Por Rodolfo Patricio Florido.-

Estuvo tres meses en Río Gallegos pero viajó a Calafate para tomar el avión. La realidad es que se recluye en Río Gallegos porque es ahí donde vive su hijo, su nuera y su nieto. No tiene nada más. En Calafate está sola, siempre quiso estar sola. ¿Entonces por qué viajó a Calafate para desde ahí tomar un avión? Muy simple. Cristina hizo mucho por Calafate o por lo menos hizo mucho por sus Hoteles de Calafate y la ciudad se benefició tangencialmente. Es opinable. Calafate es a Cristina lo que Anillaco es a Menem.

En Juncal y Uruguay tuvieron que montar un acto de militantes porque no podría recorrer en paz las calles de ese barrio que la militancia repudia pero es donde su Jefa se siente cómoda aunque los vecinos no la quieran. Curiosidades de la realeza republicana. Vive donde su glamour se lo exige pero sus adeptos repudian. Como dijo el ultra cristinista Luis D’Elía: “cuando piso Recoleta sé que estoy en territorio enemigo”. Curiosa situación, su Jefa eligió ese Barrio para vivir en Capital.

En la construcción inclaudicable del “relato”, venir a declarar a los Tribunales de Comodoro Py es una suerte de regreso de la líder. Pero no es así y Cristina no es Perón, tampoco Evita. Volvió y seguirá volviendo, porque será citada una y otra vez por las diferentes causas en la que está implicada y en las que será seguramente imputada y procesada. Cada regreso supondrá una nueva emigración a Río Gallegos y cada emigración supondrá un nuevo regreso hasta que la militancia convencida y la rentada se cansen de hacerle el aguante a quien sólo le importa un baño de impunidad con jabón de calor popular.

Cristina no es Perón y Calafate no es Puerta de Hierro. Perón tenía cientos de pedidos de audiencia y convocaba a los dirigentes de su espacio partidario para darles directivas que luego serían cumplidas. Cristina ve cómo el peronismo dejó al kirchnerismo en soledad, haciéndole recorrer el camino que le hizo recorrer al menemismo y al duhaldismo. Sus visitas no existen, quizás porque ella misma no las quiere. No disfruta como Perón los debates sobre estrategia partidaria con ausencia de poder.

Sin poder, Cristina es como Thor sin su martillo. Las elecciones del 2017 obligarán a separarse del Partido Justicialista o a contentarse con cargos menores en importancia y en número. Su bloque irá mermando paulatinamente hasta transformarse en una suerte de secta fundamentalista con un liderazgo distante que pretende transformar sus silencios en conducción. Mientras que Perón escribía órdenes escritas y manuales de conducción, Cristina se refugia en sus casas sin salir a la calle, excepto que coordine un séquito de adeptos que la rodeen cual guardia pretoriana. O sea, construir una suerte de mito inalcanzable cuando en realidad hay un ser humano temeroso de caminar en soledad.

Como decía Víctor Hugo, “el infierno está todo en esta palabra: soledad.”

Pero ésta no es la soledad por la ausencia física y anímica de los seres más queridos. Es la soledad nacida al calor del poder perdido. Es la soledad de creerse más que los demás y no poder comprender y disfrutar la belleza de las diferencias en una conversación. Es la soledad nacida por la ausencia de la arbitrariedad para dar y para quitar.

A diferencia de Perón, Cristina tuvo que movilizar a miles de personas para que le derramaran una suerte de amor incondicional del que no sabrá nunca cuánto de él es por la ausencia de quien proveía y cuánto es auténtica entrega. Perón coordinaba masas que querían verlo; no los llevaba para que lo vieran.

La realidad es que Cristina tiene miedo. Miedo a perder la libertad o a imaginar el vivir el resto de sus días como una persona encerrada aunque no esté condenada. Como decía el filósofo y político Sir Francis Bacon en el siglo XVII, “es un extraño propósito perseguir el poder y perder la libertad”.

Hay una prosa profunda que algunos dicen que la escribió Federico García Lorca a principio del siglo XX, otros que es anónimo pero en la misma época y que trata sobre el poder y la soledad y dice:

Abriga su soledad
acumulando dinero
Pobre, pobre esta señora
que no tiene nada bueno
va cayendo poco a poco
su delirio se agiganta
y ya se siente reina rodeada de oro y plata.
Con sus súbditos al pie
todos con cabeza gacha y ella una diosa se cree
y va con la frente alta.
¿No se cansará -pregunto-
de discursear con tal saña
cargando la tinta en cosas
que no tienen importancia?
¿No se mirará al espejo y dirá:
¿Qué estoy haciendo?
Estoy cansada que siempre
me digan lo que yo quiero
La locura del poder
la codicia y la ambición
llevadas a tal extremo
un final ha de tener
porque al llegar tan arriba
esta soberbia mujer,
solo una cosa le queda
Y es simplemente… Caer

Share