Por Luis Tonelli.-

Si alguna característica le es achacada permanentemente a la Argentina moderna es que ha sido “ingobernable”. Crisis, corporaciones, y la movilización permanente de los actores en la calle han configurado un escenario único en América Latina que alcanzaba su clímax con la marcha de los tanques sobre Buenos Aires, y ya en democracia, por el sobrevuelo del helicóptero de la fuga presidencial.

Sin embargo, desde el 2003 en adelante, todos los gobiernos han disfrutado de una gobernabilidad que no tiene precedentes. Gobernabilidad paradójica si se quiere, porque nunca en la historia de la Argentina hubo tantos cortes, piquetes, tomas de instituciones oficiales, marchas, contramarchas, manifestaciones y protestas como en estos años.

De todos modos, estas protestas hacen recordar al dibujito ese de la tele en el que tanto el lobo como el perro pastor se saludaban cuando llegaban “al trabajo”, marcaban tarjeta y se disponían a cumplir cada uno con su papel antagónico para, al terminar la jornada, marcar de nuevo tarjeta, saludarse amablemente y retirarse cada uno a sus casas. Las manifestaciones siguen manteniendo su rentabilidad, es la destinataria de ingentes subsidios para mantener el orden público, y por lo tanto seguirán siendo parte del paisaje urbano. Obviamente, lo que pasa con los mapuches en la Patagonia Rebelde es otra cosa (aunque es difícil que sus comandos rapten en el plazo cercano un 777 para estrellarlo contra el Obelisco).

Y a la “gobernabilidad” natural del peronismo (propio de su proverbial disfrute de las épocas de vacas gordas) se le suma el hecho inédito del presente, que es el de la “gobernabilidad no peronista”. Cosa que determina que muchos opositores ahora consideren que “Mauri” no era ese playboy indolente al que se iban a comer como un pancho sino que el Presidente Mauricio Macri -en ejercicio pleno de su investidura institucional resulta que ahora es definido y temido como un “ángel exterminador”.

Dos elementos esenciales se conjugan (más allá, de la combinación de Palermo Chico y Calabria que corre por las venas presidenciales), y los dos son heredados del kirchnerismo: por un lado, la posibilidad de endeudarse pletóricamente y a tasas bajas (thanks also to Mr Trump). Y por el otro, un peronismo centrifugado por Cristina Fernández, que oficia como el cadáver del Mio Cid, cabalgando fantasmagóricamente, atado sobre Babieca pero al revés: en vez de espantar a los Moros, espanta a los propios.

Esta dispersión se vuelve manifiesta en el Congreso Nacional, esa caja de resonancia básica de la “sensación de gobernabilidad”, antes que ser su generadora. Sus moradores, dotados de una piel muy sensible a los soles y lunas de la época saben cuándo estar del lado del Palacio, y cuando marchando sobre la Calle. Y hoy por hoy manda el Palacio. Y como!

CAMBIEMOS no posee mayoría propia en ninguna de las dos cámaras, pero en una configuración mucho menos favorable, y con perspectivas no tan auspiciosas logró el apoyo para leyes trascendentales. Hoy le faltan en diputados unas veinte manos levantadas para aprobar la Reforma Previsional que ya obtuvo el voto de los senadores peronistas alineados bajo el liderazgo astuto de Miguel Ángel Pichetto -pese a lo ingrato de la tarea-. Deberá pescar adhesiones en el mar de los treinta y pico diputados que se alinean con los gobernadores de Córdoba, Salta, Misiones y Tucumán. O entre esos 17 trajinadores de la avenida del medio massista, hoy convertida en una mera bicisenda.

La influencia de los gobernadores, más de que las autoridades partidarias, en estas épocas de insoportable levedad los gobernadores de las provincias más pobres son siempre dependientes de la buena voluntad de la casa Rosada para llegar a fin de mes (o siquiera comenzarlo). Pero los gobernadores de las provincias más ricas saben que su suerte para progresar políticamente está atada a que se aleje el peligro de “crisis sistémica” de la Argentina.

Por eso, todo pareciera que, más allá del “jueguito para la tribuna”, el Congreso aprobará una reforma, que claro está, afecta al ingreso neto e inmediato de los jubilados (en realidad, este quedó puesto en jaque cuando CFK regaló a trote y moche jubilaciones, pensiones y subsidios como derechos, sin demandar responsabilidades previas ni futuras -como hubiera no solamente “almuerzos gratis”, sino desayunos, meriendas, cenas y vacaciones para todos y todas.

Sin embargo, esta reforma aleja el horizonte de la crisis, vuelve al déficit manejable, y hace ganar tiempo para que el Gobierno encare las transformaciones estructurales que den paso a una nueva Argentina (o sea, una sin “crisis recurrentes”). Si así no las hiciera, (más allá de quien corno se lo demande) volveremos a caer en ese Eterno Retorno que ha llevado a la decadencia cada vez más profunda de nuestro país-. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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