Por Hernán Andrés Kruse.-

La selección dirigida por Scaloni llegó a Qatar dispuesta a ganar el mundial. La copa ganada el año anterior en el mítico Maracaná la convenció de que podía soñar con coronarse campeón en el país árabe. La zona que le tocó invitó al optimismo. Sus rivales eran Arabia Saudita, México y Polonia. El equipo jugó un buen primer tiempo contra el país árabe. Antes de los diez minutos ganaba 1 a 0 gracias al penal que convirtió Messi. Luego hizo tres goles pero el VAR no los convalidó. A pesar de ello el partido parecía resuelto al finalizar el primer tiempo. En los primeros minutos del segundo tiempo se produjo un milagro. Arabia Saudita disparó dos veces y anotó dos goles. Insólito. Argentina se desorientó y no logró evitar la derrota. El pueblo tomó la derrota como una catástrofe futbolística. En consecuencia, el partido contra el equipo dirigido por el Tata Martino pasó a ser una verdadera final. El primer tiempo fue muy aburrido. El equipo, plagado de nervios, no logró acercarse al arco mexicano. La angustia se prolongó hasta que Lionel Messi pateó desde afuera del área y la pelota ingresó al lado de la base del poste izquierdo del golero mexicano. México no tuvo reacción y minutos más tarde Enzo Fernández anotó un hermoso gol. Para la gente fue un verdadero desahogo.

Luego llegó el turno de Polonia. Los polacos no opusieron ninguna resistencia. Tuve la impresión que habían ingresado al campo de juego entregados. La selección venció sin problemas 2 a 0 y se clasificó para disputar los octavos de final. El rival fue Australia. A diferencia de los polacos, los australianos se negaron a ser simples partenaires del equipo nacional. Cuando el partido se complicaba una genialidad de Messi abrió el marcador antes de finalizar el primer tiempo. Apenas comenzó el segundo tiempo el arquero australiano se equivocó dentro del área y Julián Álvarez no perdonó. Con el score 2 a 0 todos pensamos que el partido había terminado. Nos equivocamos. Un australiano pateó al arco desde lejos y en la trayectoria un jugador argentino cabeceó pero con tan mala fortuna que la pelota ingresó cerca del palo izquierdo defendido por Martínez. Australia se envalentonó y dispuso de dos claras situaciones para empatar. La última se produjo cuando faltaban segundos para el fin del partido.

En cuartos de final el rival fue Países Bajos. Argentina dominó claramente durante gran parte del partido. Pero, tal como había sucedido con Australia, faltando pocos minutos un jugador holandés logró descontar de cabeza. Cuando faltaban segundos el árbitro sancionó un foul a favor de Holanda, de frente al arco y a pocos metros del área. Cuando todos pensamos que algún jugador naranja dispararía directamente al arco, hicieron una jugada de pizarrón que sorprendió a todo el mundo. El partido se puso 2 a 2 y no hubo más remedio que jugar 30 minutos adicionales. En el alargue el equipo nacional fue claramente superior a Holanda pero no logró convertir. Finalmente, en la ejecución desde el tiro del penal el arquero argentino, al atajar dos penales, se convirtió en el héroe de la selección. La semifinal fue contra Croacia, equipo que había salido segundo en Rusia 2018. El equipo de Scaloni ganó 3 a 0. Fue casi un trámite.

En la final se vieron las caras los dos mejores equipos del torneo: Argentina y Francia. El equipo galo contó con varios jugadores que fueron campeones en Rusia, siendo su figura desequilibrante Mbappé, un delantero temible. El primer tiempo fue increíble. Nunca hubo en una definición mundialista semejante diferencia entre un equipo y el otro. Argentina fue muy superior a Francia. Primero Messi de penal y luego Di María parecieron sentenciar el juego. El segundo tiempo fue un calco del primero. Argentina era amo y señor del campo de juego. Tanta era su superioridad que daba la impresión de que el equipo francés rogaba para que la Argentina no lo goleara. Hasta que se produjo un hecho imprevisto. El árbitro sancionó penal para Francia. Faltaban menos de quince minutos para el fin del partido. Mbappé ejecutó el penal con maestría y descontó. Un par de minutos después el mismo Mbappé remató cruzado dentro del área y empató. Nadie lo podía creer. Fue inevitable ir al alargue. A los cinco minutos del segundo tiempo del suplementario Messi anotó el tercer gol y todo parecía definido. Cuando faltaban tres minutos el árbitro sancionó un nuevo penal para Francia. Mbappé no falló. 3 a 3. Nadie lo podía creer. Fue inevitable ir a los penales. Y tal como había ocurrido en la infartante definición con Holanda, emergió en toda su magnitud la figura del arquero argentino. Argentina convirtió 4 penales y Francia apenas dos. Argentina se había coronado campeón del mundo con toda justicia.

Apenas terminó el partido me vinieron a la memoria las finales de 1978 y 1986. Me vinieron a la memoria los goles de Kempes frente a los holandeses y el magistral pase de Maradona que permitió que Burruchaga definiera ante la salida del arquero alemán decretando el 3 a 2 final en el estadio Azteca. Tal como sucedió en 1978 y 1986 el pueblo está ahora en las calles exteriorizando toda su alegría. Al igual que en 1978 y 1986, gracias al logro de la selección todo el mundo habla de la Argentina. Tal como sucedió en 1978 y 1986 la obtención del mundial de Qatar nos está permitiendo sentirnos ganadores durante unas horas. Al igual que en 1978 y 1986 millones de argentinos se olvidaron de las penurias diarias. Así como en 1978 y 1986 les dijimos “gracias” a Mario Kempes y Diego Armando Maradona, hoy le decimos “gracias” a Lionel Messi.

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