Por Hernán Andrés Kruse.-

Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, adelantó que es su intención poner en práctica el “protocolo antipiquete” para garantizar el derecho a la libre circulación. “Va a comenzar a haber una actuación”. “La gendarmería y las fuerzas policiales van a actuar como se actúa en cualquier parte de mundo, dispersando”, aseguró. “Esas policías tienen que hacerse cargo de todo lo que hace a la seguridad, incluido el orden público local, y las fuerzas federales de todo lo que hace al orden público como la autopista Ezeiza, la Panamericana, la ruta 3 o distintos lugares que son autopistas federales, cuando tienen fuerzas de seguridad cerca”, señaló. “Esa dispersión puede implicar una consecuencia. ¿Los argentinos queremos un orden democrático? Bueno, eso requiere que las fuerzas actúen”. “Vamos a actuar. Cuando actuemos no entremos en la paranoia de la “Argentina”. Actuar con decisión puede tener ciertas consecuencias, pero esas consecuencias no significan que vaya a haber un muerto”, concluyó de manera temeraria. Desde las organizaciones sociales llovieron las críticas. Juan Carlos Alderete, dirigente de la CCC (Corriente Clasista y Combativa) afirmó: “Ya sabíamos que el gobierno en vez de dar respuesta al reclamo de la gente lo que promete es palos a la gente que tiene necesidades insatisfechas”. Y agregó: “Tendría que preocuparse más en cómo resolver los problemas” de la gente “antes que preocuparse de quiénes salen a movilizarse”. Daniel Menéndez, coordinador nacional de Barrios de Pie, consideró que “una funcionaria pública debería hacerse cargo de las decisiones que toma; no puede dejar este margen de incertidumbre ante un tema tan sensible como es el manejo del espacio público. Las amenazas y subestimar a los gremios, no son conductas que ayuden a mejorar la situación”. Por su parte, el triunviro Héctor Daer señaló: “Ningún protocolo puede esconder las desigualdades que cada vez son más grandes. Lo que hay que atacar no es el piquete sino las consecuencias que llevan al éxito a ese piquete” (fuete: “Amenaza de mano dura”, Página/12, 21/3/017).

En su edición del 20 de marzo, Página/12 publicó un artículo de Mempo Giardinelli titulado “Reforma constitucional y futuro”. Dijo el autor: “En vista de la generalizada degradación institucional que produce el macrismo, ahora con medidas abiertamente ilegales y autoritarias que denigran el derecho a la huelga, queda clara la urgencia por recuperar el rol del Estado Democrático. Ése es el camino señalado por algunos colectivos que comprenden cada vez más la necesidad de una profunda reforma constitucional que establezca palmariamente que la educación, la salud y la previsión social son asuntos de responsabilidad estatal básica, irrenunciable e insustituible, igual que el control de los recursos naturales en todo el territorio nacional, en superficie y subsuelo” (…) “El repertorio de cambios necesarios abarca todos los campos: desde establecer que para la función pública esté prohibido haber tenido o tener cuentas offshore, a desautorizar toda prescripción de delitos de funcionarios. Y por supuesto incluirá nuevas legislaciones en defensa de la industria, el comercio, el agro, el petróleo, la minería, la producción en general y el trabajo, y desde luego el perfeccionamiento del sistema representativo mediante formas de democracia participativa capaces de controlar con firmeza a todas las representaciones. Y hay mucho más, porque una Constitución es un pacto de convivencia; es un acuerdo nacional que garantiza que ningún sector tenga ventaja sobre otros; y eso es la paz que asegura el crecimiento de una nación” (…) “Con la propuesta de una Confluencia Nacional y Popular (“confluencia” es mejor vocablo que el desgastado “Frente”) se propone una amplia y generosa unidad que inicie en octubre próximo la recuperación, refundación y profundización del rumbo que significó lo mejor del kirchnerismo durante los últimos 12 años. Estas ideas y propuestas…permiten conjeturar el problema del liderazgo y las alianzas. Porque hay quienes sostienen que si la ex presidente se pusiera militantemente a la cabeza de la oposición, estos tipos no durarían ni un mes más, lo cual es imposible saber más allá del entusiasmo de sus incondicionales. Pero lo que sí es posible es que en las elecciones de octubre se les dé una paliza electoral, que es la vía democrática de la cual nunca, jamás, se apartó ni debe apartarse el pueblo. Para lograr ese gran triunfo electoral en la próxima primavera son imperiosos por lo menos dos factores, que quizás no se están viendo: uno es un liderazgo fuerte cuanto antes, que bien puede ser el de aquella CFK que signó los mejores rumbos de autodeterminación, soberanía económica e inclusión social y que la llevaron decir en la Unasur y las Naciones Unidas lo que había que decir, y además defendiendo la causa Malvinas como nadie. El otro es una apertura ideológica que conduzca a las fuerzas nacionales y populares a unir en los reclamos no sólo al pueblo peronista, sino también, y especialmente, a los muchos radicales que no se doblan y que en todo el país están furiosos por la claudicación de su Comité Nacional; a los muchísimos socialistas dispersos y desencantados, y a vastos sectores de la izquierda nacional no sectaria, que existe y está huérfana. Porque la cuestión, hoy, no es peronismo o antiperonismo. La cuestión hoy es pueblo u oligarquía”.

