Por Hernán Andrés Kruse.-

Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, y Fernando Orís de Roa, presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE), coincidieron recientemente en el diagnóstico sobre la grave situación económica que impera en la Argentina. Para emerger de la ciénaga en la que está sumergido el país, el pueblo deberá prepararse para sufrir mucho. Expresado en otros términos: el ajuste que se viene será impiadoso pero es la única manera de salvar a la Argentina de la decadencia y el populismo. Cuántas veces hemos escuchado estas palabras. El 8 de julio de 1989 asumió Carlos Menem. Estábamos en plena híper inflación. Durante su discurso el flamante presidente expresó lo siguiente:

“Vivimos en una economía de emergencia. Estamos en una auténtica situación de emergencia económica y social. Y es bueno que el país lo sepa con crudeza: de esta tragedia nacional no vamos a poder salir sin realizar un esfuerzo. Un esfuerzo que será equitativo, pero que abarcará a todos y cada uno de los sectores sociales. Nadie como el justicialismo tiene autoridad y legitimidad para asumir una política de este tipo. Nuestro pueblo sabe que si hoy este gobierno le pide un sacrificio es para obtener una recompensa, un resultado concreto, una mejora tangible en su situación de vida. Este es el horizonte que no estamos dispuestos a traicionar. Tenemos el deber patriótico de decirlo, de advertirlo, de anticiparlo: los resultados no serán todo lo urgente y rápido que nosotros deseamos. Pero también tenemos el coraje para asumir un juramento ante la conciencia de nuestra gente: vamos a avanzar en el rumbo correcto, vamos a caminar de la mano de los más humildes y más desposeídos, vamos a poner la economía al servicio de la dignidad del hombre argentino. Entiéndase bien: la primera y fundamental batalla que deberá ganar esta economía de emergencia es la batalla contra la hiperinflación. El principal enemigo contra la justicia social es la hiperinflación, que devora salarios y bienestar en millones de hogares argentinos. Este ataque frontal que nos proponemos requiere el apoyo decidido y comprometido de la dirigencia política, empresarial y gremial, para que respalden nuestra acción y para que la confrontación sectorial no termine aniquilando la totalidad del aparato productivo. Sería un hipócrita si lo negara. Esta economía de emergencia va a vivir una primera instancia de ajuste. De ajuste duro. De ajuste costoso. De ajuste severo”.

“Esa economía de emergencia, sentenció Menem, va a vivir una primera instancia de ajuste. De ajuste duro. De ajuste costoso. De ajuste severo”. Cabe reconocer que no mintió. El ajuste menemista fue brutal. Provocó un proceso de exclusión social inédito en nuestra historia. La desocupación fue monstruosa, al igual que la pobreza. El juste menemista fue, además, injusto porque hubo quienes no lo sufrieron. La casta política y la casta empresarial quedaron al margen del dolor. De haber sido completamente sincero Menem debería haber dicho en su discurso de asunción lo siguiente: “Esta economía de emergencia va a vivir una larga instancia de ajuste. De ajuste duro. De ajuste costoso. De ajuste severo. Pero que quede bien en claro: sólo sufrirá el pueblo trabajador”. Eso fue, lamentablemente, lo que sucedió durante la década y media del menemismo en el poder.

Décadas más tarde Fernando Orís de Roa, al inaugurar el vigésimo quinto aniversario del Coloquio de ACDE, anunció “cambios profundos en nuestra sociedad (…) dolorosos y onerosos. Los que implementen estos cambios lo van a hacer sin contemplaciones ni emociones” y los empresarios no dudarán un segundo en brindar su apoyo a la cirugía sin anestesia que se avecina. Lo mismo afirmó Georgieva: la flamante ministra (Batakis) entiende “la importancia de la disciplina fiscal (…) Las acciones dolorosas a veces son necesarias para cosechar sus beneficios” (fuente: Horacio Verbitsky, “La dolorosa”, el Cohete a la Luna, 10/7/022). La historia se repite.

