Por Eduardo R. Saguier.-

Estimado Sr. Presidente Ing. Mauricio Macri:

Sin afán pesimista alguno le escribo con el propósito de avanzar ideas para evitar eventuales fracasos al frente de la primera magistratura del país. Esa preocupación se alimenta de la carencia que su gobierno exhibe en materia de diseño político reformista, que incluya elementos innovadores para la educación superior argentina.

Esa carencia no consistiría en no levantar el cepo, ni en eliminar la inflación ni en no acabar con el déficit fiscal. La carencia residiría en no saber construir una estructura educativa que contemple la formación de la clase dirigente del país, y por el contrario se perpetúa un anacrónico y obsoleto andamiaje educativo que cercena las vocaciones intelectuales y sabotea en Argentina la producción del conocimiento.

En principio, por diferentes razones, su desempeño al frente de la ciudad de Buenos Aires no reveló interés por precaver la creciente crisis de la universidad argentina. En sus manos estuvo la posibilidad de auspiciar en la ciudad un barrio universitario al estilo de las grandes ciudades del mundo desarrollado, pero esa frustrada sugerencia ni siquiera asomó en su agenda gubernativa, reduciéndose la misma a proponer una ciudadela científica (Tiro Federal) y a solucionar los crónicos déficits de la docencia primaria y secundaria (ver ut infra, Una Reorganización…).

Los sucesivos gobiernos argentinos a lo largo del siglo XX han sostenido una tesis foquista acerca de un supuesto potencial insurreccional del estudiantado universitario, razón por la cual había que mantenerlos divididos por cuanto juntos significaban un peligro para el orden público. Esa concepción paranoica del orden público, que concibe la educación superior y su desarrollo supeditada a criterios de seguridad y orden interno se entronca con los orígenes del autoritarismo una vez que se produjo el golpe del 30.

Esa tremenda ceguera canibalizó la estructura universitaria, aislando los conocimientos unos de otros, impulsando una formación profesionalizante que decapitó las aspiraciones científicas del grueso de nuestros graduados y los precipitó en una creciente endogamia defensiva. El fracaso de la principal universidad argentina, al correr del siglo pasado, fue dando lugar a una progresiva multiplicación de universidades públicas, primero a escala provincial, y luego a escala municipal, reproduciendo todas ellas el mismo esquema profesionalizante vigente en la UBA.

Y lo que es más desalentador es que esta multiplicación de universidades públicas, sumado al régimen venal de la investigación científica -encarnado por la Agencia (ANPCyT) y por el CONICET- en lugar de coadyuvar con la democratización de los planteles docentes, los tabicó alrededor de sí mismos, y engendró así una docencia crecientemente incestuosa (ver la lucha contra la endogamia en la universidad norteamericana gestada por Charles Eliot).

Una Reorganización Inteligente de la Universidad de Buenos Aires

La Refundación física, geográfica y pedagógica de la más importante institución de educación superior argentina.

A partir de las modernas concepciones del Pensamiento Complejo (Morin), y de la Sociedad de la Información y del Conocimiento (McLuhan, Castells, Thurow), tuvieron también su desarrollo la Nueva Ciencia Política (Rokkan, Bierstecker, Rosenau), la Nueva Geografía (Kotkin, Sassen), la Nueva Antropología Urbana (Hannerz, Augé, Low, Martín-Barbero), la Nueva Economía (Castells, Kelly, Davis), la Nueva Sociología Urbana (Lojkine, Topalov, Preteceille), la Pedagogía Crítica (Apple, Giroux, McClaren, Bonal, Becher), las disciplinas transculturales o etno-ciencias (etnohistoria, etno-psicología, etno-musicología, etno-sociología, etnolingüística, etno-geografía, etno-farmacología, etc.), y el Nuevo Urbanismo (von Hoffman, Downs, Fulton, Duany, Krier, Flecken, Talen, Genestier, Bardet), y sus cruciales categorías de diferenciación funcional, centralidad expandida, comunicabilidad, peatonalidad, digitalidad, y sociabilidad o gregaridad, en crítico menoscabo de las categorías de sub-urbanidad, vehicularidad, individualidad, descentralización y linotipia.

