Por José M. García Rozado.-

En los primeros seis meses del gobierno de Mauricio Macri la corrupción no ha dejado nunca de ocupar la escena. Apesta la revisión de la década kirchnerista que impregna incluso a sus máximos emblemas, Cristina Fernández y la familia Kirchner. Pero demasiado pronto el macrismo también se ve obligado a dar explicaciones por episodios todavía aislados aunque nebulosos. Macri cumple sus primeros seis meses de gobierno, el mismo mes que se conmemoran dos hechos de relevancia histórica en la política argentina: se cumplen 70 años de que Perón asumiera el poder primera vez el 4 de junio de 1946 y 50 del golpe que derrocara al presidente Illia el 28 de junio de 1966. La agonía del autoritarismo nos devuelve a lo cotidiano de la libertad. Quizá estemos finalmente terminando el ciclo de confrontación iniciado en los setenta. El final de las guerras deja sin lugar a sus soldados, demasiado actúan sin entender el cambio profundo que decidió la sociedad. Se reitera un apoyo social al elegido que no es oportunismo sino necesidad de encontrar un camino de esperanza. ¿A eso está llegando Europa y Argentina o Latinoamérica? ¿Los populismos de extrema derecha o izquierdas están escapando de los viejos baúles para presentarse como salvadores en los tiempos de hoy? No es un dato menor que a esta segunda vuelta de la elección en Austria, Argentina o en Perú no pudieron llegar los que durante cincuenta años se alternaron en el poder: democratacristianos y socialdemócratas, radicales y/o peronistas.

El Papa Francisco lo preguntó sin tapujos al recibir el premio Carlomagno en el Día de Europa hace casi un mes atrás: “¿Qué te ha pasado Europa?” Y se podría preguntar igualmente: “¿Qué te ha pasado Latinoamérica?” Es que hay muchos frentes abiertos: el llamado Brexit en el Reino Unido para decidir si siguen siendo parte de la Unión Europea, lo cual al parecer ocurrirá; la crisis de los refugiados y la precaria fórmula lograda con Turquía; Grecia siempre en la cuerda floja convertida en deudora eterna, mientras Portugal y España también luchan por salir de la larga crisis económica; los enfrentamientos con Rusia; los populismo desbocados que pueden llevar a Marine Le Pen y su Frente Nacionalista a la segunda vuelta presidencial en Francia el 2017, mientras fuerzas similares o peores ya lograron instalarse en varios parlamentos del viejo continente. No es un secreto que América Latina siempre ha mirado a Europa y “ha vivido su devenir histórico y político con ojos de cercanía”. Y ahora, con mayor razón, debemos buscar entender la profundidad de esas manifestaciones que nos golpean. Las migraciones masivas de millones de personas el año pasado han puesto en tensión los cimientos de solidaridad humana más esenciales que creíamos firmemente establecidos en Europa. En España, los grandes partidos de la transición y el cambio hacia un país moderno se ven sobrepasados por nuevas fuerzas ciudadanas que tampoco logran -ni las antiguas ni las nuevas- hacer lo mínimo: crear gobernabilidad. Y el suspenso sigue vivo. Es en todo ello donde encuentran su caldo de cultivo los polos del antisistema. La atmósfera europea tanto como la latinoamericana (Brasil, Argentina en menor medida y/o Perú son claros ejemplos) la impregna esa sensación de fin de ciclo: “las élites políticas constructoras de las últimas décadas de desarrollo en el viejo y el nuevo continente parecen llegar a su fin; hay un desencanto que no ve diferencias entre los partidos del establishment para enfrentar la crisis”.

Y allí es donde está la advertencia histórica para América Latina: “los partidos políticos no adquieren su validez por los méritos del pasado que puedan mostrar, sino por la sintonía con el futuro que sus pueblos anhelan”. Cuando no hay sintonía y predomina la gestión de la máquina partidaria por encima de la gestión de las ideas, los ciudadanos pasan la cuenta. Y ello generalmente ocurre en las urnas, pero ahora también en la calle y en las redes sociales. La hora de Europa no nos es ajena, con el agravante de que aquí en América Latina no solamente están los factores que allá inciden, sino también el tema de la interrelación del dinero, la política y la consecuente corrupción. Es aquí donde a ratos surge la sensación de que en muchas de nuestras sociedades empieza a incubarse la idea del “que se vayan todos”, que a quienes han estado largo tiempo alternándose en el gobierno les ha llegado la hora de buscar otros caminos. Peligrosa tentación para muchos. La indignación es natural cuando se percibe que los países progresan, pero sus resultados llegan a pocos y la alta desigualdad no disminuye. Pero también es consecuencia de no saber explicar por parte de los dirigentes políticos las realidades y las limitaciones que tiene cualquier tipo de cambio y los espacios posibles para implementarlos. Y ante este vacío el rol de las redes sociales pasa a ser tan determinante. El descontento es expresión de sentir que no se es escuchado, allí están las opiniones de hombres y mujeres que sienten no ser tomados en cuenta y ya no están dispuestos a esperar cuatro o más años hasta una próxima elección.

