Por Elena Valero Narváez.-

El escándalo de “los cuadernos Gloria” ha conmocionado una vez más a la opinión pública. En ellos se detalla las idas y venidas, con fecha y hora, de funcionarios kirchneristas recogiendo dinero de empresarios ligados al Estado para entregarlo al gobierno. Se anotaron las entregas dadas a los ex presidentes Néstor Kirchner y Cristina Kirchner, ya sea en la Quinta de Olivos o en su residencia particular en Buenos Aires de la calle Juncal y Uruguay. Un sistema muy aceitado de corrupción funcionó durante los 12 años de gobierno donde la sociedad era democrática pero el gobierno no.

La corrupción está siempre ligada al poder. Es por ello que los funcionarios, quienes son los que pueden saltar y hacer saltar por encima de las normas, son los mayores responsables. Néstor Kirchner, como Cristina, regresaron al país a las peores prácticas peronistas. Se agranda el Estado y con ello la intervención de éste en la política y la economía, por lo cual la sociedad civil se achica y con ello el control que ésta tiene sobre los actos de Gobierno. Este se vuelve invisible para la sociedad y por ello puede dedicarse con impunidad a ejercer presión y chantajear a los agentes económicos, sobre todo a los ligados al Estado.

La corrupción estructural hace que se desparrame desde arriba. El caso de los cuadernos lo demuestra fehacientemente. Se consigue trabajo, dádivas, y prebendas, si hay retorno para el Gobierno. Por eso es tan importante revalorizar al sistema democrático y a la libertad económica. A más grados de democracia y de economía de mercado, menos corrupción. Una sociedad civil fuerte donde la opinión pública pueda manifestarse, los actos de gobierno pueden ser controlados y criticados.

Sin duda el gobierno de Macri es democrático. Nos podemos enterar de estos hechos de corrupción porque se acabó el temor y la persecución a quienes tienen la obligación de informar, como son los periodistas o cualquier ciudadano que quiere evidenciar actos de corrupción. No olvidemos que un juez murió presumiblemente asesinado por querer denunciar a la presidente de la República en el Congreso.

La táctica de los Kirchner, como la de todo corrupto, fue corromper a los miembros del gobierno, a los empresarios ligados al estado, a la prensa y a todos los que le podían impedir el camino para enriquecerse y aumentar las cuotas de poder.

Hoy, por ello mismo, hay muchos ex funcionarios que no se animan a enfrentarse a Cristina Kirchner. Existe el pacto de silencio de quien no tiene la conciencia limpia y no está libre de haber participado, ya sea voluntariamente, o inducido, mediante amenazas en actos de corrupción. Llama la atención, por ejemplo que no hayan salido a la palestra como lo han hecho habitualmente para criticar al gobierno, Sergio Massa, Alberto Fernández y otros ex funcionarios quienes tuvieron cargos estrechamente ligados a Néstor y Cristina Kirchner. No vieron, ni escucharon nada.

Por otro lado es evidente, la historia lo demuestra, que el control de precios, las nacionalizaciones y otros traumatismos a la producción al disminuir al sector privado y aumentar la burocracia estatal generan más corrupción.

Es de esperar que la justicia genere las expectativas de castigo necesarias para combatirla y el Estado intervenga en la creación de un marco jurídico que permita funcionar a los mecanismos del mercado y promueva la actividad económica privada, combata el corporativismo que promueve el apoyo del estado a sectores gremiales y empresariales, y refuerce el sistema de partidos.

Se debiera combatir también la corrupción, derogando leyes obsoletas y disminuyendo regulaciones y controles que traban la espontaneidad social, la competencia. También acabar con la emisión espuria de moneda porque reducen la libertad del ciudadano aumentando la posibilidad de saltar por encima de las normas.

El camino para morigerar la corrupción, ya que es imposible erradicarla porque se da en todo grupo humano con cierto grado de complejidad es, en resumen, fortalecer a la sociedad civil con políticas públicas, como así también a la propiedad privada y al estado de derecho.

Y por supuesto, de poco sirve cambiar gobernantes autoritarios y populistas, si no se educa enseñando los valores que no permitan que regresen. Sin corregir las causas originales repetiremos los errores del pasado. No sabremos defendernos de aventureros que aprovechen la democracia para instalarse en el poder y achiquen los grados de libertad necesaria para alcanzar la prosperidad y el progreso, tanto espiritual como material, en nuestro país.

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