Por Hernán Andrés Kruse.-

La euforia desatada por la brillante actuación de la selección en Qatar duró lo que un suspiro. El jueves el presidente de la nación dio a conocer un comunicado, con el apoyo de 14 gobernadores del PJ, en el que desconoce una sentencia de la Corte Suprema referida a los fondos coparticipables que le corresponden a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por si ello no hubiera resultado suficiente, decidió recusar a los integrantes del máximo tribunal de garantías constitucionales. Se trata de un hecho inédito que colocó al país al borde del quiebre institucional. Con bastante malicia el periodista y escritor Ceferino Reato afirmó en un artículo publicado hace unas horas en Infobae que ni siquiera el presidente de facto Jorge Rafael Videla se había atrevido a desafiar a la Corte.

Lo real y concreto es que con esta declaración de guerra del gobierno nacional a la Corte, fogoneada, qué duda cabe, por Cristina Kirchner, el estado de derecho entró en un cono de sombras. El liberalismo jurídico ha pasado a ser a partir del jueves una quimera, una ficción. Para tomar conciencia de la gravedad de la situación nada mejor que leer lo que Bidart Campos dice del poder judicial en su libro “Para vivir la constitución”.

“El tercer poder que regula la constitución es el poder judicial, formado por una Corte Suprema de Justicia, que surge directamente del art. 94, y por los tribunales inferiores que crea el congreso. A veces se piensa que el poder judicial es poco importante, que es inferior a los otros dos, que no gobierna. Sin embargo, nada de eso es verdad. El poder judicial forma parte del gobierno federal y del poder del estado, y ejerce una de las funciones de ese poder, que es administrar justicia. A su modo, a través de las sentencias que dictan los tribunales judiciales, el poder judicial gobierna, sólo que su “modo” de gobernar (o co-gobernar) es diferente al del congreso y del poder ejecutivo. Por lo pronto, el poder judicial no puede hacer política de partido, ni mezclarse en ella. Es y debe ser un poder independiente e imparcial, es decir, que no “tome parte” en la política de los partidos. Su función es la que más vale (la más valiosa) de todas, porque es hacer justicia. No significa que los otros poderes puedan ser injustos en lo que hacen, sino que la específica administración de justicia a favor de los habitantes le pertenece al poder judicial (…).

“Hay algo que no debe quedar en silencio. Al poder judicial, y en último término a la corte, les corresponde velar por la supremacía de la constitución. El poder judicial es su custodio o su guardián, y por eso, cuando un tribunal judicial dicta una sentencia, tiene aptitud dentro de su función específica para declarar que una ley, una norma, un acto, etc., cuya aplicación está en juego en ese juicio, son inconstitucionales. Esa tremenda facultad es la que en francés se llama “el poder de impedir”; de impedir ¿qué cosa?: la aplicación de la norma o del acto que se declaran contrarios a la constitución (…).

El poder judicial, sentencia Bidart Campos, no puede hacer política de partido, ni mezclarse en ella. Desde que la corte suprema legitimó el golpe de estado contra Hipólito Yrigoyen, el poder judicial no ha hecho otra cosa que hacer política de partido. Más acá en el tiempo la mayoría automática de la Corte menemista le dijo amén al nefasto proceso de privatizaciones ejecutado por Carlos Menem. Ni qué hablar del fiscal Luciani y el Tribunal Federal Oral 2 que acaba de condenar a la vicepresidenta de la nación, muy vinculados al macrismo.

Por último, Bidart Campos expresa: “En la medida en que el poder judicial cuida la supremacía de la constitución y repara sus violaciones, hay que afirmar que defiende los derechos y las libertades reconocidos en la constitución. De ahí que la corte se haya dado a sí misma el título de “tribunal de garantías constitucionales”, o sea, el tribunal que, en instancia final, depara la tutela judicial en garantía de los derechos constitucionales. Si el poder judicial no existiera, o estuviera formado por jueces indignos o venales, o no cumpliera eficazmente su función, o cayera o se entregara bajo dependencia de los poderes políticos o de un partido político, o dictara sus fallos con obsecuencia hacia los gobernantes, o cualquier otra cosa semejante, la democracia no funcionaría, los derechos humanos carecerían de protección, la libertad perdería su baluarte defensivo, la división de poderes quedaría obstruida, y la constitución sufriría una profunda amputación”.

