Por Elena Valero Narváez.-

El año electoral, con malos presagios, preocupa a muchos argentinos. La sola posibilidad de que la ex presidente Cristina Kirchner compita en las elecciones presidenciales hace que la frente de quienes sufrieron el autoritarismo kirchnerista se arrugue.

Tampoco ayuda pensar en una oposición que en general comparte vetustas ideas intervencionistas y dirigistas orientadas hacia el control de vastos sectores de la actividad económica que debilitan la acción creadora y vivificante de la actividad privada. El resultado siempre es el mismo: una inflación que lleva al escepticismo e incluso a la desaparición de sectores que creen en el esfuerzo propio para desarrollar riqueza donde no la hay.

El Gobierno del presidente Macri, malversó el crédito de confianza que la mayoría le otorgó al comienzo de su mandato, no se animó a encarar las soluciones adecuadas, cuando pudo hacer las reformas estructurales necesarias para detener el mal peor, la inflación, que durante décadas mostró que sus efectos sumergieron a nuestro país en crisis de las cuales es muy difícil salir si no hay una estructuración sólida entre el poder político y la conducción económica. Lo que hoy parece va a intentar Brasil, dando bases sólidas a un auténtico desarrollo mediante la liberación creciente de su economía y estabilización monetaria cosa que demanda decisión y coraje para enfrentar descontento popular y desavenencias con sectores empresarios.

Hoy como antaño, los argentinos deben hacer serios sacrificios; el Fondo Monetario Internacional está brindando una ayuda con la cual no podremos contar indefinidamente y se está reduciendo el déficit fiscal apurados por dicho organismo, pero sin un verdadero plan de estabilización que cuente con apoyo de la gente, no va a ser fácil la salida que se agrava ya que oposición al gobierno, acató y alentó, desde el Congreso, políticas inflacionarias aunque ante las elecciones intente deslindar responsabilidades.

Esperemos que el fracaso del presidente Macri en lo económico no salga muy caro como para que vuelvan gobernantes autoritarios que desean cambiar las instituciones liberales. Sería “a lo llovido mojado”, al fracaso económico, se sumaría el desprestigio de la democracia como régimen de convivencia pacífica, y se le daría un gran empujón a la decadencia de la República.

Se preguntan muchos argentinos desilusionados ¿qué soluciones a los graves problemas que dejaron los gobiernos kirchneristas brindó el Gobierno actual? Y, lo que es peor, ¿qué partido de los que se presentarán en las próximas elecciones las tiene, más allá, de declaraciones demagógicas?

Es cierto que hubo en el área económica inacción del Gobierno y que dejará una deuda que deberemos pagar con sudor y lágrimas, pero ello no debe agrandar a los líderes opositores que siguen aferrados a políticas aún más equivocadas y que terminan afectando la libertad de los ciudadanos.

Los que defendemos la democracia creemos que no todo está perdido si el actual Gobierno, llega a las elecciones con la fortaleza suficiente como para poder, otra vez, alcanzar el poder, e imponer, luego, un cambio drástico por lo menos en las áreas más importantes, donde obtuviese apoyo público. Si es que ha aprendido de sus errores, en su último período, debiera decidirse por cambios fundamentales en la política socio-económica. Solo se los puede aportar políticas liberales, donde la planificación de la economía por burócratas, deje lugar a un mercado libre, donde cada individuo, protegido por leyes iguales para todos, pueda competir libremente.

El sector privado debe saber hacia dónde orientar su acción para que no sigan demorando actividades productivas. Y eso se logra sin la planificación estatal, con políticas económicas que apoyen la iniciativa individual. Si el Gobierno reduce lo más posible el déficit fiscal, eleva las reservas monetarias, ayuda a las empresas privadas a recuperar su libertad de acción a través de una seria política impositiva y aduanera, y se esfuerza por estabilizar la moneda, podría tener otra oportunidad.

Las empresas del Estado debieran privatizarse para que vuelvan a estar al servicio de los argentinos, ya que son ellos los que proveen del capital para su existencia y desarrollo. La desconsideración hacia los usuarios y el déficit muestra la necesidad del cambio. En los 90 vimos los beneficios que trajo pasar a la actividad privada empresas estatales. Convendría al Gobierno, intentar convencer al sector empresarial, para avanzar, concertadamente, hacia un camino de libertad y competencia a un no lejano plazo.

No hay salida si no se restablece la confianza, para lograr estabilidad monetaria, regrese el ahorro y la inversión nacional y extranjera, se consiga una financiación para actividades sanas, y sobre todo, no se de respiro a la inflación.

No alcanza, solamente, con medidas antiinflacionarias. Sin inversiones no hay desarrollo ni riqueza Necesitamos del ahorro de otros países que vengan a participar en la economía argentina corriendo los mismos riesgos que el capital nacional, imprescindibles para generar producción y riqueza donde no la hay. Seguirán aumentando los precios de los artículos de consumo, las tarifas de luz, gas, los transportes y los servicios a cargo del Estado, también los impuestos, se cerrarán negocios y fábricas como lo estamos percibiendo, porque se necesita de inversiones para que no haya disminución de la actividad comercial e industrial, descenso de los salarios, del empleo, entre otros males que trae la recesión..

El alivio proporcionado por una buena cosecha y la ayuda del Fondo no bastarán para asomar la cabeza. Además la gente no aceptará hacer esfuerzos y sacrificios si no rectifica en serio la política antiinflacionaria haciendo un importante ajuste en el gasto público. Se logra con la reforma del estado. Los deberes deben comenzar por casa. Nadie quiere hacer sacrificios por una crisis mantenida o generada desde el Gobierno.

Por último sin convicción y coraje político no hay solución posible. El presidente ha dicho en varias oportunidades lo que en realidad se debiera hacer. No generar inflación ni impuestos distorsivos, bajar el gasto y otras cosas que van en el buen camino. Pero, parece que del dicho al hecho hubo un gran trecho.

En resumen, la salida es dejar de lado para siempre la planificación expansionista e inflacionista de la economía a la que adhieren la mayoría de los políticos, sectores y dirigentes empresarios y sindicales. De esta manera ya tenemos demasiadas pruebas de que se pierden reservas, se endeuda al país, se aumenta la inflación por el constante aumento de salarios, expansión del crédito para impulsar proyectos faraónicos, déficit presupuestario, y emisión de moneda, para cubrirlo.

Hay mucho para mejorar y hacer, entre otras cosas debe seguir el Gobierno con lo que hizo bien, mostrando apoyo a la Justicia, exigiendo se realice una investigación de la actuación particular de todos y cada uno de los funcionarios que de una u otra forma intervinieron o intervienen en hechos de corrupción denunciando y combatiendo la inacción de miembros y organismos de la Justicia.

Es hora de mostrar con lujo de detalles, qué puede ofrecer en un futuro gobierno y reforzar lo que hizo bien en éste tratando de llevar algo de alivio a la situación económica de la gente antes de las elecciones. Tal vez y solo tal vez, así, logre convencer a quienes no quieren que vuelva ni Cristina Kirchner ni el peronismo al poder.

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