Por Luis Tonelli.-

Escribo estas líneas a horas de la interpelación congresional al Ministro de Energía Don José María Aranguren en la expectativa que en el debate que se estima ríspido, retorne la política, ausente con aviso desde hace ya décadas en la Argentina.

Aunque el Macrismo ha hecho profesión de fe contra la política, o contra la vieja política -vocablo compuesto que resume todos los males que han asolado por estas playas desde la llegada de los Godos- no puede achacársele ni la invención de la “anti-política” ni haberse alineado con ella. La “antipolítica está en la G.E.N.T.E. (y ya hablar de ese colectivo difuso, que reemplaza denominaciones más heroicas, como Pueblo, o más cívicas, como Ciudadanía, es ya de por si una confesión de parte, que vuelve ociosa la presentación de pruebas).

De hecho, quien prometió la vuelta definitiva y heroica de la política, más bien terminó siendo el mismo fenómeno de “contratismo” con dinerillos públicos que fue siempre -claro que revestido con ese exponente del barroco berreta denominado por ellos mismo como “relato”-. Ya lo sabía la Doctora Hannah Arendt (quien en realidad entendía todo): sin Autoridad no hay política, y la horizontalización de las relaciones de poder, más que darle poder a la Plebe, lo que hace es volver todo una disputa por “quien la tiene más grande”. O sea, una puja interminable, situacional y coyuntural dada la ausencia de la verticalidad basada en la Majestad democrática que no es otra que la autoridad de las autoridades de la política.

Kirchner dijo en su mensaje inaugural que ellos eran “hombres y mujeres comunes a cargo de cuestiones importantes”, y eso no ha cambiado con la llegada de CAMBIEMOS al poder, que se esfuerzan por señalar su lado plebeyo, en consonancia con estas épocas del Data Mining que le dice al Gobierno en que anda sienten incluidos como G.E.N.T.E. que son..

Pero en el kirchnerismo el truco era, convencer venciendo: ya que en épocas signadas por el recuerdo de la crisis, a falta de autoridad bueno era el autoritarismo soft kirchnerista. Le tocaba a CAMBIEMOS el vencer convenciendo, pero por razones interpretativas de lo que la G.E.N.T.E. requiere y también por un arqueo de los limitados recursos retóricos de la Presidencia, se ha preferido en cambio el INSTAGRAM, el TWITTER y el FACEBOOK, con resultados que son evidentes.

Al no vencer convenciendo, y al no convencer venciendo, lo que queda es la impotencia política, expresada exuberantemente en la judicialización tout court de cada cuestión conflictiva. Claro que la Justicia, más que ser un terreno neutral, repite en reflejo espejo la desjerarquización de la política, tonándose todo incierto, cacofónico, azaroso y complejo.

Si el ascenso del nuevo oficialismo se dio acaballado en la Sociedad que fue la que lideró el “Basta” al kirchnerismo rampante, ese Societismo no podía sino manifestarse en un espacio vacío de liderazgo que le ha generado sorpresas a un Gobierno que pensaba que iba a detentar naturalmente un poder para imponer decisiones. La cuestión era sencilla: siendo un Gobierno de la Opinión Pública, y teniéndola a Ella de su lado, ¿qué podía significar un Congreso opositor, la mayoría de las Gobernaciones en manos del peronismo, y un conjunto no menor de la prensa todavía en modo inercial K?

Máxime si esa preponderancia encuesteril y focusgroupiana quedaba rápidamente abonada por la bendición de las inversiones (dadas las manifestaciones zalameras que el capital global hacía del fin de la pesadilla K en el país). Pero el doble discurso de los hombres y mujeres de negocios debería ser bien conocido especialmente para un Gobierno que está conformado casí en su totalidad por hombres y mujeres de negocios, aunque en los pasillos del poder se escuche parafrasear la frase de ese político de raza que fue Juan Carlos Pugliese, cuando dijo “les hablé con el corazón y me contestaron con la billetera”.

Como lo planteó Carlos Leyba, la cuestión tarifaría se ha convertido en la “125” de Mauricio Macri. El Gobierno necesita de un NO POSITIVO, a la Cleto para no aparecer derrotado totalmente, pero sin embargo, verse obligado a rehacer la planilla Excel repleta de “errores” -¡ponele!- (por más que la mayoría de los usuarios, enganchados al débito automático, haya oblado los aumentos sin chistar). Un GO de la Corte, no resolvería el conflicto que seguiría su curso intacto, pero la paralización de los aumentos sería casi un golpe de Estado judicial.

No se trata de negar la magnitud del ajuste, que es de varios rodrigrazos en simultáneos, ni mucho menos eximir de culpa a quien tiró toda una década manteca al techo, dilapidando el Gran Momento del comercio internacional que vivía el país. Se trata de darse cuenta qué si se le cierra la puerta a la Política, está finalmente entra por esa ventana que es la judicialización. Política que deberá regresar en términos de construcción de la Autoridad, de Consensos Institucionales y de Comunicación Discursiva, aun conjugándose en las nuevas formas que impone la bendita mediatización de la sociedad. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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