Lamentablemente, en estos aciagos días la democracia no funciona, los derechos humanos carecen de protección, la libertad ha perdido su baluarte defensivo, la división de poderes ha quedado obstruida y la constitución está sufriendo una profunda amputación.

Anexo

Karl Marx y el curso del dinero

Luego de analizar las metamorfosis de las mercancías, Marx trata el problema del curso del dinero. Marx había distinguido la primera metamorfosis de la mercancía, su venta, y la segunda metamorfosis o metamorfosis final de la mercancía, su compra: “La venta del lienzo. M-D, envuelve asimismo tiempo su compra, D-M. Pero concebido como venta del lienzo, este proceso inicia un movimiento de rotación que termina con su antítesis, con la compra de la Biblia; y concebido como compra del lienzo, pone punto final a un movimiento de rotación que arranca de su antítesis, de la venta del trigo. Por tanto, M-D (lienzo-dinero), primera fase del ciclo M-D-M (lienzo-dinero-Biblia), es al mismo tiempo D-M (dinero-lienzo), o sea, la fase final de otro movimiento de rotación: M-D-M (trigo-dinero-lienzo). La primera metamorfosis de una mercancía, su transformación de forma de mercancía en dinero, envuelve siempre, al mismo tiempo, la segunda metamorfosis antagónica de otra mercancía, o sea, su reversión de la forma de dinero a mercancía” (…).

“D-M, o sea la compra, es a la par la venta. M-D; por tanto, la metamorfosis final de una mercancía representa, al mismo tiempo, la metamorfosis inicial de otra. Para nuestro tejedor, representa el tránsito de su mercancía a la biblia, en la que ha vuelto a convertir las dos libras esterlinas obtenidas por el lienzo. A su vez, el vendedor de la Biblia invierte las dos libras esterlinas entregadas por el tejedor en aguardiente. D-M, fase final del proceso M-D-M (lienzo-dinero-Biblia), es a la par M-D, o sea la primera fase del proceso M-D-M (Biblia-dinero-aguardiente). Como el productor de mercancías sólo suministra un producto determinado, suele venderlo en grandes cantidades: en cambio, sus numerosas necesidades le obligan a distribuir constantemente el precio realizado, o sea la suma de dinero obtenida, en numerosas compras. Es decir, que una venta desemboca en muchas compras de diversas mercancías. Por donde la metamorfosis final de una mercancía representa siempre una suma de metamorfosis iniciales de otras mercancías”.

En ambos párrafos Marx sintetiza su teoría de las metamorfosis de las mercancías. Su teoría del curso del dinero se vincula íntimamente con aquélla. La teoría de las metamorfosis de las mercancías reposa sobre la idea del movimiento cíclico, de la rotación (M-D-M). Para Marx, el proceso de metamorfosis de las mercancías excluye el movimiento cíclico del dinero. Dicho proceso aleja permanentemente al dinero de su punto de partida. Mientras el vendedor posee el dinero, la mercancía aún no superó la primera mitad de su proceso de circulación. Cuando termina el proceso-“vender para comprar”-el dinero deja de ser propiedad de quien primitivamente lo poseía. Puede suceder que el tejedor, luego de efectuar la compra de la Biblia, decida vender otras 20 varas de lienzo. En este caso, volverá a poseer dinero. Pero dicho retorno no será consecuencia de la venta de las primeras 20 varas de lienzo, sino de “la renovación o repetición del mismo proceso circulatorio respecto a una nueva mercancía, traduciéndose aquí y allá en idéntico resultado”. La circulación de mercancías le imprime al dinero una dinámica tal que lo aleja constantemente de su punto de partida. El dinero, por ende, transita constantemente de un poseedor a otro. He aquí lo que Marx denomina “el curso del dinero”.