Estas nuevas concepciones filosóficas y políticas, y sus derivaciones geográficas, antropológicas, sociológicas, económicas, urbanísticas, comunicacionales, psicológicas y pedagógicas, exigen planificar la diferenciación funcional en vecindarios o barrios universitarios, judiciales (Retiro), tecnológicos (e. g.: farmacéuticas, Villa Lugano), deportivos (Palermo), recreacionales (Recoleta) y turísticos (San Telmo). En el caso concreto del vecindario universitario, se deberá planificar la erradicación de sus penurias (atomización física, docencia magistral, y deformación profesionalizante), y combatir la tesis foquista del potencial insurreccional del estudiantado universitario. Esta última tesis fue fomentada por la Doctrina de la Seguridad Nacional, que el Pensamiento Único del Neoliberalismo y los intereses privatistas y facciosos en la educación superior argentina acentuaron durante el proceso post-genocida y des-industrializante, de cuyas resultas se generaron múltiples micro-universidades en el denominado conurbano y se segregaron aún más aquellas unidades académicas de la UBA de mayor capacidad dinamizadora (Filosofía y Letras, Ciencias Sociales, Psicología, Arte, etc.).

Por ello, estas nuevas concepciones requieren resucitar las teorías desarrollistas de los polos o motores de crecimiento y las políticas intervencionistas en los servicios públicos (educación, salud, justicia, deporte, comunicación, ocio, turismo) y una consiguiente política de estado, de relocalización y reposicionamiento territorial y de reforma pedagógica, que densifique los procesos urbano-espaciales de flujos y circuitos, jerarquice las relaciones de influencia, sociabilidad, proximidad, y contigüidad o adyacencia, combine ejes peatonales, viales e inalámbricos, explote las ventajas comparativas, y a su vez ponga en tela de juicio los estereotipos y solidaridades simbólicas de las carreras profesionales. Para Castells (2000), debe parecer obvio que “…las universidades son un motor de crecimiento económico, tecnológico y empresarial, pero también son un factor de creación de ciudad”. Hoy día, la universidad es -para Castells- “…un elemento esencial de la dinamización del tejido urbano, a la vez que un elemento esencial de la producción de mano de obra calificada, de innovadores y de personas con ideas nuevas. Esta nueva economía no es simplemente de gente que hace electrónica, es de gente que aprende a pensar o enfocar las cosas de forma nueva. Y esto depende de la calidad del sistema de educación universitaria”. En este sentido, para Castells, se está imponiendo cada vez mas “…la idea de la importancia de los campus urbanos como elemento, a la vez de dinamización y de absorción de ideas de un tejido social más amplio que el de la propia universidad”. Finalmente, para Castells, la idea de “…universidades con facultades distribuidas en el conjunto de la ciudad, no parece eficaz”.

La dispersión o atomización hace que “…el trabajo interdisciplinario, la fusión de enseñanzas de distinto tipo, tenga mucha mayor dificultad. Es mucho más difícil para los estudiantes tomar materias de distintas facultades, que es un elemento fundamental de la nueva universidad. Es mucho más difícil para los colegas articularse entre ellos. Por tanto, la noción de campus sigue siendo una noción productiva en términos culturales y de innovación pero, al mismo tiempo, la integración de ese campus en tejidos urbanos densos parece que también es el elemento que se está señalando como de mayor productividad cultural y, a la vez, urbana”.