Dice Julio Bárbaro (de quien me separan muchas ideas) “Debatimos, dialogamos, cambiamos de opinión y hasta reconocemos errores, una nueva democracia se afinca y la mayoría la quiere para siempre. Vivimos un gobierno democrático cuyo Presidente no se cree un salvador de la patria ni un elegido del destino, que con solo recuperar el dialogo y humanizar el discurso nos devolvió a una normalidad perdida. Es conservador en una sociedad con mayoría progresista, pero quedó en claro que los que se fueron eran la demencia y el caos, no la izquierda. Macri acertó en lo político al dialogar con todos; tiene dificultades en lo económico. Si al asumir hubiera convocado supermercados, laboratorios y bancos, esos que ganaron mucho aplaudiendo al autoritarismo de turno; si les hubiera exigido a ellos no subir los precios, estaríamos en otra realidad. El poder del Estado es demasiado grande para que alguien que entiende diga que no lo dejan gobernar. La desmesura de los derrotados deja una enseñanza en cuanto a la obediencia de los dependientes de la caja. Pero solo imponiendo limitaciones a los grandes se podrá tener autoridad para exigir al resto. El arte de la política se afinca en el tratamiento de los aliados, los propios no suelen exigir demasiado. El Pro tiene dos opciones: o hacerse fuerte reconstruyendo las instituciones o imaginar que se puede convertir en un partido hegemónico. Si reconstruye la democracia se instalará como fuerza definitiva, si cae en la tentación hoy a la vista de ser la alternativa a lo peor del pasado, solo logrará una vigencia pasajera. La tentación es confrontar con el kirchnerismo que agoniza, la obligación es ayudar a lo que está surgiendo. Como en toda fuerza hay dos tendencias, el poder enamora y siempre son muchos los que lo quieren para siempre. Pero solo es trascendente aquel que asume ser pasajero, y solo es dañado por el poder aquel que se niega a dejarlo con la grandeza de los que saben que es un servicio.”

Pero como explica Rosendo Fraga: “Macri cumple sus primeros seis meses de gobierno, el mismo mes que se conmemoran dos hechos de relevancia histórica en la política argentina: se cumplen 70 años de que Perón asumiera el poder primera vez el 4 de junio de 1946 y 50 del golpe que derrocara al presidente Illia el 28 de junio de 1966. Quizás los dos hechos sirven para reflexionar acerca del desafío político de Macri: mostrar que Argentina puede tener gobernabilidad sin un Presidente peronista. El Gobierno ha logrado una reorientación eficaz en la política exterior, la economía y también en política interna. Los ministros de Relaciones Exteriores, Economía e Interior se han destacado en ello. Aunque se note menos, también ha comenzado un cambio en la visión histórico-cultural que el kirchnerismo había impuesto desde el Estado. Como contrapartida, aparece cierta lentitud para atender los problemas sociales — el proyecto para devolver el IVA a los alimentos básicos a los vulnerables sigue demorado- y la seguridad pública es un área -tanto el servicio penitenciario federal como el bonaerense siguen a cargo de los funcionarios del kirchnerismo- en la cual quizás el Gobierno carezca de un plan general. Ello deriva en que la “calle” como ámbito de la política sea un ámbito en el cual Cambiemos parece estar a la defensiva. Pero el desafío político en concreto es cómo el país puede ser gobernable, cuando la coalición que gobierna tiene sólo un tercio de la Cámara de Diputados y un quinto en Senadores y cuenta con sólo 5 de 24 gobernadores, aunque gobierna los distritos más importantes.”