En su discurso de asunción Batakis afirmó que respetará el acuerdo con el FMI y que el equilibrio fiscal será una prioridad. En la Argentina ello significa ajuste. Batakis prometió un nuevo y severo ajuste que una vez más recaerá sobre la espalda del pueblo trabajador. Pasó con Alfonsín, con Menem, con De la Rúa, con Cristina (segunda presidencia) y con Macri. Ahora pasará con Alberto Fernández, el máximo responsable de la conducción económica. ¿Por qué, entonces, se produjo la renuncia de Guzmán? Si Batakis finalmente no hará otra cosa que continuar con el plan de Guzmán, ¿qué sentido tuvo su reemplazo? Lo cierto es que, al menos hasta ahora, Batakis ha decidido privilegiar su vínculo con “los mercados”. Ello explica la bronca de Juan Grabois, por ejemplo, quien estaría pensando en alejarse del FdT. Llama la atención el silencio de Cristina. Algunos medios consideran que Cristina estaría dispuesta a tolerar un ajuste a raíz del miedo que se apoderó de ella en los últimos días debido a la gravedad de la situación económica.

Para algunos analistas económicos Batakis merece un voto de confianza. Uno de ellos es el profesor Guillermo Wierzba quien en un artículo (“Nuevo rumbo”) publicado en El Cohete a la Luna (10/7/022) escribió lo siguiente: “La nueva ministra revela tener una visión y un discurso muy comprehensivo de la economía política de la Nación. Es un elemento distintivo respecto de los economistas ortodoxos, y buena parte de los heterodoxos, que abrevan en un lenguaje académico, siempre pretencioso de una objetividad nunca verificada por la realidad. Tiene una mirada estratégica y un proyecto nacional como brújula. Así, las políticas coyunturales y las herramientas para las mismas son dispositivos que emergen en el discurso ministerial como caminos elegidos para llegar a un destino, lenguaje muy diferente al de la verdad revelada en el cual navegan los modelos de la economía a secas, en muchos casos convertida en una praxeología y en otros en un recetario de una vía (…) En sus primeras expresiones públicas reivindicó el papel del Estado en la economía y reintrodujo el rol planificado que debe jugar (…) Su discurso reinstala la vocación de la planificación estatal del desarrollo (…) La ministra enuncia con claridad la importancia de incrementar las exportaciones para aliviar las condiciones externas resultantes de la clasista política favorecedora de minorías oligárquicas y del desmanejo de la economía por parte de una sucesión de ministros nutridos y/o formados por una apologética modelística del capitalismo central, carente de una atención profunda de los problemas productivos de las naciones centrales y ausente de conocimientos de las condiciones económicas y sociales de los países dependientes y periféricos (…) Respecto de la cuestión fiscal manifestó su adhesión a la idea del equilibrio (…) Entiende que el consumo es el motor de la economía, que significa reconocerle al mercado interno el rol fundamental en su dinamización. En tal sentido manifestó su convicción respecto a que el salario no es inflacionario y que, por lo tanto, la recuperación de los salarios es un objetivo clave de su política. Esta toma de posición constituye el fundamento que se asocia a la decisión clave para el punto de partida de la política de la nueva etapa iniciada: no habrá devaluación del peso”.

Si Wierzba está en lo cierto cabe preguntar lo siguiente: ¿cómo hará Batakis para congeniar su mirada estratégica con la presión del FMI y el poder económico concentrado? Porque hasta ahora está en el peor de los escenarios: no convence ni a propios ni a extraños. Todos desconfían de ella. En consecuencia, en algún momento deberá tomar la drástica y dramática decisión de elegir entre el proyecto nacional que según Wierzba enarbola desde siempre o la sumisión al FMI. Por el momento todo parece indicar que el camino elegido es el segundo. Así lo acaba de informar el vocero del FMI, Gerry Rice, quien afirmó que “los objetivos del acuerdo firmado con el FMI se mantienen”. “Damos la bienvenida a los esfuerzos para fortalecer el control del gasto, el cumplimiento impositivo y la coordinación del manejo de la deuda pública”. “La ministra públicamente reiteró su compromiso de implementar el programa apoyado por el Fondo y los objetivos acordados”. “Las medidas anunciadas son consistentes con los objetivos del programa que fueron acordados para fortalecer la estabilidad macroeconómica y comenzar a superar los profundos y arraigados desafíos que enfrenta la Argentina” (Ámbito, informe de Liliana Franco, 14/7/022). El próximo ajuste está asegurado.