La Refundación de la UBA

Pero para los críticos más acérrimos a toda reforma o modificación de las estructuras universitarias, éstas deben partir de las propias autoridades de la universidad, pues según ellas las autoridades políticas que presumen de alguna responsabilidad no tienen nada que hacer ahí. Hete aquí que nos encontramos ante un verdadero nudo Gordiano, que para peor, no encuentra quien se atreva a cortarlo.

Es decir, para estos eternos estetas del “no se puede”, enfermos de un etnocentrismo corporativo y mafioso, el poder político nacional y local es un extraño que debe carecer de toda opinión y cuya única responsabilidad es la de proveer los recursos financieros que hagan posible la impertérrita continuación del escenario y ritual académicos, aunque estos hayan perdido toda relevancia científica en el concierto académico internacional y aún continental.

Numerosos intelectuales del centro y de la periferia vienen diagnosticando desde hace décadas (Campbell, 1969; Barry, 1981; Becher, 1989; y Pérez Lindo, 2000) un creciente malestar intelectual con graves derivaciones para la creatividad y la originalidad del conocimiento, para el cual la terapia y los remedios deben ser mas de naturaleza política y organizativa que puramente académica o epistemológica. En efecto, para Campbell (1969) y Barry (1981) este malestar debe ser atribuido tanto a los organigramas basados en carreras y facultades, como a los planes de estudio basados en especialidades y departamentos. Para ellos la pertenencia a estas tribus o camarillas internas actúa “…como una poderosa fuerza centrifuga al promover la alineación y la distancia artificial aun entre especialidades estrechamente relacionadas” (Becher, 2001, 64).

En el caso preciso de la UBA esta distancia artificial, o experiencia de centrifugación caníbal, existe acrecentada a grados insospechados, por cuanto dicha fractura disciplinar se halla potenciada física, geográfica y orgánicamente desde hace décadas, sin que nadie y menos aun las autoridades universitarias de turno se hayan dignado prevenir al estudiantado y a la comunidad universitaria de este masoquismo suicida. Cuando a fines de la década del 20 y del 40, del siglo pasado, la Facultad de Derecho se mudó del barrio Catedral al Sur (Moreno y Defensa) al barrio de Recoleta, se aisló a los estudiantes de Derecho del contacto con los estudiantes de Ciencias Exactas, residentes en la Manzana de las Luces (Diagonal Sur y Defensa, ex Instituto Topográfico).

Más luego, cuando en la década del 50, la Facultad de Ingeniería se escindió de la Facultad de Ciencias Exactas, y en 1956 se trasladó parcialmente del barrio de Recoleta al edificio de la ex Fundación Eva Perón (Paseo Colón), se privó a los ingenieros primero del vínculo con los estudiantes de matemáticas y de física, y luego de la ligazón con los de derecho y ciencias sociales. Asimismo, cuando en la década del 60, en plena Revolución de los Bastones Largos (1966), las Facultades de Arquitectura y de Ciencias Exactas se trasladaron desde la Manzana de las Luces a la Ciudad Universitaria de Núñez, se frustró a los urbanistas y arquitectos del contacto con sociólogos y arqueólogos y se divorció a los biólogos de los bioquímicos, y una menesunda conspirativa vino a atribuir la mudanza al potencial insurreccional del estudiantado universitario, que según la Doctrina de la Seguridad Nacional era preciso prevenir dispersando física y geográficamente las unidades académicas de la UBA. Mas aun, cuando en la década del 70, durante la primavera Camporista y de las autodenominadas “Cátedras Nacionales”, la Facultad de Psicología se desmembró de la Facultad de Filosofía y Letras, y se corrió del Barrio Clínicas, sede de la Facultad de Medicina, al barrio de Balvanera (calle Independencia y Urquiza) -dificultando a los psicólogos el vínculo con antropólogos, sociólogos y psiquíatras- ninguna argumentación científica y técnica se brindó para justificar tamaña fractura disciplinar y geográfica. Por otro lado, cuando a comienzos de la década del 80, luego de haberse recuperado la Universidad de la noche negra de la Dictadura Genocida, a la Facultad de Ciencias Sociales se la desprendió de la Facultad de Filosofía y Letras, privando a los politólogos y comunicólogos de la relación con historiadores, geógrafos, filósofos y científicos de la educación, las autoridades universitarias tampoco libraron aclaración alguna al estudiantado acerca de dicho acto fratricida. Y cuando a fines de dicha década, en plena conspiración Neoliberal, la Facultad de Filosofía y Letras, sita en el Barrio Clínicas, fue trasladada al alejado barrio de Caballito, se obstaculizó a los geógrafos, historiadores y antropólogos el contacto con economistas, médicos y farmacólogos, y a los críticos literarios y lingüistas del vínculo con sus propios Institutos residentes en plena City, jamás las autoridades universitarias dieron fundamento alguna y se atribuyó la veloz movida a motivos puramente espaciales, cuando había sido público y notorio que existían otras alternativas edilicias que subsanaban con creces dicho déficit. Finalmente, en lo que sería el colmo del canibalismo, la Facultad de Ciencias Sociales se fracturó en tres localizaciones ferozmente distanciadas entre sí: la sede central en Marcelo T. de Alvear y Uriburu, donde se dictan las carreras de Relaciones del Trabajo y Trabajo Social; y las sedes del Parque Centenario, y de la Escuela sita en Tucumán, entre Agüero y Anchorena, donde se dictan las carreras de Ciencia Política, Sociología y Ciencias de la Comunicación.

