Por Roberto Fernández Blanco.-

Los argentinos estamos impregnados por el dogma socialista con la ingenua y fantasiosa creencia de que es sinónimo de progreso. La esencia del socialismo (presumido científico) es la eliminación de la supuesta explotación capitalista mediante la estatización de los medios de producción y distribución. Esto lleva a la concentración de toda propiedad y decisión en “manos” del Estado (Capitalismo de Estado) el que se convierte en ideal caldo de cultivo para atraer psicópatas megalómanos que -prometiendo un estado de maravilloso bienestar- se adueñan de la suma del poder para transformarse en descarados déspotas como la realidad lo demuestra: Chávez, Stalin, Fidel Castro, Hitler, Perón, Mussolini, Kim Jong Un, Mao Tse-tung, Honecker (extinguida Alemania Socialista), etc. El inequívoco resultado del socialismo es decadencia económica, pérdida de libertades y caos social, abriendo el paso a varias especies oligárquicas (grupos parasitarios de presión de intereses mezquinos) tales como: sindicalismo extorsivo, pseudo-empresariado prebendado, agrupaciones extorsivas de mendicantes movimientos sociales, superpoblación burocrática que ralentiza, obstruye y destruye toda eficiencia productiva y la monstruosa estructura política con costos y gastos de privilegio que integra la sinecura cadena de administración corrupta del Estado por exacción de riqueza al pueblo productor. Exterminar esta destructiva red de endo y ectoparásitos que nos consume se ha convertido en una necesidad insoslayable para evitar la agonía de la República Argentina.

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