En su edición del 20 de marzo, La Nación publicó un editorial titulado “Regreso del populismo: ¿una profecía autocumplida?”, en el que efectúa una dura crítica al gobierno de Macri. Dice el mitrismo: “El gobierno de Mauricio Macri ha llevado al extremo su gradualismo para evitar que el descalabro económico heredado de la gestión de Cristina Kirchner provoque una crisis social que haga inviable su gestión. Ha ido desde la ley de emergencia social para los sumergidos en la informalidad hasta la reparación histórica a los jubilados, pasando por la extensión de la AUH a los monotributistas, el aumento del seguro de desempleo y mayores fondos para los llamados planes de empleo, que en muchos casos no son más que subsidios encubiertos en los que intermedian organizaciones que han hecho del piquete un medio de extorsión permanente. También ha sido el Gobierno condescendiente con quienes se aferran a sus empleos públicos, a sus tarifas subsidiadas y a múltiples beneficios que implican un elevado costo fiscal. Como resultado, el fuerte déficit sigue en una dimensión histórica” (…).

“En otras palabras, la apuesta de la coalición gobernante que llegó al poder haciendo flamear la bandera de cambio es administrar mejor lo que hay, en lugar de cambiarlo. El desafío que se plantean las autoridades es financiar el déficit sin aumentar la inflación y esperando que el crecimiento permita contar con recursos genuinos” (…) “Por más que el Presidente y sus colaboradores se reúnan con empresarios locales y extranjeros para sacarlos de su letargo y los conmine a invertir, la rueda virtuosa difícilmente comience a girar con la necesaria velocidad si el miedo al “regreso del populismo” no es aventado en forma clara por medio de amplios consensos entre dirigentes políticos” (…) Es natural que cualquier inversor, antes de arriesgar su capital en una inversión productiva, analice detenidamente no sólo la estructura del mercado interno y su grado de inserción en el comercio mundial, sino también las perspectivas políticas. No es casual que esos empresarios pregunten permanentemente acerca del riesgo de que el kirchnerismo pueda retornar al poder junto a su modelo corrupto, autoritario y populista”.

“En nada ayuda a la recuperación del país y a la potencial llegada de inversiones la estrategia de la CGT y de un buen número de sectores del sindicalismo de arrinconar al Gobierno con medidas de fuerza salvajes que sólo parecen reconocer una melancólica reivindicación del populismo que, en los últimos años, ahogó la posibilidad de un crecimiento genuino, e hizo predominar el cortoplacismo sobre el sentido común” (…) “No hay crecimiento sin inversión. Ni habrá trabajos dignos y bien remunerados si no ingresan capitales” (…) “El capital dignifica el trabajo, su ausencia lo degrada. Los países que no atraen capitales pagan sueldos bajos y sus trabajos no suelen ser dignos y mucho menos, bien remunerados” (…) “Los capitales se someten al Estado soberano cuando mueren por la boca, como los peces, y no cuando se los fuga, combatiéndolos. Si las condiciones son atractivas, todos quieren morder el anzuelo” (…) “Con seguridad jurídica, los proyectos son posibles, las licitaciones se hacen más baratas y sus plazos, más prolongados. Por el contrario, cuando el país combate al capital-como reza la vieja marcha peronista–, debe arrodillarse luego de forma vergonzante” (…) “Al jugar al póquer de la miseria, en lugar de resolver el rompecabezas de la prosperidad, los eufóricos dirigentes del sindicalismo, de organizaciones piqueteras y de los sectores más conspicuos del kirchnerismo que cuestionan la pobreza, como si ésta hubiera empezado con la actual gestión presidencial, se esfuerzan por hacer cumplir su propia profecía. Y con un guiño camandulero ahuyentan a los ahorristas, asustan a los inversores, amedrentan a los prestamistas y, en definitiva, procuran impedir que los salarios crezcan de verdad en empleos dignos, sustentados en la solidez de capitales productivos, sin los cuales siempre hablaremos de pobreza, marginación y desempleo”.

En su edición del 21 de marzo, La Nación publicó un muy interesante artículo de Pablo Mendelevich titulado “De dónde viene la idea de “cuanto peor, mejor”. Dice el autor: “Muchas veces la lectura o relectura de los clásicos ayuda a echar luz sobre el presente” (…) “Comportamientos, conflictos y debates que esta semana parecen novedosos resulta que tienen la edad del Partenón” (…) “Sin embargo, hay cosas que suceden en la Argentina de nuestros días y no son una puesta en valor de intríngulis griegos sino, en todo caso, vulgares restauraciones autóctonas. Es el caso de la estrategia política conocida como “cuanto peor, mejor”, vuelta a mencionar por estos días ante la firme sospecha de que ella patrocina los esfuerzos del kirchnerismo y del trotskismo, socios de ocasión, en su “lucha” cada vez más frontal contra el gobierno “enemigo” de Mauricio Macri”.