En otras palabras, los sucesivos y seculares clivajes o fracturas disciplinarias y pedagógicas, y las reiteradas redistribuciones y mudanzas edilicias y geográficas fueron gangrenando la unidad de la UBA, y con ella la esperanza de una creativa e interdisciplinaria formación universitaria. Así estamos hoy, con la Universidad de Buenos Aires fragmentada en infinitos espacios inconmensurablemente distanciados unos de los otros, resignados a adoctrinar audiencias cautivas, y reducidos a la práctica del coto de caza, y a la expedición de patentes de corso cada vez menos redituables. O más prosaicamente, nos encontramos con la Universidad ferozmente canibalizada, con el agravante que las autoridades universitarias y la burocracia estudiantil y docente pareciera cohonestar cínicamente este lacerante drama antropofágico sin atreverse a ensayar la más mínima crítica al respecto, y reduciéndose a mendigar una triplicación presupuestaria, que al no explicitar el destino de los fondos reclamados, despierta la natural sospecha sobre la existencia de un agujero negro, ciego, impenetrable e insondable.

¿Con qué derecho, entonces, las autoridades universitarias, incluida la CONADU y la FUBA, se van a oponer a que el poder político nacional y local asuma su indelegables responsabilidades, tomen cartas en este grave asunto, donde le va al país la vida como nación y como parte integrante de la comunidad global, e intente cerrar la brecha existente, restituyendo la unidad largamente perdida mediante una verdadera refundación física, geográfica y pedagógica del principal establecimiento de educación superior del país?

Polo y Circuito universitario

Para las nuevas concepciones pedagógicas, económicas y urbanísticas (Castells), la educación superior debe renunciar a los modelos de radicación espacial pre-digitales, segregados y dispersos, principal causal del colapso cultural y político argentino, y debe asumir como algo esencial e imperativo su integración a un núcleo o polo central interconectado y localizado a una distancia peatonal, que contribuya a combatir la desorientación y frustración vocacional, el etnocentrismo o autismo curricular, la incomunicación inter-disciplinaria, la deserción universitaria, y la crónica fuga o drenaje de cerebros, alentando a que cada estudiante elija y forme su propio plan de estudios y que tienda a superar en la docencia superior y en la investigación científica los nichos feudales, los intereses corporativos y las fronteras y distanciamientos disciplinares y comunicacionales, cada vez más inconmensurables.