“El curso del dinero acusa la repetición constante y monótona del mismo proceso”. En la relación entre el vendedor y el comprador, la mercancía se sitúa al lado del vendedor y el dinero, al ser medido de compra, aparece junto al comprador. Al realizar el precio de las mercancías, el dinero cumple sus funciones como dinero. Al funcionar como tal, el dinero permite al vendedor desprenderse de la mercancía X y al comprador adquirirla. El mismo proceso se reitera con otra mercancía. El movimiento del dinero, de carácter unilateral, surge de “la doble forma del movimiento de la mercancía”. Sin embargo, este fenómeno no se advierte a simple vista. Es la propia naturaleza del proceso de circulación de mercancías la causa de ello. Marx distingue una primera metamorfosis de la mercancía, donde se mueven la mercancía y el dinero. En la segunda metamorfosis de la mercancía, sólo queda al descubierto el movimiento del dinero. Cuando el proceso circulatorio de la mercancía está por la mitad, el lugar de la mercancías es ocupado por el dinero y el lugar de éste es ocupado por aquélla.

La mercancía como objeto de uso abandona la circulación y se introduce en el ámbito del consumo, ocupando el sitio dejado vacante por su forma de valor (“o larva dinero”) ¿Qué sucede en la segunda mitad del proceso circulatorio? La recorre “con la piel del oro”. Debido a ello, “la continuidad del movimiento está enteramente del lado del dinero, y el mismo movimiento que para la mercancía abarca dos procesos contrapuestos, representa siempre, como movimiento propio del dinero, el mismo proceso: un cambio de puesto con otra mercancía siempre renovada”. Ello explica por qué lo que es el resultado de la circulación de mercancías, el desplazamiento de una mercancía por otra, pareciera que se trata de la consecuencia no del propio cambio de forma de las mercancías sino “de la función del dinero como medio de circulación, que hace circular a las mercancías, inmóviles de suyo, transfiriéndolas de aquel para quien representan no-valores de uso (el vendedor) a manos de quien las busca como valores de uso (el comprador), siempre en sentido opuesto al de su propio curso”. Lo que hace el dinero es desplazar de manera continua a las mercancías del proceso de circulación, ocupando el vacío dejado por éstas, con lo cual no hace más que alejarse de su propio punto de partida. En definitiva, pese a que el curso del dinero se limita a reflejar la circulación de mercancías, parece que sucediera precisamente todo lo contrario: que las mercancías estuvieran a merced del curso del dinero.

El dinero es valor sustantivado de las mercancías. En consecuencia, únicamente desempeña las funciones de medio de circulación. El movimiento del dinero como medio de circulación refleja el movimiento formal de las mercancías. La mercancía se refleja en el curso del dinero. Cuando el tejedor vende las 20 varas de lienzo por 2 libras esterlinas, la mercancía-lienzo permuta su forma de mercancía por su forma de dinero. Las 2 libras esterlinas, consideradas como el punto final de la primera metamorfosis del lienzo (M-D), se transforma en el inicio o punto de arranque de su última metamorfosis, de su transformación (“retroconversión”, dice Marx) en la mercancía Biblia. Los dos cambios de forma de la mercancía se operan a través “de un intercambio de mercancía y dinero, pasando aquélla a ocupar el lugar de éste, y viceversa”.

El dinero llega al vendedor “como forma enajenada de la mercancía” y ese mismo dinero abandona al vendedor “como forma de la mercancía absolutamente enajenable ya”. Cuando el lienzo sufre la primera metamorfosis, cuando es vendido por el tejedor, permite al dinero (2 libras esterlinas) arribar al bolsillo del tejedor. Cuando sufre la segunda metamorfosis, cuando el tejedor decide comprar la Biblia, el dinero (2 libras esterlinas) lo abandona. Cuando la metamorfosis de las mercancías es unilateral, cuando se celebran simples compras o ventas, el dinero cambia de lugar sólo una vez. El segundo cambio de sitio indica que se ha producido la segunda metamorfosis de la mercancía. La reiteración frecuente del desplazamiento del dinero se refleja, por un lado, en las metamorfosis de una única mercancía y, por el otro, “en el entrelazamiento de las innumerables metamorfosis del mundo de las mercancías en general”.

