Por Manuel Lichtenstein.-

Ardió Paris y, si Adolfo Hitler todavía viviera como humano en algún confín de la tierra, habría dado por cumplida la orden que le impartió al Gobernador Militar de París, Gral. Dietrich von Choltitz, el 25 de febrero de 1944, ya en los últimos estertores de la cruenta Segunda Guerra Mundial, en que los Ejércitos Aliados pulverizaban lo que quedaba de la otrora arrogante Wehmacht.

Las razones por la que Choltitz incumplió la orden del Führer, no están bien claras, pero la mayoría de los historiadores creen que no llegó a tiempo de consumar la destrucción de Paris, a pesar de que los principales monumentos, edificios públicos y las fuentes de comunicación, previamente los habían dinamitados.

Finalmente, ardió Paris como consecuencias de una escalada terrorista de fundamentalistas islámicos entre los que se cuentan los estamentos políticos y militaras que se proponen instaurar un Califato en todo el Planeta Tierra, habida cuenta que sus conductores dan por segura la victoria sobre los infieles en la guerra declarada a tales fines por el Islam, hace la friolera de ochocientos años.

Los acontecimientos acaecidos ayer, 13 de noviembre en París, son de una magnitud y de una gravedad que superan por lejos, la destrucción de las Torres Gemelas en New York, el 11 de septiembre de 2001.

Este atentado, según declaraciones de los que manejan sus consecuencias, es solamente una advertencia de lo que vendrá o de lo que sigue, y seguramente será así si Occidente no cambia el rumbo de sus políticas tantos sociales como de seguridad y militares, que a la postre lo sucedido en Paris, en mucho tiene que ver la miopía o la distracción de muchos gobernantes de países europeos, que abrieron sus puertas a grandes contingentes de musulmanes que disfrazados de emigrantes o refugiados, son los actores y soldados en esta singular guerra que hasta hoy nos demuestra que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Creo que a partir de este trágico acontecimiento en París, se dan las circunstancias propicias para que las autoridades encargadas de la educación en Reino Unido, deje de subordinarse a las insólitas exigencias de los musulmanes que al arrodillarse ante ellos deshonrosamente, eliminaron como materia de enseñanza, la asignatura del Holocausto, tal como que si en los hechos del ominoso pasado del nazismo, no hubiera ocurrido.

Además, aunque a muchos no les guste, hoy más que nunca Israel debe sentirse respaldado y no demonizado por la mayoría de los países de Europa, ya que es justo reconocer que apoyar a Israel, significaría aceptar para consolidar la seguridad de Occidente, que el único país con que el Mundo Occidental puede contar, es con el Estado de Israel que enclavado en el Medio Oriente, se convierte sin ninguna duda en un seguro muro de contención para impedir el avance de las criminales y asesinas organizaciones del ISIS.

El mundo llora y está de luto, mas lo peor que los países occidentales pueden ofrecer, es demostrar debilidad o inseguridad en lugar de contra restar violentamente estos estallidos fundamentalistas, que si no los paramos ya, les estaremos dando luz verde para arrasar en su guerra aliada al terror y al miedo, al Mundo.

Sepamos guiar nuestro Norte.

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