Mientras tanto, el gobierno, por intermedio de su vocera Gabriela Cerruti, no deja de emitir señales que atentan contra el sentido común. En su habitual conferencia de prensa de los jueves expresó: “La respuesta real del mercado no es el dólar blue, es la licitación (de este miércoles) que fue muy importante. Economía obtuvo un financiamiento de 122.607 millones de pesos, que fue mucho más de lo que esperaban, y tiene que ver con que se creyó la palabra de la ministra y la apoyó”. Además, anunció un recorte en el gasto público, un freno a los ingresos de personal estatal y el cumplimiento de lo acordado con el FMI. Negó que hubiera desabastecimiento y consideró que “la inflación es paso a paso, día a día. Hay momentos en que se acelera más por causas políticas, de expectativas, de situaciones económicas o por mayor o menor impacto de la inflación mundial. Ayer se conoció el dato de Estados Unidos, la inflación más alta de los últimos 50 años”. Afirmó que la inflación presenta muchas causas pero destacó que las principales son el mal manejo de la economía de parte del gobierno de Macri y fundamentalmente la codicia de los especuladores de siempre (fuente: Clarín, 14/7/022). Una vez más, el gobierno no admitió culpa alguna de la inflación que nos agobia. La responsabilidad siempre es de los otros: de Macri, de los codiciosos, de la guerra y de Estados Unidos. Con semejante diagnóstico le resultará imposible al gobierno ganar la guerra prometida por el presidente. La inflación de junio-5,3%-lo pone dramáticamente en evidencia. Además, sería aconsejable que la vocera prestara más atención al dólar blue. Hoy, viernes 15, cerró a 293$, marcando un nuevo y triste récord, lo que demuestra la incapacidad supina del gobierno para combatir con eficacia el flagelo inflacionario.

El escenario es altamente explosivo. Afortunadamente hay funcionarios gubernamentales que lo ven claramente. Tal el caso del director del Banco Nación, Claudio Lozano, quien acaba de expresar lo siguiente: “El fracaso de la estrategia de Martín Guzmán y el modo en que se dio su renuncia nos colocó en una situación bastante compleja, porque Argentina está en riesgo de hiperinflación por un lado y de recesión por otro”. “Todavía no tenemos una propuesta clara por parte de lo que presentó la ministra Batakis”. En su opinión la única manera de hacer frente a una hiperinflación o recesión “es mantener la actividad con bajo consumo de importados. Para eso necesita empalmar consumo con sustitución de importaciones. Eso hay que situarlo en el marco de un plan antiinflacionario que no existe ni está planteado”. Un plan de estas características implica “desacoplar precios internacionales de los internos, hacer un control sobre el sistema de formación de precios antes de la góndola y pensar una estrategia para frenar la inercia con algún tipo de congelamiento”. “Todo eso implica poder político y este gobierno ha visto debilitado su capital político y para avanzar en una estrategia diferente implicaría refundar el Frente de Todos y revitalizarlo para dale marco. El otro problema es que el primer escollo para una propuesta antiinflacionaria es el FMI, que es un acuerdo inflacionario e impide tomar una definición de cómo parar la inflación en Argentina” (Fuente: Perfil, 14/7/022). Lo que pretende Lozano es que el gobierno desconozca el acuerdo con el FMI, lo que en este momento es una misión imposible ya que si el gobierno lo hiciera sus días estarían contados.