Para ello se precisa como prerrequisito una verdadera política nacional, pedagógica, informática y urbanística, que signifique una verdadera refundación universitaria, mancomune y reorganice los recursos académicos, didácticos y electrónicos, de una forma inteligente, que venza las múltiples resistencias simbólicas, y combata el drama de la fragmentación física y geográfica de su más relevante institución de docencia superior (UBA). En esa tarea muy tardíamente reparadora, el Gobierno debería declarar a una determinada área o eje urbano (con notoria acumulación académica originaria y por ende con potencialidad expansiva) de interés estratégico nacional (sujeta a expropiación) y alentar en la misma el acondicionamiento de toda una infraestructura electrónica, vehicular, peatonal y cultural (librerías, galerías, ciber-cafés, teatros, cines, exposiciones), tal como existe en todas las más importantes capitales del mundo (París, Londres, Nueva York), e incluso en las de Santiago y Concepción, en Chile, la de San Pablo en Brasil, y en algunas de nuestro propio interior (Córdoba, Cuyo y Tucumán), sin que ello signifique otra obra faraónica marginada del casco urbano, y que sea susceptible de volver a instalar a dicha universidad a la cabeza de la cultura Latinoamericana.

En ese sentido, Buenos Aires debería priorizar como polos de educación superior sólo un par de áreas o ejes estratégicos, que cumplan tanto los requisitos de vialidad y vehicularidad como los de gregaridad y peatonalidad. Para satisfacer los primeros requisitos, la localización ideal es la Ciudad Universitaria de Núñez, que aunque golpeada por la contaminación acústica -provocada por el Aeropuerto Jorge Newbery- concentra las Facultades de Arquitectura y de Ciencias Exactas y Naturales, ubicada en el extremo norte de la ciudad (lindando entre el Río de la Plata y las Autopistas Lugones y General Paz). Esta Ciudad Universitaria debería alcanzar su propia autonomía, en una suerte de UBA-II, con atribuciones para crear nuevas carreras y facultades, y con la posibilidad de recuperar los espacios actualmente usurpados por el Club Universitario de Buenos Aires (CUBA) y el Club Naval, y de añadir el predio de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y del Tiro Federal con sus construcciones incluidas, todo lo cual atendería -por su estratégica localización en un extenso eje vial- a la zona norte de la ciudad y del conurbano.

Y para satisfacer los requisitos de gregaridad y peatonalidad, Buenos Aires brinda tres (3) ubicaciones donde hoy existe cierta acumulación académica originaria. Ellos son los barrios de Recoleta, donde se encuentra la Facultad de Derecho; el barrio de Puerto Madero, donde se halla la Facultad de Ingeniería; y el Barrio Clínicas, donde actualmente existen las Facultades de Medicina, Odontología, Farmacia y Bioquímica y Ciencias Económicas. De dichos tres (3) barrios, el único que ofrece una potencialidad y factibilidad territorialmente expansiva es el Barrio Clínicas.

En este último caso, la potencialidad expansiva se orienta exclusivamente en dirección del eje occidental, por cuanto su frontera este se encuentra ocupada por la Universidad del Salvador, y los límites sur y norte se hallan densamente pobladas y onerosamente edificadas. Esta vertiente occidental, consistente en un circuito urbano que combina ejes peatonales y viales, ofrece a su vez dos potencialidades: la orientada sobre la banda septentrional de la Av. Córdoba, perteneciente a los barrios de Recoleta y Palermo, mucho más costosa y poblada; y aquella otra orientada hacia la banda meridional de dicha Avenida, que pertenece a los barrios de Abasto y Almagro, y que se extiende hasta la Av. Corrientes. Es esta última franja meridional, de menor densidad demográfica y edilicia y de menor costo relativo, la que ofrece la mayor potencialidad expansiva.