“La frase “cuanto peor, mejor” la esculpió, al parecer, un revolucionario socialista ruso del siglo XIX a quien no solían usarle el nombre en cánticos callejeros, Nikolái Gavrílovich Chernyshevski, cuyos escritos inspiraron a Lenin” (…) “Entre nosotros este estrafalario entusiasmo con la aceleración de la historia-no precisamente incruento-fue importado un siglo después por el extremismo revolucionario. Lo explica de manera magistral Pablo Giussani en su ensayo “Montoneros, la soberbia armada”, escrito en los albores de la democracia. Dice Giussani que para el extremismo revolucionario una democracia como la de Illia en 1963 era fascista. De acuerdo con aquel razonamiento “el detalle de que el fascismo no se vea no quiere decir que no exista. Lo que ocurre es que está enmascarado. Es una de sus malditas astucias” (…) “Ese pensamiento, completa Giussani, sostenía que si el pueblo tomara conciencia de fascismo escondido tras las apariencias democráticas respondería en masa al llamado a la resistencia. “¿Qué hacer, pues? El extremismo revolucionario sentenciaba: “Hay que desenmascarar al fascismo” (…) “se trataba de “obligar al régimen a desprenderse de su máscara, llevarlo a una situación en la que le resulte imposible mantener en pie sus apariencias democráticas, forzarlo a mostrarse en toda su ferocidad” (…).

“Huelga aclarar que, afortunadamente, la violencia de hace 40 o 50 años hoy no existe más ni está en el horizonte de nadie, lo que no significa que en el vandalismo político, en la insistente descripción del gobierno de Cambiemos como un neoliberalismo agazapado, en los diagnósticos tremebundos también disparados por el kirchnerismo y el trotskismo según los cuales el pueblo se está muriendo de hambre o en el piqueterismo autojustificado por razones de extrema gravedad, no se reconozca la mentalidad que atribuye a la legalidad y las formas democráticas a una máscara, a una impostación o a una formalidad extravagante” (…) “La actitud soberbia de esclarecer a las masas que no supieron votar y precipitar los acontecimientos para acabar con “el hambre” (o sea con el gobierno de Macri) exige a su vez un par de rutinas amnésicas. La primera se refiere a Daniel Scioli: por algún motivo, los kirchneristas lo borraron de la historia” (…) “Más esmerados aún, desconocen la evidencia de los desaguisados, incluso los más sonoros, que dejó el gobierno kirchnerista” (…) “Cristina Kirchner nada dice sobre estos temas. No brinda ninguna explicación consistente ni jurídica ni política, aparte de declarase perseguida, víctima de los medios hegemónico, y de practicar como un reflejo condicionado el “¿Y Macri?”

“El kirchnerismo verticalizado es tan obsecuente con el liderazgo cristinista como lo eran los montoneros con Perón. Sólo que aquél no se refería al enriquecimiento personal del líder y de su entorno, a la indigna avaricia pedestre, sino a la supuesta infalibilidad del general como estratega político. El parecido está en el comportamiento acrítico, en el seguidismo. Y en una idea tribal de la causalidad de parte de los seguidores” (…) “Cuenta Giussani que un tío suyo llamado Virgilio, quien había explorado zonas del Amazonas jamás alcanzadas hasta entonces por el hombre blanco, llegó un día a una aldea indígena cuyos pobladores tenían un modo muy peculiar de hacer frente a las crecidas del río. “Cuando el río crecía y amenazaba desbordar su cauce, los indios de la aldea no hacían lo que racionalmente haría cualquiera de nosotros… Lo que hacían era correr con grandes palos a los establos a apalear ferozmente a sus animales…Era ésta-dice Giussani-una suerte de tecnología mágica que apuntaba a espantar con el estruendoso lamento de las bestias el espíritu maligno que se había apoderado del río”. Explica entonces el autor que esa forma de entrar en tratos con las cosas tiene dos implicaciones. Una, la imposibilidad de aprender con la experiencia. Otra, “la necesidad de delegar en otros una facultad cognoscitiva que el hombre común no está en condiciones de ejercitar por su propia cuenta” (…) “Giussani dice que las relaciones de los Montoneros con Perón también estaban plagadas de secuencias absurdas entre estímulos y respuestas y recuerda cómo se usaban en la época las palabras táctica y estrategia para justificar todas las cosas que dijera o hiciere el líder infalible. Cualquier parecido entre la agitación actual y el esplendor del “cuanto mejor, peor” quizás sea pura coincidencia. Pero esa idea fue aplicada en consonancia con una versión extrema de verticalismo peronista que casualmente también parece renovarse en el siglo XXI entre la militancia y la dirigencia residual del kirchnerismo más cerrado”.

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