“No ha sido fácil resolver este problema en la política argentina de los últimos setenta años. El Presidente, en los inicios de su gobierno, dio un mensaje claro: convocó al “arte del acuerdo” y fijó la “unión nacional” como uno de los tres ejes de su gobierno, junto con la lucha contra el narcotráfico y la búsqueda de la pobreza cero. Esta estrategia tuvo una culminación exitosa el 30 de marzo, cuando días después de la visita de Obama, el Senado dio sanción definitiva del acuerdo con los holdouts por 54 a 16 votos. Pero menos de un mes después, el 27 de abril, en la misma Cámara fue aprobada por 48 a 16, la “ley antidespidos”, que el Presidente había anticipado iba a vetar. Ello ocurrió dos días antes que las cinco centrales sindicales realizaran la mayor manifestación de protesta que se registra en los seis primeros meses de gobierno. Se trata de dos momentos muy diferentes en política. La principal fuerza de oposición, el peronismo, votó dividida el acuerdo con los holdouts, pero terminó unificada para votar la ley “antidespidos”. ¿Implica el veto de esta ley que Macri ha abandonado su propuesta del “arte del acuerdo” y su objetivo de “unidad nacional”? Formalmente podría parecerlo, pero la realidad política puede decir lo contrario. Es que la misma semana que utilizó el veto por primera vez, recompuso la relación con los gobernadores con el acuerdo para la devolución de la coparticipación retenida por el Ejecutivo y con los sindicatos, al comenzar a concretar la devolución de los fondos de las obras sociales retenidos por el kirchnerismo. Pareciera que el veto no implica abandonar la propuesta política inicial del oficialismo y ello lo acerca a lograr la gobernabilidad y no lo aleja de ella, aunque tenga por delante un período difícil tanto en lo político, como en lo económico y social”, explica Fraga.

Pero Bárbaro aclara: “Seis meses con la agradable sorpresa de entender que los adversarios se respetan y dialogan, de transitar el poder como iguales, esos fueron sin duda los logros políticos. Quedan luego las debilidades económicas, esas solo podrán superarse cuando se decidan a enfrentar la “ambición ilimitada de los poderosos”. Quizá no se animen a enfrentar a sus conocidos, o quizá sea uno de ellos el convocado a hacerlo. Tenemos tres problemas: “el tamaño del Estado, la corrupción y la concentración de los privados”; las ganancias de los poderosos son el límite a cualquier forma de inversión. La concentración podrá ser un mal mundial; en nuestra realidad, o la limitamos o nunca tendremos paz social. Fuimos muy pocos los que enfrentamos el autoritarismo, pocos políticos y suficientes sindicalistas; en esa trinchera no hubo un solo empresario, la libertad para ellos esta después de la ganancia. Los que nos sacaron de la peor crisis fueron economistas pragmáticos, le propuse al Presidente en su momento que convocara a alguno de ellos. El liberalismo y el estatismo ya son simples instrumentos del gobierno, y en la crisis la necesidad se impone. Seis meses de normalidad democrática, volviendo a aprender a debatir, a modificar las leyes, a equivocarnos; por suerte ya nadie ordena desde arriba. Se acertó con la democracia, y es importante; todavía no entienden la economía, y eso es complicado. La inflación se detiene usando el poder del Estado con más energía que las leyes del mercado. Lo malo del autoritarismo es que acostumbra a tenerle miedo a la libertad. Y en eso es mucho, demasiado lo que hemos avanzado. La sociedad participa como nunca, la política y la justicia comienzan a respetar la mirada colectiva, el Gobierno y la oposición tienen encuentros y desencuentros, pero estamos aprendiendo entre todos a transitar la complejidad de la democracia y, más allá de los miedos, hemos crecido entre todos.”