Anexo

La intempestiva renuncia de Guzmán

La vicepresidenta de la nación rememoró a Perón este sábado 2 julio en Ensenada. Su discurso fue largo y sumamente polémico. Elevó la figura del General a la estratósfera, maximizando sus virtudes y ocultando sus defectos, que fueron monumentales. Como era de esperar, embistió nuevamente contra el presidente y dedicó varios minutos al tema que hoy la obsesiona: el bimonetarismo. Cristina hubiera ocupado la tapa central de los diarios del domingo y hubiera sido el tema de análisis de los clásicos programas políticos de televisión por cable durante toda la semana, de no haberse producido un hecho que provocó un tsunami cuyas consecuencias son por ahora impredecibles. Me refiero, obviamente, a la intempestiva renuncia del ministro de Economía Martín Guzmán.

Lo primero que cabe decir es que se trató, al menos para el pueblo, de una decisión sorpresiva. Si bien durante las últimas semanas fue el centro de la ira de Cristina, nadie imaginó semejante salida del ministro estrella del gabinete del presidente. Según se supo a través de los medios, en la última semana como ministro le exigió a Alberto que le otorgue más poder para actuar con mayor autonomía. La rotunda negativa del presidente fue la gota que rebalsó el vaso. Enojado y resentido con el gobierno, el ahora ex ministro de Economía renunció el sábado por la tarde, justo cuando Cristina hablaba en Ensenada. Lo primero que llama la atención, aún al más desprevenido, fue el momento en que decidió renunciar. No fue casual que dimitiera justo cuando la vicepresidenta estaba acaparando la atención de los grandes medios por su alocución en recuerdo de Perón. Su propósito fue, qué duda cabe, colocarse por encima de Cristina, opacando su protagonismo en Ensenada. Lo logró con creces. A partir del momento en que su renuncia tomó estado público, el acto de la vicepresidente perdió trascendencia. Pero Guzmán no sólo buscó molestar a Cristina, sino también a su jefe político durante más de dos años. Porque su renuncia provocó durante todo el fin de semana una suerte de vacío de poder que provocó zozobra e incertidumbre.

Antes de hacer referencia a lo que sucedió entre la huida del discípulo de Stiglitz y el nombramiento de Silvina Batakis, conviene prestar atención al texto de su renuncia. Su extensión demuestra que no actuó por impulso. Evidentemente el ahora ex ministro se tomó su tiempo para escribir ese texto, meditó largamente la decisión que tenía en mente. Fue perfectamente consciente de los efectos que provocaría, especialmente si lo hacía de manera sorpresiva. Cabe reconocer que tuvo éxito. Ojalá hubiera tenido el mismo éxito en su función específica. Guzmán quiso hacer todo el daño posible, lo que demuestra que estaba resentido con Alberto y Cristina. Además, no habla bien de él como persona porque no se trató de una renuncia a un cargo privado, sino de una renuncia a un cargo que afecta directamente la calidad de vida de la gente.

La lectura del texto de la renuncia de Guzmán causa asombro. Uno queda perplejo. Porque pareciera que describe la performance de un ministro exitoso, de un funcionario que no cometió ningún yerro, que hizo todos los deberes. La realidad indica otra cosa. Martín Guzmán sólo hizo los deberes ante el FMI. Se arrodilló ante Georgieva, como Dujovne lo hizo en su momento con Lagarde. Afirma que la economía está creciendo de manera sostenida. Se trata de un insulto a nuestra inteligencia. ¡Cómo puede afirmar que la economía está creciendo con semejante inflación! La inflación, al licuar los salarios, atenta contra el nivel de vida de millones de personas. La historia económica de nuestro país lo ha demostrado hasta el hartazgo. Martín Guzmán no hizo, por ende, más que profundizar la terrible herencia del macrismo. He aquí su gran “éxito”.