Cuando la mercancía da su primer paso en el proceso circulatorio sale de la circulación, mientras otras mercancías hacen su ingreso a la circulación. Algo diferente sucede con el dinero ya que, como medio de circulación, no hace otra cosa que moverse sin cesar dentro de ella. De ahí la necesidad de averiguar la cantidad de dinero que es capaz de absorber la órbita circulatoria. En todo país se producen diariamente sucesivas compras y ventas de mercancías. Las mercancías tienen su precio respectivo, lo que les permite ser equiparadas con determinadas cantidades imaginarias de la mercancía dinero. Marx tiene en mente la forma directa de circulación, la venta seguida de una compra, con lo cual se produce una contraposición física entre la mercancía y el dinero, quedando aquélla en el polo de la venta y éste en el polo de la compra. En consecuencia, el proceso circulatorio de las mercancías necesita imperiosamente para funcionar una masa específica de medios de circulación, la que estará determinada por la sumatoria de los precios de las mercancías en circulación. Al ser el dinero “la representación real y efectiva de la suma de oro expresada idealmente por la suma de los precios de las mercancías”, las sumas mencionadas tienen forzosamente que coincidir. Cuando los valores de las mercancías permanecen invariables, sus precios suben o bajan cuando el valor del oro baja o sube en la misma proporción. Cuando la suma de los precios de las mercancías sube o baja, la masa de dinero en circulación sube o baja. El dinero, en su función de medida de valores, se encarga, en última instancia, de determinar las modificaciones sufridas por la masa de los medios de circulación.

Poniendo en evidencia, una vez más, una increíble capacidad de abstracción, Marx hace teoría económica al más alto nivel. Para él hay una relación inversa entre el precio de las mercancías y el valor del dinero; en consecuencia, surge una relación directa entre los medios de circulación y el precio de las mercancías. Puede suceder que el oro ya no funcione como medida de valor y sea reemplazado por la plata, y que la plata deje de funcionar como medida de valor y sea reemplazada por el oro. Si el oro fuera sustituido por la plata en su función de medida de valor, “tendría que funcionar más plata que antes oro”; y si la plata fuese reemplazada por el oro en su función de medida de valor, tendría que funcionar “menos oro que antes plata”. En ambos supuestos la que sufre el cambio es la mercancía que funciona como medida de valores de las restantes mercancías. La que se modifica es, en definitiva, la “expresión-precio de los valores de las mercancías y, con ella, la masa del dinero en circulación necesario para la realización de estos precios”.

El material dinero (el oro o la plata) ingresa a la circulación de mercancías con un valor determinado, valor que “está preestablecido en la función del dinero como medida de valores, y, por tanto, en la determinación de su precio”. La baja de dicho valor provocará un cambio en los precios de las mercancías que se vinculen directamente con el oro o la plata “en sus fuentes de producción, cambiándose por ellos como por otras mercancías cualesquiera”. Si esto acontece (Marx pone como ejemplo a las fases menos desarrolladas de las sociedades burguesas), las restantes mercancías podrían continuar cotizándose durante un lapso prolongado en función del valor antiguo o ilusorio de la medida de valores. Pero sucede que las mercancías se contagian su proporción de valor, mientras que los precios oro o plata de las mercancías se van nivelando de manera gradual “en las proporciones determinadas por sus propios valores, hasta que, por último”, las mercancías son cotizadas en sintonía con el nuevo valor del oro o la plata. Esta nivelación se da junto con el aumento incesante de los metales preciosos que ingresan al proceso circulatorio, al mercado, para reemplazar a las mercancías que fueron cambiadas por ellos. “Por tanto al paso que se generaliza el nivel rectificado de precios de las mercancías, o que sus valores se cotizan con arreglo al valor nuevo, depreciado y que hasta cierto punto continúa depreciándose constantemente, del metal, se forma la masa suplementaria indispensable para su realización”.

Marx distingue dos premisas: en primer lugar, la suma de los precios de las mercancías determina la masa de los medios de circulación; en segundo término, de la masa de mercancías que se hallan en circulación depende la suma de los precios de las mercancías. Si 1 kilo de harina cuesta 2 libras esterlinas, 200 kilos de harina costarán 400 libras esterlinas, y así sucesivamente. Al aumentar la masa de harina-de 1 kilo de harina a 100 kilos-aumenta paralelamente la masa de dinero-de 2 libras esterlinas a 400 libras esterlinas-que no hace más que ocupar el puesto de la harina a raíz de su venta. Si la masa de mercancías se mantiene constante (100 kilos de harina) el aumento o la disminución del dinero en circulación (las libras esterlinas) está estrechamente vinculado con “las fluctuaciones de los precios de las mercancías” (de la harina, en este caso). A medida que se modifican los precios de las mercancías, aumenta o disminuye la suma de los precios de las mercancías. Para que estos aumentos o disminuciones se produzcan, lejos está de ser necesario que se produzca la suba o la baja simultánea de los precios de todas las mercancías. Para que suba o baje la suma de los precios de todas las mercancías en circulación es suficiente con que suban o bajen los precios de algunas y específicas mercancías relevantes.

