durante la dictadura y tuvieron capacidad de comprar un cargo político bajo el nuevo gobierno. ¿Cuál es el resultado?

Camboya, hoy en día, ¡es aún un pobre país corrupto que jamás se recuperó de la dictadura comunista!

Después del colapso de la Unión Soviética, los miembros de la KGB, los burócratas, los fiscales y otros no fueron enviados a permanecer en la cárcel durante un largo tiempo. ¿El resultado? En Rusia, después de un breve período de libertad en los años ‘90, en la década del 2000 tomaron el poder nuevamente todos los mismos administradores soviéticos y miembros de la KGB (como Putin), quienes destruyeron la democracia, eliminaron el mercado libre y convirtieron al país en un paria, y ahora terminarán por destruir la educación y la cultura rusa.

¿Por qué ocurrió esto?

Es una característica de los regímenes corruptos, autoritarios o totalitarios el crecer en diversas esferas de la actividad social, desde la economía a la educación, en contraste con el poder normal, electoral e institucional. Si estuvieran privados del poder y sus palancas de potencia ordinarias, igualmente permanecerán con cientos de instrumentos indirectos que utilizarán, y conservarán un gran poder de impacto en lo que suceda en el país. Serán como de su propiedad el sistema educativo, los sindicatos, la policía, el ejército, enormes oportunidades financieras, y una parte del sistema bancario. De este modo, éstos realmente se convierten en un “cripto-Estado” (el poder enquistado en el poder) que permanecerá dormido hasta algún momento propicio, en donde retomará nuevamente el control del Estado.

No se debe confundir el proceso democrático normal de cambio de poder, con derrocar del poder a la dictadura corrupta. Son cosas diferentes: En el primer caso, el ex poder deja de ser un poder realmente. En el segundo caso, no, porque la gente del antiguo poder (como los funcionarios corruptos) aún sigue conservando el potencial del poder en sus manos y por eso deben ser tratados en consecuencia.

La mayoría de los políticos “humanistas” convergen en la afirmación absurda de que el hecho de la “eliminación del poder” y la “condena pública” es un castigo suficiente para los corruptos. ¡Se equivocan!

Las personas para quienes la ratio y la prosperidad del país son más importantes que las hermosas palabras, entienden que no es suficiente con el hecho de quitar del poder al presidente corrupto, sus ministros y los militantes que gobernaron el país en los 12-20 años, robaron una impresionante porción del presupuesto nacional y ahora poseen una cuarta parte de la propiedad del país.

No es suficiente quitarlos del poder.

En primer lugar, ellos deben ser responsables de su iniquidad. En segundo lugar, existe un fuerte riesgo de que regresen al poder después de 4-8 años (¡y no por elecciones verdaderas sino por utilizar su “criptoestado”, y mucho dinero!). Ellos tienen gran cantidad de propiedades, lo que les otorga gran influencia. Pueden estar lejos del poder formal, pero todavía conservan el potencial del poder en sus manos, al haber creado ilegalmente un modelo criminal y corrupto, respaldado por la confianza de la población y el aparato de la redistribución.

El gobierno de Kirchner no fue seriamente autoritario ni seriamente totalitario. Era corrupto con tracción al autoritarismo. Si hubiera durado cuatro años más, luego Argentina comenzaría a seguir la vía venezolana. Éste es el resultado natural del “socialismo del siglo XXI”.

Antes de salir del poder, Kirchner y su gente se aseguraron. No sólo adquirieron una considerable propiedad y riqueza, sino que también crearon una organización progubernamental juvenil que debía servir como un “poder en la sombra”. La Cámpora debería duplicar al kirchnerismo (ahora retirado) y “calentar el asiento para los K” hasta su vuelta. En caso de emergencia, La Cámpora debe comenzar a actuar con espíritu revolucionario, al igual que Quebracho. Ya ahora mismo los kamporistas distribuyen un manual de capacitación sobre la forma de presentar las noticias, dar a conocer y oponerse a las autoridades legales. Seis meses más tarde, tendrán manuales sobre cómo hacer la guerra de la calle y “demostrar” que la elección de la mayoría de los argentinos fue “equivocada”.

Gabriela Michetti expulsa de la máquina burocrática a los camporistas no “para fortalecer su poder”, como dicen los K. Ella realiza la limpieza higiénica. Lanza fuera del aparato estatal, diseñado para trabajar por el bien del país, a las personas profundamente corruptas, quienes tienen como tarea propia hacer todo lo posible para que el kirchnerismo regrese al poder.

Sé que el aparato del Estado en sí mismo es una cosa incómoda y a menudo crea problemas adicionales. Sin embargo, también sé que la reducción y optimización del aparato estatal ¡es siempre buena! Y sé, por desgracia, por mi propia experiencia, que los regímenes de izquierda corruptos, como el soviético o el kirchnerismo, no desaparecen así como así…

Una de las novelas de Stephen King se titula “Algunas veces ellos regresan”. En cuanto a las fuerzas políticas tan oscuras y peligrosas como el kirchnerismo, lo adecuado sería decir: “A menudo ellos regresan”.

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