PLAZA MONSEÑOR DE ANDREA

Este último espacio, corredor o eje universitario debería concentrar entonces la totalidad de las unidades académicas perdidas, segregadas o exiladas en el resto de la ciudad (salvo Agronomía); y abrir sus propias carreras de arquitectura y ciencias exactas, en lo que sería un barrio destinado a atender fundamentalmente a las zonas oeste y sur de la ciudad y del conurbano. Este corredor debería extenderse desde el espacio o nudo geográfico donde se encuentra la Universidad del Salvador (Av. Córdoba y Callao), el Colegio Lassalle (Río Bamba y Viamonte), FLACSO (Ayacucho y Tucumán), el Profesorado Alicia Moreau de Justo (Av. Córdoba y Ayacucho), la Escuela Normal No.1 (Av. Córdoba entre Río Bamba y Ayacucho), y el Colegio Carlos Pellegrini (Marcelo T. De Alvear y Callao); pasando luego por el específico Barrio Clínicas, cuyo epicentro se halla en la Plaza Bernardo Houssay (Av. Córdoba entre Junín y Uriburu) y el propio Hospital de Clínicas; atravesando luego la Av. Pueyrredón hasta alcanzar al cabo de cinco (5) cuadras la Plaza Monseñor de Andrea (Av. Córdoba entre Anchorena y Jean Jaurés); siguiendo luego otras dos (2) cuadras hasta arribar al predio del Instituto de Salud Mental Arturo Ameghino (Av. Córdoba y Agüero); continuando otras seis (6) cuadras mas hasta llegar al entramado donde se encuentran la Escuela Técnica No.30 (Salguero y Lavalle), la Universidad Tecnológica Nacional (Medrano, entre Lavalle y Guardia Vieja, a media cuadra de Av. Córdoba), las diferentes sedes de la Universidad de Palermo y la Universidad Kennedy, y los inmensos predios actualmente ocupados por las firmas Chevrolet y Renault (Av. Córdoba 3600, entre Bulnes y Salguero) y el supermercado DISCO (Bulnes y Tucumán); y que culmina circulando por la Av. Córdoba (que vehicularmente corre de este a oeste) otras cuatro (4) cuadras mas hasta arrimarse a la Escuela No.20 Rosario Vera Peñalosa (Pringles y Rocamora), el IUNA de calle Yatay, el Colegio Benito Nazar de los Hermanos del Sagrado Corazón (Pringles y Estado de Israel) y el actual supermercado Jumbo (entre Yatay, Guardia Vieja y Humahuaca, ex Molino Harinero).

PLAZA BERNARDO HOUSSAY

Este estratégico circuito articularía sin solución de continuidad, en un eje vial de casi veinte (20) cuadras, compuesto por las calles Cabrera y Paraguay, y la Av. Córdoba, desde Callao hasta Estado de Israel; y vincularía medio centenar de manzanas contiguas, que deberían estar complementadas por un eje peatonal y bicicletero; el cual podría estar instalado en la calle San Luis, que es la primer arteria que corre paralela a la Av. Córdoba hacia el sur, desde Medrano hasta Azcuénaga, en lo que vendría a ser el norte de los barrios de Almagro y Abasto (actualmente revitalizado por las inversiones del grupo IRSA). En su defecto, el eje vial podría estar potenciado por una construcción subterránea, extendida a lo largo de las Avenidas Córdoba y Estado de Israel, ambas de libre trazo, desde el Parque Centenario hasta la misma Plaza Houssay, donde se entroncaría con la estación Facultad de Medicina, del Subterráneo que va de Plaza Mayo hasta el barrio de Belgrano, y que atraviesa Plaza Italia.