Y como bien termina diciendo Fraga: “La historia, que es una referencia pero no una matemática para prever el futuro, muestra que ha sido “la incapacidad del no-peronismo para compartir el poder cuando lo ha ejercido una clave de la falta de gobernabilidad de sus gestiones”, como también lo ha sido la impaciencia del peronismo por ocuparlo. Esta vez los seis meses de gobierno de Macri muestran que está abierta la posibilidad de no repetirlos.” Los ilícitos del kirchnerismo han causado una fractura con los peronistas en el Frente para la Victoria. Ciertas novedades en el poder de turno comienzan a provocar ruido en Cambiemos, la coalición que sostiene al Presidente. Elisa Carrió es protagonista en ambos frentes. No la única. La acompañan por andariveles paralelos Margarita Stolbizer, la diputada del GEN, y Graciela Ocaña, legisladora porteña. Cada disparo de Carrió en la geografía oficial genera espanto. Dibuja la fantasía de una crisis. La última semana golpeó contra Gabriela Michetti y Alfonso Prat-Gay. La vicepresidenta y el ministro de Hacienda, nada menos. También inauguró su cruzada contra Daniel Scioli, a quien acusa de lavado de dinero. Una práctica que pareciera empapelar a la “década ganada”. Ante cada estallido, Macri recurre a Ernesto Sanz. El radical logró treguas con la diputada en situaciones difíciles. Pero esa práctica estaría perdiendo efecto. Porque Carrió posee tres convicciones: la sociedad reclama “un resarcimiento ético que Cambiemos prometió en su campaña”; todo lo que no se haga en ese aspecto en los primeros tiempos de gobierno corre riesgo de desvanecerse más adelante; no habría que darle a las mafias que operan en la política la facilidad de reacomodarse. “O ganan los honestos o quedamos en manos de los mafiosos”, profetizó la diputada días pasados ante un reducido núcleo de lilistas. “No se ocupó de hacer diferencias entre el pasado y el presente.”

Carrió colocó primero la lupa en la declaración jurada del Presidente. Le desagradó la cuenta de $ 18 millones que ahora decidió repatriar. ¿No había colocado la administración de su patrimonio bajo un fideicomiso ciego? ¡No hay respuesta! “La diputada prefirió no levantar esa perdiz aunque aprovechó para cuestionar aspectos de la ley del blanqueo de capitales que el Gobierno promueve como manera de afrontar la reparación para 2,5 millones de jubilados”. Su presión, entre varias, indujo al macrismo a excluir de aquel beneficio a los funcionarios actuales y también a partir del 2011. Para evitar que puedan colarse los kirchneristas. Habría más humo que fuego real en todo eso: el blanqueo representa una amnistía fiscal pero no penal. Ninguna de las causas en marcha debería caer. Cualquier suma de dinero sospechoso blanqueado podría ser objeto igual de la investigación de los jueces. El enojo de Carrió con Prat-Gay fue pasajero. Pero a la diputada le sonó mal el pedido de disculpas del ministro a empresarios de España por el maltrato pasado. La diputada recuerda la gestión de Repsol en YPF y el vaciamiento inicial en Aerolíneas Argentinas (ver nota del autor “Pedirle perdón a quienes nos esquilmaron”). La discordia con Michetti circula por la designación de Ricardo Echegaray, hoy suspendido por decisión judicial, como auditor general de la Nación (AGN). Carrió lo objetó desde el minuto uno sabiendo que se trataba de una directiva de Cristina. Pero el empinamiento obedeció a una negociación entre el macrismo y los kirchneristas (?) -como en las viejas épocas del gobierno de CABA- en el Congreso. La titularidad de la AGN corresponde a la oposición. El PJ se plantó con Echegaray e intimó con un par de cartas documento a Michetti y a Emilio Monzó, el titular de Diputados, por demorar la designación.

El paso del tiempo constituye un hándicap invalorable para los Kirchner. No únicamente en la cuestión de Báez. La causa Hotesur permaneció siete meses juntando polvo mientras la sustanció Daniel Rafecas. En abril cayó en el despacho de Julián Ercolini, el juez que en el 2004 fue expeditivo para sobreseer a Néstor Kirchner en una denuncia por enriquecimiento ilícito. Ercolini anunció ahora que dispuso un montón de pericias. Entre ellas, la verificación sobre si las habitaciones del hotel El Calafate, que Báez le alquilaba de a cientos a los Kirchner, eran solo una simulación para lavar dinero. Buena parte de esa constatación ya había sido hecha por Bonadio. Una de las razones que explicaron su posterior apartamiento. Reconfirmado Casanello y luego de su visita a Roma, los tiempos pueden apurarse, pero también éste puede volver a colocar en la mira a Mauricio. ¡Campanas de alerta suenan en Calafate, Río Gallegos y en la Quinta de Olivos! Además pasaron seis meses y la economía cada vez aprieta más… la recuperación prometida no llega y a los bolsillos los atacan desde los aumentos inflacionarios del empresariado hasta las arbitrariedades del gobierno, que avanza o retrocede según les aprietan los zapatos.

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