Marx brinda el siguiente ejemplo para facilitar la comprensión de su análisis teórico. En un día determinado, se producen de manera paralela-tanto en el espacio como en el tiempo-las ventas de las siguientes mercancías: 1 quarter de trigo, 20 varas de lienzo, 1 Biblia y 4 galones de aguardiente. Si el precio de cada una de estas mercancías asciende a 2 libras esterlinas, las ventas o metamorfosis parciales lanzarán a la circulación 8 libras esterlinas. Ahora bien, si estas mercancías representan un eslabón en la cadena de metamorfosis (1 quarter de trigo-2 libras esterlinas.20 varas de lienzo-2 libras esterlinas-una Biblia-2 libras esterlinas-4 galones de aguardiente-2 libras esterlinas), las 2 libras esterlinas serán suficientes “para poner en circulación sucesivamente las distintas mercancías, realizando por turno sus precios, y por tanto la suma de éstos, o sea, las 8 libras esterlinas, hasta hacer alto por fin en manos del destilador”. Hay un desplazamiento repetido de las piezas de dinero que “representa el doble cambio de forma de las mercancías, su movimiento a través de dos fases contrapuestas de la circulación y el entrelazamiento de las metamorfosis de diversas mercancías”. Las fases antagónicas de la circulación, las ventas y las compras de las mercancías, se suceden necesariamente “las unas a las otras en el tiempo”. Las ventas y las compras de las mercancías no pueden producirse al mismo tiempo. La duración de este proceso se mide por “fracciones de tiempo” y la cantidad de veces que rota el dinero dentro de un tiempo dado “indica la velocidad del curso del dinero”.

En el mercado se producen una serie de ventas o metamorfosis parciales de 1 quarter de trigo, 20 varas de lienzo, 1 Biblia y 4 galones de aguardiente. No hay vínculo alguno entre ellas y discurren de manera paralela tanto en el espacio como en el tiempo. Si cada mercancía vale 2 libras esterlinas, la suma de precios a realizar alcanza la cifra de 8 libras esterlinas; a raíz de ello, tales transacciones lanzarán al proceso circulatorio una masa de dinero de 8 libras esterlinas. La situación cambia si estas mercancías representan específicos eslabones en la cadena de metamorfosis: 1 quarter de trigo – 2 libras esterlinas – 20 varas de lienzo – 2 libras esterlinas – una biblia – 2 libras esterlinas – 4 galones de aguardiente – 2 libras esterlinas. En este supuesto sólo serán suficientes 2 libras esterlinas «para poner en circulación sucesivamente las distintas mercancías, realizando por turno sus precios, y por tanto la suma de éstos, o sea, las 8 libras esterlinas, hasta hacer alto por fin en manos del destilador. Para ello darán 4 vueltas. Las fases antagónicas que recorre este proceso se suceden las unas a las otras en el tiempo y su duración se mide por fracciones de tiempo. Finalmente, la cantidad de rotaciones de las monedas dentro de un espacio temporal determinado señala la velocidad del curso del dinero.