III. Repatriación de Unidades Académicas

La des-localización y re-localización (repatriación o rescate) de las unidades académicas dispersas y exiladas, se reduciría a:

1) la actual Facultad de Filosofía y Letras, ubicada en la ex-Fábrica Piccardo (Puán y Goyena en el barrio de Caballito, a medio centenar de cuadras de Plaza Houssay);

2) la Facultad de Ciencias Sociales (ex-Fábrica Terrabusi, en San José y Carlos Calvo, a 25 cuadras de Plaza Houssay);

3) la actual sede de la Facultad de Ciencias Sociales (sita en el edificio de Parque Centenario,

Ramos Mexía y Franklin, a treinta cuadras de Plaza Houssay, y en la ex fábrica de Terrabusien el barrio de Constitución);

4) la Facultad de Psicología (edificios sitos en las calles Independencia e Hipólito Irigoyen, a treinta cuadras de Plaza Houssay);

5) las subsedes del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA).

De esa forma, se podría planificar el Barrio Universitario de Buenos Aires -que incluiría a las Universidades de Buenos Aires, del Salvador, FLACSO, UTN, Palermo y Kennedy- formalizando una serie de tareas que consistirían en: a) un censo inmobiliario público y privado, b) un estudio de factibilidad urbanística e inmobiliaria, c) un plan operativo de obras, y d) un arsenal de operaciones inmobiliarias y edilicias (compensaciones, triangulaciones, enroques, canjes, expropiaciones, ventas, reciclajes y edificaciones), que subsidiariamente derivarían en substanciales ventajas colaterales para otras áreas e instituciones culturales. Las edificaciones podrían lograrse sin costo ni endeudamiento alguno para el erario público si se licitaran con contraprestaciones jurídicas en forma de comodatos o concesiones, para servicios tales como: patio de comidas, locutorios, cibercafés, garages, etc. La edificación y el reciclaje deberían utilizar la tecnología del Edificio Inteligente, por medio de la cual se haría uso interactivo del sistema de voz, vídeo e información digital.

FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS

Ventas y Transferencias

Tentativamente, así como se ofrecerían en venta las sedes del Rectorado (en Viamonte y Reconquista) y de los Institutos de la Facultad de Filosofía y Letras (25 de Mayo y Perón), ambas ubicadas en pleno micro-centro o City financiera, y otras sedes dispersas como la del Instituto de Bibliotecología (Azcuénaga 280); la actual Facultad de Derecho (ubicada a 20 cuadras de Plaza Houssay) se destinaría a ampliar la sede del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), y la actual Facultad de Ingeniería (ubicada a casi cuarenta cuadras de Plaza Houssay) se transferiría a la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), cuya sede central se encuentra en la vecina Puerto Madero. Esta última cesión sería a cambio o canje del Seminario Arquidiocesano de Villa Devoto (Facultad de Teología de la UCA), el cual se ofrecería a su vez en compensación a la empresa Aguas Argentinas por su histórico edificio de Av. Córdoba y Ayacucho, o en su defecto al Instituto de Salud Mental Arturo Ameghino (Av. Córdoba y Agüero).

Asimismo, se deberían operar una numerosa y muy prolífica serie de canjes o transferencias, tales como la de: a) el edificio de la actual Facultad de Filosofía y Letras, sita en la ex-Fábrica Piccardo, se destinaría al Colegio Nacional Carlos Pellegrini (Marcelo T. de Alvear y Callao); b) el de la Facultad de Ciencias Sociales (ex-Fábrica Terrabusi), a la Escuela Normal No.1 (Córdoba entre Ayacucho y Río Bamba); c) el de la actual sede de la Facultad de Ciencias Sociales (sita en el edificio de Parque Centenario) a los despachos de Tribunales, actualmente ubicados en Marcelo T. de Alvear, entre Callao y Río Bamba; d) los de la Facultad de Psicología (sitos ambos en las calles Independencia e Hipólito Irigoyen), al Profesorado Alicia Moreau de Justo (Av. Córdoba y Ayacucho); y al Servicio de Informaciones del Ejército (Av. Callao y Viamonte); e) el de la Facultad de Ingeniería (de Av. Las Heras y Azcuénaga) a la Dirección de Festejos y Ornamentaciones de la Municipalidad (Córdoba 2222, que ocupa todo el corazón de la manzana, casi 5000 m2); y así sucesivamente los edificios de la Morgue Judicial (Viamonte y Junín), el Servicio Penitenciario Federal (Av. Pueyrredón entre Tucumán y Lavalle) y las diferentes Casas de Provincia.

