Por Paul Battistón.-

El azote sigue cayendo una y otra vez. El azotado ha encontrado un estado de conformidad indolora; es lo que el dueño del látigo esperaba; ya no hay reclamo. El azote será la orden del día y todos caminarán naturalizadamente encorvados y tolerantes esperando el nuevo repetido acontecer de azotes cayendo sólo porque es el lugar de los azotes que Dios ha dispuesto así.

¿De qué hablaríamos hoy si Milei no hubiera emergido de las profundidades del soporífero cosmos de los tecnócratas de las reglas y números siempre desoídos de la economía?

Las estériles peroratas duranbarbescas de Macri en modo electoral 2015, las histriónicas enseñanzas de la bipolar mesías egipcia, los ondulantes sinsentidos cargados de fe y esperanza del Pichichi Scioli, todos seguramente habrían encontrado una continuidad en la carga de azotes que deberíamos estar recibiendo y resignándonos a soportar.

Todo el tablero recibió una feroz patada. El león fue desatado años atrás graciosamente en un acto domesticado que se hacía llamar animales sueltos.

La izquierda convencida levanta trincheras con parvas de sus tonterías fracasadas; su ingeniería de infante comienza a ser vista como ridícula (era hora).

El león trae todo lo que al estudiante secundario le mostraron como cuadrito de curiosidad, ajeno al flujo de lo que se le inculcó en su trayecto al fracaso, todo lo que al universitario público (y no tanto) le subtitularon “Chicago boys”.

En definitiva, el león trajo con brillante violencia lo que Alsogaray con aburrida didáctica muerta nunca logró hacer audible más allá de su espacio de derecha necesario para compensar tamaños idénticos con la izquierda y ambos necesarios para justificar en la corrección el uso de la palabra democracia.

Nada nuevo a 40 años de los reconocimientos que definitivamente los afirmaron como manual y biblia, los conocimientos que hoy el león dispara con mediática fuerza y se han vuelto la cuestión de los debates obligados.

La obligatoriedad de debate que la izquierda imponía sobre cuestiones estériles ha quedado apartada del interés; el blanco ha sido cambiado. El león ha salado las heridas de los azotados poniéndolos en un alerta imprevisto para quienes pretendían el escenario de los encorvados resignados. La vara no sólo ha sido cambiada de altura; en su trayectoria los ha atravesado debiendo recurrir a adefesios de puestos inútiles a esforzarse para tratar de sostener debates sobre acertijos retorcidos con pretensión de profundidad.

Ahora es claramente visible el tiempo perdido en largos períodos de recetas inútiles, de estrategias viles, de farsescas actuaciones para la montonera, sólo para llegar a la nada misma. Todo absolutamente compatible con el hecho de no hacer nada más que mantener el hervor que alimenta un movimiento aleatorio sin resultantes al ritmo de un combustible que se agota, la existencia misma de nuestra nación.

El rebote esperable y lógico hacia la derecha tras tanta sesuda irracionalidad reconocida de izquierda (ya sin disfraces) indicó la dirección de la dureza en la búsqueda de representantes antagónicos. Desde esa misma perversa irracionalidad progre la dureza fue anticipada como extrema derecha en sus relatos propagandísticos.

La sindicada en esa dureza era Bullrich sin vueltas; había material de sobra para crear el personaje ajeno a su persona que serviría para confrontarlo con la tradición del fracaso populoso. Sin Milei, Patricia hoy sería el número puesto a ser subido al cuadrilátero de la polarización. La misma habría sido golpeada con dictadura, con represión, con tasers, con uniformes, botas, ultraderecha, ahhh… pero Macri y en última instancia desde fuera del ring con bebidas y pasado montonero.

La ausencia del león habría dado también más oportunidades al quiebre definitivo de Cambiemos por el lado menos pensado. Una ondulante propuesta de centro derecha o centro izquierda (da lo mismo) de Pichichi Larreta podría estar atormentándonos con un invisible plan integral (como el arroz, nunca se pasa). Hoy ese plan está condenado a competir con la dureza en las primarias.

La virulencia para idiotas ya podría haber sido desatada de su autoproscripción y estaría formando parte de nuestra enferma realidad.

Como afirmó Benegas Lynch (h), Milei ya ha ganado; el león ha comido en la mesa de los medios, bebido en el abrevadero de los desencantados y defecado en la mesa de los engaños reiterados.

El sentido común ya no será extrema derecha, será receta y la parafernalia populista ya no será nacional y popular, será tierra arrasada y víctimas.

El progresismo ya no es centro ni progreso; fue empujado con simpática violencia de su lugar de okupa a la izquierda casi al extremo.

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