Marx invita al lector a suponer que el proceso circulatorio del quarter de trigo, las 20 varas de lienzo, la biblia y los 4 galones de aguardiente, dura exactamente 24 horas. Al cabo del día, la suma de precios a realizar será de 8 libras esterlinas, el número de rotaciones de las libras esterlinas ascenderá a 4 y la masa de dinero en circulación será de 2 libras esterlinas. Según Marx «la suma de precios de las mercancías» sobre «el número de rotaciones de las monedas representativas de igual valor» es igual a «la masa de dinero que funciona como medio de circulación». Se trata de una ley que rige con carácter general, se esmera Marx en aclarar. En cualquier país el proceso de circulación de mercancías abarca, por un lado, metamorfosis desperdigadas y, por el otro, una serie de cadenas de metamorfosis compuestas por una determinada cantidad de eslabones. En todo país, hay un total de rotaciones de todas las mercancías (su valor es el mismo) que están en circulación que «arroja la cifra media de las rotaciones descritas por cada pieza y la velocidad media del curso del dinero». La masa de dinero que cada día se lanza al proceso circulatorio depende de un factor fundamental: la suma de los precios de las mercancías que circulan «al mismo tiempo y paralelamente en el espacio». En este proceso, cada moneda es solidaria respecto a las restantes monedas. Si se produce la aceleración del proceso circulatorio de una moneda, la otra moneda se aleja del circuito o directamente se estanca. Cuando aumenta el número de rotaciones de las monedas, disminuye necesariamente la cantidad de monedas que están en el proceso circulatorio; y viceversa.

La rotación del dinero en general permite la revelación del proceso de circulación de las mercancías, el ciclo que las mercancías recorren a través de metamorfosis opuestas; por su parte, el ritmo de la rotación del dinero permite la revelación de la rapidez con que las mercancías se retiran del circuito de circulación siendo reemplazadas por otras. «En el ritmo de la rotación del dinero se manifiesta, pues, la unidad fluida de las diversas fases contrapuestas y que se completan las unas a las otras, la transformación de la forma de uso en forma de valor y su reversión de forma de valor a forma de uso, o de los dos procesos de venta y compra». En el ritmo de la rotación del dinero se manifiesta la unidad fluida de los procesos de venta y compra de las mercancías. Cuando la rotación del dinero comienza a amortiguarse, es un claro indicio de disociación de los procesos de venta y compra, de transformación de las ventas y compras en procesos independientes y antagónicos; «se paraliza el cambio de forma y, por tanto, el de materia». El proceso circulatorio se encarga de revelar esta paralización.

El total del dinero que circula en el mercado depende de los siguientes factores: a) del total de precios de las mercancías que circulan por el mercado y b) del flujo de sus procesos antagónicos de circulación, pudiendo ese flujo ser más o menos rápido. A su vez, el total de los precios depende de los siguientes factores: a) de la masa de mercancías circulares y b) de los precios de cada tipo de mercancía circulante. Los factores señalados por Marx-movimiento de precios, masas de mercancías en circulación y ritmo de rotación del dinero-pueden variar en diverso sentido y en diversas proporciones; en consecuencia, el total de los precios de las mercancías y la masa de mercancías que circulan y que depende de aquella suma pueden combinarse de diversas maneras.

Poniendo en evidencia un profundo conocimiento de la historia económica, Marx describe aquellas combinaciones que considera más relevantes. Si los precios de las mercancías permanecen invariables, no suben ni bajan, la masa de los medios de circulación puede aumentar si aumenta la masa de las mercancías que circulan por el mercado o si disminuye el ritmo de rotación del dinero, o por ambas causas a la vez. A su vez, la masa de los medios de circulación disminuye si disminuye la masa de mercancías circulantes o si se acelera el ritmo de rotación del dinero. Cuando suben los precios de las mercancías, la masa de los medios de circulación permanece constante si la masa de las mercancías que circulan en el mercado decrece de manera proporcional al incremento de su precio «o el ritmo de rotación del dinero se acelera con la misma rapidez con que los precios suben, sin que varíe, en cambio, la masa de mercancías en circulación». La disminución de la masa de los medios de circulación se produce porque disminuye la masa de mercancías o porque la aceleración del ritmo de rotación se lleva a cabo con mayor rapidez que la subida de los precios. Finalmente, «cuando los precios de las mercancías experimenten una tendencia general a la baja, la masa de los medios de circulación puede permanecer constante si la masa de mercancías crece en la misma proporción en que su precio disminuye o el ritmo de rotación del dinero disminuye en la misma proporción en que bajan los precios. Y puede, por el contrario, crecer si la masa de mercancías aumenta o el ritmo circulatorio disminuye más rápidamente que los precios».

La capacidad de Marx para hacer teoría económica era increíble.

(*) El Capital, FCE. Tomo I, 1973

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