FACULTAD DE DERECHO

Expropiaciones y Edificaciones

Más aún, dicha programación debería contemplar la expropiación del inmueble correspondiente al predio central de Aguas Argentinas (ex Obras Sanitarias), ubicado en Av. Córdoba entre Río Bamba y Ayacucho, que se lo destinaría para la increíblemente inexistente Biblioteca Central de la UBA; así como la expropiación de los solares pertenecientes a las concesionarias de Chevrolet (10.000 m2) y Renault (5.000 m2), sitas en Av. Córdoba al 3600; de Chemea sita en Av. Córdoba al 3800 (5.000 m2); y de los supermercados DISCO (Tucumán y Bulnes) y Jumbo (entre Yatay, Guardia Vieja y Humahuaca, exMolino Harinero). También se debería tener en cuenta la edificación de las playas de estacionamiento de dominio público, existentes en Uriburu y Viamonte, y en Azcuénaga y Marcelo T. de Alvear; la playa de estacionamiento de dominio privado, de San Luis y Jean Jaurés (8.000 m2); y los solares valdíos de Hara Krishna (ex Sanatorio del Valle y de SMATA), en Billinghurst entre Córdoba y Cabrera; del ex Colegio Mary Graham, en Sánchez de Bustamante y Cabrera; y de un predio vecino al Sanatorio Güemes, sito en Cabrera al 3900 (8.000 m2).

OBRAS SANITARIAS

Plan Operativo Tentativo

Una forma sencilla y económica de armar un plan de obras, refacciones y traslados -luego de los consabidos estudios de espacio- partiría del único eslabón actualmente desocupado y desierto, el de la ex fábrica Terrabusi, ubicada en San José 1062, y a partir del mismo -una vez convenientemente refaccionado- se precipitaría en un raid inmobiliario de consecutivas y colindantes operatorias que como en un juego de damas se programarían en nueve (9) sucesivas y provisorias etapas:

1) trasladar el Colegio Nacional Carlos Pellegrini a la fábrica Terrabusi, de San José 1062;

2) trasladar la sede de la Facultad de Ciencias Sociales sita en Parque Centenario a la sede del Colegio Carlos Pellegrini;

3) trasladar el Instituto de Salud Mental Arturo Ameghino a la sede de Parque Centenario;

4) trasladar la Facultad de Psicología al Instituto Mental Arturo Ameghino;

5) trasladar la Escuela Normal No.1 Al edificio donde actualmente se encuentra la Facultad de Psicología (Av. Independencia y Urquiza);

6) trasladar la Facultad de Filosofia sita en la ex FabricaPiccardo de Caballito, a la Escuela Normal No.1 y al edificio de Tribunales, sito en Marcelo T. de Alvear entre Callao y Río Bamba;

7) trasladar la Escuela Técnica No.30 al edificio de la ex FabricaPiccardo en Caballito;

8) trasladar la Facultad de Derecho a las Escuelas Técnica No. 30 y Municipal No.20 Rosario Vera Peñalosa;

9) entregar el edificio de la Facultad de Derecho al Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA);

FACULTAD DE MEDICINA

Este complejo plan operativo debería ejecutarse mediante decretos de necesidad y urgencia y planificarse a imagen y semejanza del emprendimiento iniciado en Chile por la Corporación Universitaria de Santiago, y por la que el propio Gobierno Nacional -bajo la denominada Corporación Puerto Madero- motorizó en el pasado para beneficio entre otras instituciones de la Pontificia Universidad Católica Argentina.

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