A partir de la renuncia de Guzmán, que aparentemente habría tomado por sorpresa tanto a Alberto como a Cristina, se generó una situación de incertidumbre que recién fue controlada cuando, cerca de las 22 horas del domingo, el gobierno confirmó a Batakis como sucesora de Guzmán. Durante más de un día el gobierno se encerró en un hermetismo impenetrable que dio lugar a un sinnúmero de versiones que no hicieron más que aumentar la tensión. Al principio todo parecía indicar que Sergio Massa pasaba a ser el nuevo hombre fuerte del gobierno. En efecto, luego de que el presidente le ofreciera la Jefatura de Gabinete, el tigrense le habría dicho que aceptaría el cargo si toda el área de economía quedaba en sus manos. En la práctica, ello hubiera significado el virtual desplazamiento de Alberto como presidente de la nación. Con el correr de las horas el nombre de Sergio Massa se fue diluyendo. Mientras tanto, en todos los canales por cable se leía que la designación del reemplazante de Guzmán era por el momento inviable porque Alberto y Cristina no se comunicaban. Hasta que finalmente entró en escena Estela de Carlotto, quien hizo de mediadora y logró lo imposible: que el presidente y la vicepresidente hablaran por teléfono. Luego de la charla se diluyó el nombre de Marcos Lavaña y adquirió fuerza el de Batakis. Finalmente, el gobierno confirmó a la ex ministra de Economía de Scioli entre 2011 y 2015.

Hasta su nombramiento en Economía, Silvina Batakis trabajaba bajo las órdenes del ministro Wado de Pedro, un hombre muy cercano a Cristina. Su llegada al ministerio más caliente del gobierno contó, qué duda cabe, con el visto bueno de la vicepresidenta. Ahora bien, ¿Batakis hubiera sido elegida por Alberto de no haber sido presionado por Cristina? Todo parece indicar que no ya que en principio el presidente habría sondeado a varios economistas, entre ellos Martín Redrado, Álvarez Agis y Marcos Lavagna. Estos economistas habrían puesto una serie de condiciones para aceptar, las que se reducen a lo siguiente: tener poder para poner en práctica su plan económico. Si ellos fueron descartados por esa razón y la elección recayó en Batakis, cabe formular la siguiente pregunta: ¿tendrá algún margen de maniobra la flamante ministra? El tiempo será el encargado de brindar una respuesta precisa.

En su edición del 4/7 Perfil da a conocer aspectos centrales del pensamiento económico de Batakis. Está convencida de que para combatir el flagelo de la pobreza es fundamental contar con un Estado que planifica e interviene”. “Los salarios deben ir por encima de la inflación. Es uno de los motores de la economía, no sólo es ideológico”. La inflación “es un fenómeno que se combate seriamente si abordamos la diversificación de la estructura productiva y en Argentina hay que hacerlo”. Piensa que se trata de una miopía absoluta considerar a la inflación como un proceso exclusivamente monetario. Considera que el déficit fiscal es una variable manejable entre el 2%, 3% o 5%. “Usan el déficit como el problema pero no es tan distinto a otros países. Lo mejor es el superávit gemelo que sólo sucedió con Néstor Kirchner, lo ideal no es posible. Cuando enfatizan el gasto público, buscan ocultar los ingresos para que no haya más controles y así más ganancias”. Para Batakis hay que entender que las retenciones lejos están de ser un invento vernáculo. “Están en cientos de países”, sentenció. “Cuando se sacan las retenciones del maíz suben los precios del pollo y el cerdo. Es matemático. El productor, cuando compraba maíz hasta diciembre de 2015 sabía que el precio internacional era X. Pero en Argentina era X menos la retención. En cambio, con la quita del impuesto ahora el precio es X. O sea, te contenía la inflación. Eso se llama política económica”. Respecto a la deuda con el FMI, afirmó que “se devolverá a mediano/largo plazo”.

Alguien dijo alguna vez que la única verdad es la realidad. Pues bien, la verdad es que Alberto cedió una vez más ante el empuje de Cristina. Hoy es un presidente completamente devaluado. ¿Cómo hará, entonces, para ejercer el poder hasta el fin de su mandato?

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